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« Previous Page Table of Contents Next Page »las mujeres regresaran a sus casas para evitar que luego no estuvieran en condiciones de atender a sus maridos. La bebedera continuó sin cesar toda la noche, y en ella parliciparon jóvenes y viejos por iguaL Se siguieron tocando los tambores y se dis– pararon mosquetes, algunos de ellos cargados de pólvora hasta la boca, hasta que casi toda la con– currencia se encontraba en un estado de embria– guez bestial siendo atendidos por las mujeres, que con ese fin eran llamadas de vez en cuando. Oca– sionalmente, sin embargo, uno que otro se recupe– raba pero solo para dirigirse de nuevo a su "mish– law" favorito y reanudar sus excesos. Todo el si– guiente día se ocupó para beber, y no fué sino has– ta el otro día que los licores quedaron reducidos a los desechos del maíz y cazabe, pero aún éstos fue– ron exprimidos con las manos y su jugo vertido en las calabazas y dado a los que todavía estaban de– seosos de beber más. La tercer noche todos los li– cores habían sido consumidos y los Indios comen– zaron a retirarse a sus respectivas casas, muchos de ellos quejándose, con razón, de que "sentían mala la cabeza". Sin embargo, es cosa notable que du– rante toda esta festividad no se presenció una sola riña.
Pennífaseme hacer aquí la observación de que el tambor Inglés es el principal instrumento musical de los Misquitos, quienes 10 tocan muy bien, corno el mejor tamborilero Europeo; se comenzó a usar cuando las fuerzas Británicas estuvieron en la Costa Mosquita y desde entonces ha sido el instrumento favorito. Cada aldea tiene su tambor. El único otro instrumento musical que vi fue una rústica pipa o flauta hecha de bambú. Un extremo tiene la for– ma de un caramillo (flautilla de cañal y tiene cua– tro hoyos para los dedos. El primero de éstos co– rno a dos tercios de la longitud total del instrumen– to y los otros a intervalos de media pulgada apro– ximadamente; se necesita un esfuerzo bastante gran– de para hacerla sonar y su tono es ronco y monóto– no con muy pocas variaciones. Dos de esos instru– mentos se tocan simultáneamente; los bailarines eje– cutan una especie de minué en el que avanzan y retroceden acompañando ésto con gesticulaciones grotescas. Una de sus danzas favoritas es una es– pecie de obra teatral en la que representan el corle– jo Indio.
Debido a que el Gobernador Clementi, uno de los tres hombres principales de la Costa Mosquita, no se hizo presente, decidieron enviar a una perso– na para que tratara de traérselo. Los motivos de la aversión de este jefe para reunirse con los demás son las siguientes: Su difunto hennano, conocido por toda la gente con el nombre de Don Carlos, había sido muerlo hacía algún tiempo por la gente del Rey, bajo el pretexto de que estaba demasiado es– trechamente vinculado con los Españoles de Grana– da y Nicaragua, con quienes tenía asiduo contacto y de quienes había recibido muchos presentes de ganado, etc. La gente del Rey sospechaba que es– te hombre tenía planeado prestar su ayuda a los Es– pañoles para que éstos fonnaran una colonia en la Costa Mosquita. Pero es más probable que su co– nexión con los Españoles haya sido solo una de va– rias razones por las cuales le dieron muerle. Era un Indio de pura sangre y de bastante capacidad: el
único que merecía tal descripción, a excepción de su hennano C1ementi, y tenía una posición de impor_ tancia en el gobieron del Rey Mosquito. Gozaba de mucha influencia entre los Indios, incluso las dife– rentes tribus de Woolwas y Cookras. Sus dominios se extendían de Sandy Bay a la Laguna de Cayo de Perlas, y corno consideraron que era una amenaza para ellos el dominio de este hombre, dispusieron eliminarlo. Desde entonces su hennano C1ementi nunca volvió a visitar al Rey o a poner pies en las aldeas de los Misquitos. Esta desaveniencia entre el Rey y Clementi se vió agravada debido al mal comporlamiento de un negro favorito del primero quien hacía algún tiempo había acompañado a Ro– berl, hennano del actual Rey, en una visita a Cle– menti, quien los recibió y los trató con mucha hos– pitalidad; sin embargo, en una fiesta ofrecida en ho– nor de Roberlo, el negro no solo insultó de una ma– nera extremadamente grosera al Gobernador, sino que apoyándose en la amistad que tenía con el Rey y la supuesta estupidez de Clementi, irrumpió en uno de los depósitos de este último y cargó con va– rios objetos que le llamaron la atención. Al ver que Roberlo no interfería, Clementi se annó de un mos– quete y dio muerle al negro. El Rey, que no se atrevía a atacar abierlamente al Gobernador, decidió vengarse apoderándose de su ganado o ahuyentán– dolo cada vez que se le ofrecía la ocasión. Para evitar esto, Clementi se deshizo del ganado, de mo– do que ahora ya no se ve un solo animal en las praderas, corno se veían en tiempos de Don Carlos Ahora se suponía que Clementi estaría tramando al– go para vengarse, y para evitar una guerra civil en– tre Mosquitos e Indios, el Rey, antes de regresar al
Cabo, estaba deseoso de reconciliarse con Clemen:ti. Además, tenía otras razones para querer hacer las paces: se daba cuenta de que en una ocasión había insultado a Earnee, el mejor amigo de Clementi, y el único jefe capaz de gobernar el país desde la muer– te del "general" Robinson, teniendo liberlades con una de las esposas favoritas de Earnee en ausencia de éste, y que, por consiguiente, Earnee se había aliado con Clementi casándose con una de las her– manas menores de este último, y por 10 tanto, al producirse una guerra, era probable que el prime. ro se hiciera alIado del Gobernador. Earnee se ha– bía excusado de tornar parle en esta expedición, y por 10 tanto, el Rey me pidió a mí que acompañara a Blya±:t, junto con una comitiva como de veinte personas, para que fuéramos hasta Clementi por– tando una carla del Rey en la que decía que, no ha– biendo podido asistir en persona, había encargado al Almirante que 10 asistiera en castigar a los que se resistieran a obedecer su autoridad; pero que no pudiendo ir el Almirante, envia:pa a Blya±:t. Fuí es– cogido para leer esta carla a Clementi en presencia de Blya±:t, quien a su vez fue escogido para acla– rar que "el papel que se estaba leyendo era auténti– ca orden del Rey y debía obedecerse al pie de la letra".
Emprendimos nuestra jornada recorriendo co– rno ocho millas hasta llegar a la parle superior de la Laguna de Wawa, donde nos embarcarnos en tres canoas que nos llevaron hasta un río en cuyas ribe– ras desembarcamos. Luego atravesarnos una exten– sa pradera hasta llegar a un áfluenfe del Río Wfiwa
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