Page 102 - RC_1966_05_N68

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donde encontrarnos canoas en las que trasladarnos a la residencia del Gobernador. Cruzando el río, dorrnimos hasÍa la medianoche en sus riberas y a esa hora reanudarnos nuestro viaje.

En sus viajes los Indios generalmenÍe avanzan hasta la diez de la mañana, hora en que se detie– nen a descansar hasÍa las dos o Íres de la Íarde. A

esa hora reanudan la Íravesía hasÍa el anochecer.

En los diferentes sitios de descanso, los Indios duer– rnen en el suelo sobre hojas de palmera y se cubren con una frazada ligera; después de estas pausas siempre me levantaba más animado; antes de to– rnar el descanso se hace una hoguera y se prepara el alimento. Para viajar los Indios solo se visten con la tradicional "pulpera", pero siempre llevan en su equipaje un traje completo de ropa buena, el cual se lo ponen a poca distancia de la residencia de la persona a quien van a visitar.

A eso de las diez de la mañana llegarnos a una pradera en la que había un camino que conducía a la casa del Gobernador, a media milla de distan– cia. Corno Earnee había avisado a Clementi de la visita que le haríamos, aconsejándole que nos invi– tara a beber "mishlaw", encontrarnos a un grupo de su gente que nos estaba esperando en este lugar pa– ra acompañarnos hasta la residencia del Goberna– dor. Los de nuestra comitiva se vistieron con su buena ropa Y Blyati, unos cuantos más, y yo, mon– tamos los caballos que nos habían sido enviados pa– ra nuesira ¡"Clayor comodidad. Marcharnos en línea reda sobre el camino, unos tras otro, llevando a la cabeza nues.l:ra bandera y tambor, hasta llegar a la residencia donde un grupo corno de veinte hombres, sin contar mujeres y niños, aguardaban nuestra lle– gada. La casa está situada en una loma, y de ella se tiene una vista extensa de la región, en cuyas praderas pacían algunos caballos, pero no pude ver ganado, aunque al parecer había suficiente pasto para alimentar a miles de cabezas.

El Gobernador no salió a recibirnos; estaba den– iro, ataviado con sus vestimentas de gala y sentado; se levantó para darnos la bienvenida a Blyati y a 1m, pero no se ocupó del todo, ni ±omó en cuenta pa– ra nada, a los que nos acompañaban. La aparien– cia física y modo de conducirse de este viejo jefe me hnpresionó sobremanera hasta llegar a la con– clusión de que tenía ante mis ojos a un verdadero descendiente de los antiguos Caciques Indios. Era un hombre alto y robusto, entre 50 y 60 años, rostro de facciones típicamente Indias y que expresaba se– riedad y dignidad; no pude evitar el pensar que parecía sentirse humillado por el yugo de los Mis– quitos; era un hombre que había nacido para man– dar y se daba perfecta cuenta, corno el "viejo Cro– zimbo", de que "no era el menos imporlante entre sus compatriotas". Llevaba un uniforme Español, de tela azul, cuello rojo y adornado con encajes de oro; un chaleco de satín bordado, con lentejuelas y con grandes bolsillos; pantalones blancos, medias blancas de algodón, zapatos con hebillas de plata y un gran bastón con empuñadura de oro similar a los corregidores y alcaldes de las provincias Sud Americanas, con lo que completaba su atavío. Esas ropas, que eran de corle antiquísimo, las había heredado de su desaforlunado hermano; la digna apariencia y finos modales de este viejo jefe

hacían un contraste enorme con la aspereza de los Misquitos y me convenció de una manera contun– dente que la dominación de los Sambos había re– tardado grandemente la prosperidad de los verda– deros Indios. Clementi ordenó refrescos y atendió abundantemente a los de nuestra comitiva en otra casa, no permitiendo que se sentaran a su mesa na– die más que los hombres más imporlantes.

Después de la comida leí la carla del Rey y al enterarse éste de su contenido, expresó gran satis– facción; se izó la bandera Inglesa a la entrada prin– cipal de la casa y el Gobernador pareció sentir que ahora sí se le estaba tratando con el debido respeto y se le otorgaban los derechos y privilegios que le perlenecían: señaló a dos o tres Indios que en su opinión no habían respetado su autoridad o le ha– bían ofendido; acto seguido fueron capturados por los miembros del grupo de Blya!± y amarrados; pe– ro en vez de ser azotados, ,corno era la cosÍumbre, los azotes fueron dados a un cuero de toro seco. No me enteré a ciencia cierla si ésto saÍisfizo enÍeramen– ±e o no al Gobernador, pero luego me enÍeré de que los Indios libres consideran el azoÍe corno una se– ria humillación. La noche Íranscurrió sin sucesos desagradables. Yo Íuve que leer la carla del Rey una y oÍra vez y el Gobernador pareció alegrarse de senÍirse libre de la amenaza de 1nás daños de parle de la genÍe del Rey. Me mostró varias carlas y cer– ±ificadas que comercianÍes y oÍras personas habían otorgado a él y a su difunto hermano, iodos ellos dando testimonio de su honorabilidad y honradez. El Íerreno, en esta región, se compone de pra– deras bajas, en parle' cubierlas de pinos. Los prin– cipales terrenos de cultivo de la gente del Goberna– dor quedan muy distantes, en un sitio conocido con el nombre.de "Hills" I colinas) por 10 cual se les co– noce en Íoda la Costa con el nombre de "hill peo– pIe", o sea "gen±e de las colinas". Esas colinas, o elevaciones, son Íres y quedan al occidenÍe de Branc– mans, a una distancia basÍante considerable tierra adentro; no se distinguen desde el mar, al aproxi– marse a tierra, por su poca elevación. El terreno de las colinas y demás al occidente es muy férlil y muy bien cultivado, abasteciendo de provisiones ta– les corno bananos, plátanos, etc. a las poblaciones de Sandy Bay, Cabo Gracias a Dios y otros lugares de la Costa. Debido a que está demasiado lejos de la cosía para combinar las ventajas de la agricul– tura y la pesca, no se ha establecido nadie en "Hills". Descubrí algunos depósitos de marga de excelente calidad al otro lado de los pinares, un poco al oes– te de Brancman's Bluff, sobre el camino que condu– ce a la Laguna de Para. También encontré buena arcilla blanca; si los Indios conocieran algo sobre la fabricación de loza de barro se darían cuenta de que tienen allí una rica fuente de material de la mejor calidad.

Clementi se considera dueño de toda esta tierra, las exiensas praderas, los pinares, y todo 10 que está comprendido entre este punto y la costa, in– cluyendo las colinas y las tierras del interior; tiene a su favor el voto de confianza que le dan los In– dios puros, y no dudo que, en caso de cualquier in– ten±o de parle de esos aborígenes para librarse del yugo de la raza mezclada de los Mosquitos, él, o sus descendientes pueden estar destinados a desem-

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