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« Previous Page Table of Contents Next Page »aproximadamente 500 "bushels" (medida para ári– dos igual a 36.35 litros) de maíz que Gordon había llevado a Trujillo, pues ya tenía arreglado con el comandante de ese lugar, que le compraría todo lo que cosechara. Este maíz era de igual calidad, o quizás superior al que se da en los Estados Sureños de Esfados Unidos. Un Norieamericano, Mr. Warren, esfaba al frente de las siembras del Coronel y todos esperaban buenas cosechas y gran demanda para sus productos. Hosmore y otro Inglés habían hecho un viaje sobre el río hasfa la colonia de los Indios poyer para hacerles una visita. La primer colonia de ésfos queda como a cuarenta millas de la de– sembocadura del río y sus colonias llegan hasta el Embarcadero de los Españoles, o sea unas cincuen– fa millas más adenfro. Al llegar a la colonia, Hos– n'1ore Y su compañero enviaron a un Indio a la ciu– dad Española de Manto, conocida también con el nombre de Olancho el Viejo, con la intención de averiguar hasta qué pun:l:o se podían reanudar las relaciones comerciales de antaño con los morado– res de ese lugar. Fue muy bien recibido y regresó porlando carlas de varios "jefes" en las que invita– ban a Hosmore a que fuera a Manto, asimismo en– viaron con el Indio unas cuantas mulas para que hiciera el viaje y les llevara los productos que pu– diera. Hosmore inmediafamente aceptó la invitación y acudió a Manto donde fue recibido amablemente. Le propusieron darle zarzaparrilla, ganado y otros productos a cambio de artículos secos. También le orrecieron mulas y ganado para ayudarlos a estable– cer su colonia, pero corno Hosmore no tenía en qué llevárselos, tuvo que rechazar la oferla. Le confesa– ron que al retirarse los Ingleses de Black River, ellos habían perdido mucho de su comercio y prosperidad, y por lo tanto ahora estaban ansiosos de entablar relaciones comerciales y amistosas con los nuevos colonizadores. Hosmore aprovechó la ocasión para averiguar en qué estado se encontraban aduaIrnen– fe las minas de esa región y consiguió unas mues– fras del oro y plata que producen, siendo las mues– fras de plata de igual calidad que las que yo había visto en el Pacífico con el nombre de "Plata de Mi– na". Algunos de los anteriores colonizadores cono– cían la situación en que se encontraban las minas, y una ocasión, el Coronel Despard intentó hacer un es– fudio completo, pero fracasó porque no era la época adecuada del año. Hosmore me dijo que se había defenida en su viaje de regreso para examinar dos fuentes minerales, una caliente y la otra fría, situa– das muy cerca la una de la otra, en un lugar no muy lejos de donde se juntaban dos afluentes del río. Quedan en la base de una extensa cadena de montañas que se extiende en dirección Oeste y que sin duda coneda con las montañas que forman una barrera entre los Españoles de Nicaragua y las dife– rentes tribus de Indios al Norle y Este del país. La parie más alfa de esas montañas parece es– ±ar, a juzgar por el curso de los ríos, a la al±ura del extremo superior de la región de los Indios Poyer, y al igual que el extremo Este, que está en manos de los Españoles, tiene ricas minas de oro y plata. También me contó Hosmore que se había detenido en las ruinas de una antigua plan:l:ación Inglesa en la que habían muchos árboles de plátano y banano, lo mismo que piñales, cafetales, etc. El padre de
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Hosmore había trasplantado de este lugar cienes de plantas de café, pero dudo que el trasplante haya tenido éxito porque las plantas no se adaptan fá– cilmen±e a vivir en un suelo pobre, especialmente después de haber crecido en suelo fértil. Sin embar– go habían frijoles, repollo, guisantes y otras verdu– ras que sí se pudieron trasplanfar exitosamente. Los moradores de la nueva colonia no tenían problema para conseguir pescado pues con solo tirar las re– des una vez atrapaban suficientes peces para el con~
sumo de varios días. Además, siempre habían abun– dancia de animales de caza cerca del río y en el monte. Por esas razones y también por motivos de conveniencia comercial, decidieron quedarse en este sitio por el momen:l:o en vez de formar su colonia un poco más allá donde el terreno era más fértil. Nos mostraron las ruinas de una iglesia, de un hospital, de varias casas de ladrillo de barro, y de un aserra– dero, todo lo cual ayudaba a formarse una idea de lo industrioso que eran los anteriores habitantes de esa colonia.
Nos contaron el caso de uno de los anteriores moradores de la colonia, el cual nos demuestra has– fa qué punto estaban ellos apegados a su localidad. Cuando los actuales colonizadores llegaron, se en– contraron en el lugar a un anciano de nombre Aus– ±in, quien había sido residente de esa colonia en sus tiempos de prosperidad. Tenía casi noventa años, y después de muchas avenfuras, había decidido re– gresar a su vieja colonia para pasar sus úllimos días allí y ser enterrado al lado de sus antiguos compa– ñeros. A instancias suyas busc,aron en las ruinas del viejo cementerio la tumba de uno de sus compa– ñeros más queridos; al encontrarla, él mismo la lim– pió y la visitaba todos los días hasta que murió, lo cual sucedió a las pocas semanas de la llegada de nuestros informantes. Estos, fieles a la promesa he– cha al anciano, lo enterraron al lado de su querido amigo.
Después de permanecer allí unos cuantos días, el Rey consideró que era necesario regresar al Cabo para celebrar las Navidades con sus jefes principa– les, como era costumbre. También creyó convenien–
te detenerse para visitar al General Robinson, quien ya había regresado de su viaje acompañado de va– rios jefes. Salirnos de Black River por la mañana y
llegamos a la colonia del General al anochecer. En casa del General Robinson se gozaba de cierla co– lTlodidad; tenía varios esclavos Indios y negros y unas cuantas cabezas de ganado que pacían sobre las praderas en la ribera derecha del río, en frente de la colonia. Cuando llegamos, el General estaba ocupado recibiendo zarzaparrilla que le habían lle– vado los Indios Poyer y otros Indios, a quienes pa– gaba el precio que consideraba adecuado. La zar– zaparrilla es abundante en toda la región compren– dida entre Cabo Camaron y el Cabo de Honduras, pero los nativos sólo corlan lo que necesitan para obtener las cosas que les son :más indispensables. Robinson nos recibió en compañía de sus her– manos Barras y Roncell, y de algunos de los otros jefes. Se poriaron un poco fríos con el Rey a instan– cias de Robinson, quien se consideraba como jefe independiente. Regresamos a Crota por el mismo camino que habíamos tornado en el viaje de ida, y al pasar por las diferentes colonias, muchos Cari-
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