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1 aceptación de Mena, con Mancada de segundo. a Después de ésto me retiré de la formación del Gabine±e, pues no quería que. se interpretara que yo intervenía en tales nombramlen±os.

Gabinete de Eslrac1a

El General Es±rada organizó su Gabinete de la , uien±e manera:

Slg Ministro de la Guerra, General Luis Mena; de

,"1 cienda don Manuel Lacayo; de Relaciones Exte– .c: a res e Íns±rucción Pública, don Tomás Martínez; da

Fomento y Obras Públicas, don Fernando Solór- :no y de Gobernación, don Adolfo D~az. ,

Z En visia de que en algunas ocaSIones ocurrlan risiones que no habían sido orden~das por. las auto– P'dades cOlLlpe±en±es, dando eso ongen a Olerlos he– !'1hos que ocurrían por el estado de nerviosismo en c ue había quedado el Zelayismo, hechos que se a±ri– 6uían a falla de una ley organizadora del país, co– mo fue el caso del DoC±or Manuel Coronel Ma±us, uien puso fin a su vida en el baño de su casa cre– qéndose perseguido, dispuso el nuevo Gabine±e emi– flr una Ley de Garantías para mientras se convoca– ba al pueblo para una Constituyente que formulara la nueva Constitución que habría de regir.

La anterior disposición del Gobierno fue comu– nicada al Minis±ro en Washington, ~odor Salvador Castrillo, para que a su vez la comunIcara al I?~par­

tamen±o de Estado. Es±e, por su parle, resolvlO po– ner en conochnien±o de nuestro Minis±r~ que había resuello enviar un represen±ap±e del Goble;rno c!-e los Estados Unidos ante el GobIerno revoluOl<?nano re– cién instalado en Managu~ para con;unlcarle las condiciones que aquel GobIerno pondna para o±or– gar el reconocimiento del nuevo Gobierno de Nicara– gua.

Tbomas C. Dawsoll1l

Nuevamen±e se dirigió el Gobielno del General Estrada al Ministro Castrillo para que hiciera saber al Departamen±o de Estado su aceptación por el en– vío del Representante del Gobierno de lo~ Estados Unidos para discutir con él las bases del :reconoci– miento, y pocos días después del cruce de estos men– sajes llegó a Managua, Mr. Thomas C. Daw~on_ con su señora esposa, una elegante y bella brasllena. Muy conforme con el modo de ser norteamerica– no es decir sin pérdida de tiempo, tan pronto como llegó Mr. Dawson a Managua, se presentó al Gene– ral Es±rada para informarle de las condiciones que su Gobierno requería para otorgar el reconocimiento de su Gobierno al Gobierno del General Estrada. Eslas condiciones fueron las siguientes: Con– voca±oria de una Asamblea Constituyente; el libre sufragio, que eslableciera en una Constitución demo– crática los principios de libertad y justicia y prohi– biera los luonopolios; formación de un tribunal de acuerdo con los Estados Unidos que conociera de las reclamaciones que pudieran originarse por las abo– liciones de los monopolios, concesiones, arrenda– mie'o.ios y demás contratos ilegales hechos durante la administración de Zelaya y Madriz; concesión de un empréstito en los Estados Unidos que fuera ga– rantizado con un tanto por ciento de los impuestos de Aduana de la República para restablecer la Ha– cienda Pública, consolidar la deuda exterior e inte– rior y pagar los reclamos legítimos nacionales y ex– tranjeros.

Es±as fueron las condiciones que el Gobierno de los Es±ados Unidos exigió a la nueva administración para que fuera reconocida, reconocimiento que fue concedido una vez que ésta adquirió el caráder de constitucional.

Una vez que se le había prometido a Mr. Daw– son aceptar formalmente las condiciones arriba trans– critas, se procedió a elaborar unos convenios sobre esos mismos tópicos, los cuales convenios se cono– cen como los Pactos Dawson que fueron firmados par el General Es±rada, don Adolfo Díaz, el General Mena, don Fernando Solórzano y yo.

