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« Previous Page Table of Contents Next Page »dancia de Armas hacia donde yo salía en esos mo– men±os con el Dr. Cuadra Pasos.
Il(f¿-aiellll ¡pie!l'd'e 'IJIll\l miíll1lw@•••"
Cuando íbamos por la casa de don Carlos Báez, corno a dos cuadras de distancia de la entrada a la Comandancia de Armas oímos los primeros dispa– ros. En±onces ordené al cochero que nos conducía que detuviera el coche y yo me lancé fuera de él, lo que alarmó al Dr. Cuadra Pasos, quien considera– ba que algo grave me podría ocurrir en aque– llas circunstancias, mas yo me despedí de él dicién– dole: "En estas circunstancias quien pierde un minu– ±o lo pierde todo'" y seguí corriendo hasta la puer– ta del CarrLpo de Marte que llamaban del Perpeiuo Socorro la que cerraban en esos n'1.omentos. Una vez que hube entrado, a una señal con el General Víquez, procedirrLos en conjunto, él a la cap– ±ura del Mayor de Plaza .Jorge Mena, y yo a la del COrrLandanie, General Jersán Sáenz, quien al verme me dijo: "Usled es un intruso aquí, váyase!" a lo que yo le respondí: "El intruso es Usted, y quien se va es Usied". Esto le dije cogiéndolo de la rrLano en que llevaba desenfundado su revólver. Luché con el un rato hasta despojarlo y luego le hice en– tender las órdenes del Presidente don Adolfo Díaz. Mieniras tanto, Víquez había sometido a Jorge Me– na haciéndolo poner las manos en alto contra una pared.
Después de dom.inar a los Jefes y apoderarnos del edificio, salimos al pafio para dar las ins±ruccio– nes de colocar la puntería de unos dos cañonci±os que allí habían hacia la mansión residencial del CarrLpo, donde vivía el General Mena. Mas antes de ordenar se disparara, procedí a llarrLar al Gral. Hurtado a la Loma para prevenir se alistara y ad– vertirle que no se alarmara por los disparos de ca– ñón que oyera pues serían dirigidos a la Mansión. Después, llarrLé a Mena, por teléfono, para comuni– carle la orden de destitución de Díaz y lo que había hecho con la Comandancia de Armas y para conmi– narle adernás que se entregara prisionero advirlién– dole también que si se negaba a ello que dispara– ría contra la Mansión.
Mena rrLe pidió que lo esperara unos cinco mi– nutos para entregarse, rnás COrrLO pasaron los minu– tos de espera concedidos sin haberse presentado, dí orden de disparar los dos cañonci±os los que hicie– ron bastante daño en el edificio. En±onces Mena :me llarrLó pidiéndorne la suspensión del ataque y
decirme que Damaría inmediatamente a la Embaja– da Americana para pedir al Ministro Americano que llegara a llevarlo.
EfeC±ivamen±e Mena habló con el Minis±ro, pues ésle me pidió suspendiera el ataque a Mena, y me aseguró que ésie ya estaba rendido y que él rrLe ga– rantizaba que Mena se entregaría ese mismo día. Yo le pedí al Minis±ro un ±ierrLpo fijo, delerminado, co– rno de una hora, por ejerrLplo. Yo me quedé con– fiado en las palabras del Minislro, más pasó el tiem– po sin que Mena apareciera, y no fue sino hasta co– rno a las seis de la farde que tuve datos verídicos de que Mena preparaba su fuga.
Algunos a:migos de Mena estaban llegando a la Mansión para acompañarlo en su huída, entre los cuales estaban Marcial Erasmo Solís, Salvador Bui– trago Díaz, Alfonso Es±rada y otros, jóvenes iodos de impodancia en el Parlido Conservador.
Al pasar Mena por la MOrrLo±orrLbo considerán– dose ya seguro de efectuar su escape a Granada sin es±ropiezo alguno, el grupo que lo acompañaba biza unos disparos al aire vivando a la Revolución Menista. El Minis±ro Americano fue informado de ello, l1:1.aS no obstante que todavía continuaba ha– ciendo resistencia a dar crédito a la evidencia, se puso en actividad c011:1.unicando los sucesos a su Go– bierno y moviéndose aquí en la Capital entre el Cuerpo DiplorrLá±ico para el desconocirrLien±o de lo que podría organizar Mena C011:1.0 semblanza de Go– bierno, ya fuera en Masaya o en Granada.
