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« Previous Page Table of Contents Next Page »bes y algunos negros de Patook se quejaron ante el Rey de la mala conduC±a de Barras, de lo que luego tendré ocasión de hablar, y pedían a éste que in– terviniera. En Crota nos recibieron con la misma amabilidad que es natural en toda esta gente. Ma– taron un buey y nos obsequiaron su carne para que la utilizáramos corno provisión, y cuando nos em– barcarnos para cruzar la Laguna de Caratasca, nos regalaron oiro y al mismo tiempo una gran cantidad de vino, corno regalo de Navidad. Continuando
nuesiro VIaJe de regreso por el Cabo Falso ("FaÍs e Cape"), llegarnos a una colonia situada a orillas de una pradera al borde de Great Cape River. El jefe del lugar, un señor de nombre Hamlar, nos facilüó un "dory" (tipo de embarcación) en el que descen_ dimos por el río hasta hacer nuesira enfrada en la parle superior del puedo por la comunicación que ya hemos descruo. En total estuvimos ausentes del Cabo por espacio de catorce días.
Capítulo VIII
Puedo de San Juan de Nicaragua. - Ataque de un crucell'o independiente. - Tomado como espía. Juicio y escape. - Conduela de los indios. - Enviado a San Carlos. - Bongos. _ El luede o' balería y
em!'adals al Río. _ Manatíes. - Sarapiquí. - Expedición clal Comocioro MbcheU. _ Islas. - Raudales. - lLagados. - Llegada al Castillo de San Juan. - Su esiado aelual. -- El gran raudail. - Antiguas
Informaciones ineonedas respecto al Río.
Poco tiempo después del viaje que acabo de na– rar, visité Belice donde pude hacer arreglos, sancio– nados por el Rey Misquitó, para poder enirar en ne– gocios con los Indios. Mieniras estuve haciendo esos arreglos continué haciendo mis viajes codos por toda la costa, haciendo visitas a los indios y Misqui– tos y residiendo en sus colonias.
Uno de esos viajes tuvo un final inesperado que me brindó la oporlunidad de visitar el interior de la América Central y llegar hasia la ciudad de León, la cual no dista mucho del Mar del Sur.
En el año 1802 salí de Cabo Gracias a Dios a bordo de un esmaque (tipo de embarcación peque– ña) de unas quince toneladas, cargado de producios cuyo valor total era de unas quinientas libras, con la intención de recorrer toda la costa hasta la desem– bocadura del río Cacle, deieniéndome en todos los ríos y colonias en que pudiera conseguir carey y
oiros producios que me interesaban. El Rey me ofreció a ires de sus hombres para que me acompa– ñaran hasta Prinzapulko, donde yo sabía que podía conseguir mis propios asistentes para el resto del viaje. Conseguí una cantidad considerable de carey en Duckwarra y Sandy Bay. De allí seguí con des– iino a Brancman donde me enirevisté con el Gober– nador Clementi, con quien quedé de acuerdo en que les compraría todo el carey y oiros producios simi– lares que su genie pudiera recoger. Al llegar a Prinzapolka contraté corno asistenies a un Indio vi– vaz de nombre Brown y a ires hombres más para que me acompañaran y me ayudaran. Ya he hecho mención de Brown en una pade anterior de esíe re– lato: había sido criado en un hogar de familia Crio– lla en Laguna de Perlas y hablaba bien el Inglés. Quedarnos de acuerdo en que les pagaría en adícu– los y especies la suma de cinco dólares mensuales a cada uno a cambio de sus servicios. Por ese pre– cio podría haber contratado los servicios de hombres Blancos o Criollos en Laguna de Perlas, pero prefe–
rí a los Indios porque en mi opinión aguantan más, se cansan menos, son más humildes y conformes y más dóciles y serviciales- por lo fanfo, más adap– tados para lo que yo los necesitaba.
Con ellos abandoné Prinzapulko a principios del mes de Junio, y después de hacer comercio en
Great River, Laguna de Perlas, Bluefields y la colo-' nia de Rama en Punta Gorda, llegué al puedo de San Juan de Nicaraglla. Apenas empezaba a ama– necer cuando arrimé al puerlo, y no me había per– catado de la presencia de dos goletas que allí esta– ban, cuando ya ellos me apuntaban con sus caño– nes. La presencia de esas dos embarcaciones alar– mó a mis Indios, pero ya era demasiado tarde para huir. Apenas hube anclado se me arrimó un bote lleno de gente. El oficial a su mando ordenó que mi
embarcación fuera registrada por dentro y adoptó una ac±i±ud de gran impodancia, corno si hubiera hecho una captura valiosísima. Yo sabía que los Españoles aprovechaban cuania oporfunidad se les ofrecía para comprar a los Indios que hacen el reco– rrido por la costa, cierlos producios secos, y que los comandantes del Puedo de San Juan y del Castillo de San Carlos, no solamente se hacen los de la vista gorda en lo que se refiere a estos conirabandos, sino que iambién compran, pagando el precio en oro o en dólares. Sin embargo yo aún abrigaba mis ie– mores porque llevaba en la carga una cantidad con– siderable de pólvora y machetes, los cuales son es– triciamente adículos de contrabando.
Pero, al contrario de lo que yo esperaba, el Co– mandanie de la fodaleza, al enterarse de la finali– dad de mi viaje, me dijo que quedaba en libedad de marcharme en cualquier momenio que así 10
deseara.
Las goleias eran: "Flor del Mar", de diez caño– nes y 'Esirella" de ocho cañones, cada uno de seis libras. Ambas con un cañón de dieciocho libras monfado sobre un eje. Originalmente esias goletas habían sido corsarios Americanos, de más de dos– cienias cincuenia toneladas la más pequeña, y con una tripulación de cincuenia hombres cada una. El Capüán de "Flor del Mar", deseoso de obiener in– formes por mi medio, insisiió en que yo lo acompa– ñara a desayunar. Mieniras disfrutaba de su com– pañía, el vigilante divisó, desde lo alto del mástil, una embarcación de velas que venía en la misma dirección en que yo había llegado. Al insiante io– do fué confusión y prisa. Todos querían saber qué sabía yo de esia embarcación: en vano les respon– día que no sabía nada, y les sugerí que quizás per-
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