. En aquel entonces mucho se rumoró sobre la Jnsistencia del General José María Mancada para ser

incluído entre los firmantes de los Pactos, pero Mr. Dawson, no sé por qué causa, no le dió acogida a tal solicitud y los Pados quedaron firmados solamen– ±e por aquellos cuyas firmas aparecen en los docu– menios.

Ley de GaJranlías

La Ley de Garantías, a la oue me referí anterior– mente, fue preparada y emitida antes de que llega– ra el Representante del Gobierno de los Estados Uni– dos, Mr. Dawson, quien una vez en el país la estu– dió y consideró que llenaba los propósitos para que había sido emitida. Esa ley fue elaborada por una Comisión nombrada por el mismo General Estrada y compuesta por los dadores Máximo H. Zepeda y Carlos Cuadra Pasos, quien funcionaba por eso tiem– po como Secretario Privado del Presidente. Ambos comisionados sometieron la Ley en consulla al jui– cio jurídico del dador Alfonso Ayón, el que dió un diC±amen favorable.

Mr. Dawson estuvo en el país alrededor de unos quince días y después de su regreso se convocó al pueblo para la elección de Representantes a una Constituyente.

Para esta elección hubo entera libertad y al Par– tido Liberal, aunque hubiera querido, le habría sido difícil tomar participación, pues ese partido se ha– bía retirado completamente de la gestión pública ba– jo la loza de la nota I'1:nox.

Asamblea Consiiluyentte.

La elección para Constituyente recayó sobre ele– menios magníficos del Partido Conservador, y se pue– de hacer mención especial de los más brillantes jó– venes que entonces tenía el país, tales como el doc– tor Carlos Cuadra Pasos, don Salvador Buiirago Díaz, don Pedro Gómez, doctor Daniel Gutiérrez Navas, don Manuel J. Morales, don José Dolores Mondragón, don Salvador Amador, don Toribio Tijerino, etc., etc. No obslante de pertenecer todos los componen– tes de esta Asamblea al Parlido Conservador, no ha– bía en ella una perfecta homogeneidad de criterio y frecuentemente se entablaban interesantes deba– fes sobre los t<5picos que se discutían, especialmente, c;.lé;mdo se trató de las cuestiones educacional y re– 11g10sa, dos puntos que durante el Gobierno de Ze– laya habían sido objeto de modificaciones contra– rias al sentir nacional.

Al llegar la Asamblea al debate de estas cues– tiones el país se sintió vivamente interesado, tanio en su desarrollo como en su resultado y de muchos departamentos venían gentes a presenciarlos desde las galerías.

y como no sólo los Dipuiados electos tenían de– recho a hacer uso de la palabra, sino que también podían hacerlo los Magistrados y los Minis±ros de Estado, y entre aquellos estaba el Dr. Máximo H. Ze– peda, hombre de fácil palabra y de una gran fuerza oratoria, los debates que ocurrieron sobre la cuestión religiosa en la que él intervino fueron, como he di– cho, de suma importancia.

earnos Cuadra Pasos

Por el interés que en los departamentos habían despedado esas brillantes discusiones, familias en– ieras venían a presenciarlos y a interesar a los con– gresales en el apoyo de sus puntos de vista. Por ese entonces, no habría sido difícil a un mediano observador predecir el próximo enlace del Dador Carlos Cuadra Pasos con la bella señorita Mercedilas Cardenal, según era el calor con que el Dodor Cua– dra Pasos exponía los principios religiosos del Par– tido y el entusiasmo con que la señorita Cardenal aplaudía sus discursos.

Este romance dió motivo al General Mancada para comentar a la terminación de un discurso del Doc±or Cuadra Pasos: "No le basta al Dodor Cuadra Pasos ser un buen hijo del Obispo, lo grave es que ahora quiere ser hijo de Cardenal".

Asalé6da y p~rlume

Tan interesantes eran esos debates que los Libe-

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