Por su parle Diaz también se puso en actividad organizando su nuevo Gabine±e y dándome la ma-
yor suma de poderes para la reorganización del Ejér– cito y para que hiciera la defensa de Managua a mi entera satisfacción.
i1a G-aeuaI de Melllla
Por supuesto que al 1n1C16rSe la Revolución de
1912, conocida por el nombre de "La Guerra de Me– na" todas las ventajas estaban de parle del General que corno Minis±ro de la Guerra había minado el país con una organización militar casi personal, es decir, con aquellos elementos que durante la guerra de la Costa habían servido bajo sus órdenes. Ade– más la distribución de los m.ateriales de guerra los había hecho calculadamente, encontrándose por eso la mayor parle del armam.ento en el cuartel de San Francisco. de la Ciudad de Granada, el que había puesto bajo la Comandancia del General Daniel Me– na, hijo del mismo General Mena.
El Cuadel de Managua estaba muy desprovisto, lo que pudimos constatar desde el primer día en que principiamos a organizar la defensa de esla ciudad. Por esta razón, sólo pudimos enviar con el General Fru±os Bolaños Chamarra, unos doscientos hon-,bres a Tipi±apa, la que considerábamos llave del Depanamen±o, los que, dos o tres días después es– ±aban siendo derrotados por las fUerzas que con el General Zeledón había despechado de Masaya el General Mena par:a ocupar aquella población. Las causas, SIn embargo, de la derrota del Ge– neral Bolaños Chamarra fueron la falta de tiempo con que contó para dar a sus hombres una organi– zación adecuada y que fueron atacados por fuerzas muy" superiores en número a las suyas.
Con lo ocurrido en Tipitapa tuvimos una lec– ción que aprovecharnos en esta ciudad de Managua, cuál era la de preferir la calidad a la cantidad, lo que estaba también de acuerdo con el n Úl1:1.erO de elelnen±os de que disponíamos. La prontitud con que fue atacada Tipifapa nos enseñó, también, que para defender Managua teníamos que trabajar ince– santemen±e, día y noche, para ponerla en un buen pie de guerra, como se dice generalmente.
No obstanie que iodos reconoGÍam.os la debili– dad en que había quedado el Gobierno de Díaz con el re±iro del General Mena llevándose parle de la Policía y los ele11:1.enlos de guerra de esta plaza, en ninguno de nosotros hubo el más pequeño asomo de desrnayo, anfes por el contrario, había un exceso de coraje y iodos ±rabajarrLos con la seguridad de que al final el éxito coronaría nuestros esfuerzos. Por otra parte, de todos los Departamen±os nos llegaban pequeños contingentes que habían logrado burlar la vigilancia de las fuerzas del General Mena para venir a prestar sus servicios al Gobierno de Díaz.
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il.sí fue que en el pequeño término de unos ocho a diez días habíamos logrado poner esta Plaza d~
1tIanagua en condiciones de recibir los primeros em~
bafes de las fuerzas, ahora enemigas, del General Mena.
Uno o dos días anteriores al ataque de Mana~
gua, fuí yo a la Penitenciaría para ordenar la colo– cación de una pieza de artilleria en la forre que ese edificio tenía. Como allí se encontraba prisionero mucho elemento adverso, éste al darse cuenta de mi presencia, comenzó a echar mueras y proferir a11:1.e– nazas contra mi persona con voces altas y altera. das. En±onces el Comandante de la Penitenciaría Coronel Isidro García, sobrino del General Anastasi~
Somoza Garcia, que había salido a saludarme por. ±ando un chilillo de cuero crudo, me dijo: "General, tan pronto Ud. se vaya, le voy a dar una chilillada a iodos esos imbéciles para que se acuerden de mí por mucho ±ierrLpo". A lo que yo le respondí: "Co– ronel GarGÍa, le prohibo a Ud. dar un solo golpe a alguno de esos prisioneros. Yo estoy muy acostum. brado a oír vivas, es bueno que también me vaya acostumbrando a oír mueras". Con eso me despedí de García después de haber dado rrLis instrucciones para la colocación de la pieza de artillería. Con satisfacción consigno aquí que el Coronel
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