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« Previous Page Table of Contents Next Page »vez en cuando hacía canjes de arlículos que le lle– vaban los Caribes. También me dijo que en una parle, el río se ha abierlo paso por una cadena de colinas, una de las cuales fue excavada en su base por la fuerza de la corriente de manera que los bo– tes pasaban por debajo, corno quien pasa por un tú– nel, una distancia de 500 yardas aproximadamente. Además, el río se ve frecuentado por grandes lagar– tos, pero éstos casi nunca son dañinos. Sus ribe– ras son muy férliles y producen bananos y plátanos de óptima calidad, siendo esta calidad una medida, corno si dijéramos, de la excelencia del suelo. Dos Caribes llegaron a visitar al Rey, y durante nuestra estadía, tuvimos el gusto de saborear su pan, cuyo método de preparación tendré luego la ocasión de describir.
Corno todo parecía indicar que se avecinaba una tempestad, el Rey decidió continuar por tierra, dejando atrás a la mayoría de su gente.
Los nativos de esta colonia tienen gran número de caballos que han obtenido en Caratasca, pero co– rno no los usan mucho ni los venden, y se han mul– tiplicado de tal manera que en todas las sabanas ale– dañas se ve gran número de estas bestias en estado semi salvaje, aunque según pude ver, son dóciles y no es difícil amaestrarlos y acostumbrarlos a la al– barda o entrenarlos para cualquier otro tipo de tra– bajo. Al tercer día de nuestra llegada emprendimos el viaje hacia la Laguna de Brewer en dos caballos que nos fueron facilitados. La rufa que seguimos se extendía a lo largo de la costa y de vez en cuan– do por las sabanas que están paralelas a ésta. Co– rno a cuatro millas de distancia de Patook está si– tuada la primer colonia de los Caribes, quienes se han extendido desde Trujillo, a 10 largo de la costa, hasta este sitio; los Caribes son amigos predilectos del actual Rey. Nos detuvimos más de una vez a conversar con los ancianos, quienes en todo mo– mento dieron una cordial bienvenida al Rey y se mostraron deseosos de atendernos lo mejor que po– dían. Los hombres llevaban camisas y pantalones y las mujeres iban casi completamente desnudas. simplemente cubierlas por dos trozos de tela de ca– licó de un tamaño no mayor que el de un pañuelo, uno por delante y otro por detrás, ajustados al cuer– po con fibras de lo que llaman "silk grass". Sus modales eran más bien tímidos y recelosas; cuando nos veían, las niñas corrían a esconderse a algún sitio de donde consideraban que nos podían ver sin ser vistas.
Pasarnos la noche en la última casa Caribe de este grupo, cerca de una extensión de la Laguna de Brewer. Allí dejarnos nuestros caballos y nos em– barcarnos en una canoa en la que llegarnos hasta la entrada a la Laguna, a una distancia corno de diez millas. La entrada es bastante grande, pero no para embarcaciones que necesiten agua de una pro– fundidad mayor de los nueve pies. A tres o cuatro millas de la entrada hay una pequeña isla no muy elevada, corno de dos millas de circunferencia, muy férlil y que antaño estuvo forlificada por los Ingle– ses quienes la usaron para la cría de ganado y el cultivo. Actualmente se encuentra cubierla de ár– boles y manglares. Algunos de los rifles de los In–
gleses aún se encuentran en los mismos sitios en que los dejaron. Se podría volver a forlificar con
muy poco gasto y sería un sitio excelente para el comercio o para una colonia o plantación de Euro– peos. La Laguna tiene abundancia de excelentes os– tras, además de peces y aves en abundancia. Al la– do Oeste de la Laguna hay hermosas colinas, valles y praderas, y en general, se puede decir que el sue– lo es excelente.
Corno a dos millas de la entrada de la Laguna está Plantain River: un río no muy caudaloso con una barra muy peligrosa por la que únicamente pueden pasar canoas. En las riberas de Plantain River está situada la residencia del "General" Robin– son, uno de los jefes que ya ha sido mencionado. El General no se encontraba en su residencia en ese momento sino que estaba en la Bahía de Honduras vendiendo una cantidad de zarzaparrilla y otros pro– ductos que había obtenido con los Indios Poyer, quie– nes tienen una colonia en la parle superior de este río. No aguardarnos su regreso sino que cruzarnos el río y continuarnos nuestro viaje siguiendo las ri– beras por una distancia de media milla; entonces penetrarnos en una sabana desde cuyas sierras pu– dimos contemplar un bello panorama de toda la re– gión, incluyendo la Montaña del Terrón de Azúcar, Richmond Hill y otros puntos elevados aledaños a Black River. Al llegar a la Laguna de Black River, que mide 14 ó 16 millas de largo y la mitad de eso de ancho, nos dirigirnos en canoas a su entrada. En su interior hay varias islas pequeñas, algunas de las cuales fueron cultivadas o empleadas para la cría de ganado cuando los Ingleses mandaban en Black River. Está rodeada de extensas sabanas y pi– nares de los que los anteriores habitantes extraían cantidades considerables de alquitrán, brea y tre– mentina. Las ruinas de la industria de extracción de esos productos aún se pueden apreciar, ya juzgar por su actual apariencia, se llega a la conclusión de que fueron de regular magnitud. Nos encontrarnos con grandes manadas de palomas, zarcetas, patos y otras a ves que todas las mañanas pasaban volando sobre nuestras cabezas por centenares. A un extre– mo de la Laguna entrarnos en un canal natural de ancho moderado, de unas tres millas de longitud y de profundidad considerable, el cual conectaba a la Laguna con Black River.
Después de haber recorrido la parle principal del río, llegarnos al sitio donde los Ingleses en otro tiempo tuvieron una pequeña forlaleza, la cual fué construida para protección de la colonia. El sitio nos pareció muy apropiado para eso. En su tiempo, la forlaleza había estado rodeada por una zanja o fo– so, y con poco gasto podría ser restaurada fácilmen– te. Más adelante· llegarnos a una colonia nueva a orillas de un afluente del río, corno a tres millas de su entrada. El punto nos pareció muy inadecuado para una colonia porque era demasiado bajo. Ya se habían levantado algunas casas en el mismo si– tio en donde había estado la vieja colonia, siendo los cons:l:ruc:l:ores y dueños de es:l:as nuevas vivien– das el Coronel Gordon, el Capitán Murray y su espo– sa, el Capitán Hosmore y su hijo, y tres o cuatro blancos más. Este grupo, cuyo hombre principal era el Coronel Gordon, ya había residido allí duran– te algún tiempo cuando llegaron los otros morado– res. Ya habían limpiado gran parle del terreno y habían hecho una siembra en la que cosecharon
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