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« Previous Page Table of Contents Next Page »todas mis campañas triunfantes hasta el desastre de Tipitapa. d" t· tI' d'd d . Como lJe an enonnen e, a per
1 a e ml co-lumna obligó al General Mena a retirarse de sus po– siciones que mantenía en las inmediaciones de Aco– yapa, y situarse otra vez en El Rama, ciudad de donde originalmente había pariido.
En±re la oficialidad de las fuerzas del General Mena se comentaba, no sin cierio placer ínfimo, que yo sería so~e!ido .a un Consejo de Guerra por lo que había ocurrIdo; SIn embargo, yo estaba seguro de que tales rumores no eran sino el efedo de las ±ác– ±icas malévolas de los mismos que habían hecho que el General Mena demorara su salida de El Rama para ver si al comienzo de mi campaña, yo fuera des±ruído por todo el peso de las fuerzas del Go– bierno del General Zelaya. Es±o lo saqué en claro en una conversación que sostuve con el mismo Ge– neral Esirada, cuando precisamente le pedí que me juzgara en Consejo de Guerra porque yo quería que se aclararan las cosas y que no se creyera de que gozaba inmerecidamente del favor de su amistad y que debido a ella no se me castigaba. El Gene– ral .l:::.s±rada rehusó dar paso alguno a ese respedo, y antes por el contrario, me dió el nombramiento de Delegado del Ejecu±ivo, es decir, me dejó en una po– sición más amplia y de mayor esfera de acción que la que tenía an±erionnen±e.
Tan±o el General Mena en El Rama, corno nos– otros en Bluefields, nos dedicarnos a reorganizar nuestras fuerzas y forlalecer nuestras posiciones pues con frecuencia nos llegaban rumores del interior de que llegarían muy pronto los Generales Godoy, Cha– varría, Lara y otros cuantos a atacarnos, fanfo por tierra corno por mar.
En esos preparativos de aumentar nuestras fuer– zas y de forialecer algunas posiciones militares al– rededor de El Rama, Bluefields y El Bluff, pasamos el tiempo durante varios meses.
Ataque liberall! al Bllulff
Por fin se llegó el día en que los rumores de que llegarían fuerzas a atacarnos se conviriieron en realidad; pero ya por ese tiempo nuestros ele– mentos en Bluefields, aunque no muy numerosos, estaban bien preparados para defender por tierra a la ciudad de Bluefields, pues por el lado del mar, o Sea, por la Laguna de Bluefields, estaba defendida por el Bluff, lugar estratégico que a su vez presenta bastante facilidad para ser protegido desde tierra, Quiso, sin embargo, el azar de la guerra que en eSÍa ocasión aquello que nos pareció que estaba muy bien asegurado fUe lo primero que perdimos. Resultó que una mañana nos cOlnunicaron que el enemigo, con el dador Julián Irías a la cabeza, había perforado la posición de El Torluguero, que es un banco de arena corno de 60 varas de ancho, por el que peneiraron a El Bluff y que esa posición estaba ya ocupada por las fuerzas enemigas que habían llegado por un barco al mando del Dodor y General Irías.
Por otro lado, nos llegaba también la noticia de que el enemigo, por tierra, estaba ya al frente y que seguramente nos atacaría de un momento a otro.
El encargado de las fuerzas de Bluéfields y de su defensa, así corno la de El Bluff, era yo. Y debo confesar que me sentí algo anonadado cuando tuve la noticia de la pérdida de El Bluff, pues me pare– ció que tal suceso iba a desmoralizar a las tropas que defendían Bluefields cuando éstas supieron lo que había ocurrido, esto es, la pérdida de aquella imporiante posición.
Un día en que andaba recorriendo la ciudad y pensando lo que deberíamos hacer en tal situación crífica divisé a don Adolfo Díaz que iba sobre la ace– ra hacia la Comandancia de Armas. Le dí alcance y acerqué mi bestia donde él iba y le pregunté corno veía él la situación después de la pérdida de El Bluff, y qué pensaba hacer él. "Seguir corno estába– mos an±es", me confesfó. Yo ví a Adolfo muy fran– quilo, franquilidad que, corno he dicho anfes, yo no
disfrutaba, pero después de esa ligera conversación con él, torné más confianza en la situación.
Un O!'aclor criollo
Un poco más adelanfe divisé a un grupo de gen.l:e que estaba escuchando a un orador de la ra– za criolla, bastante joven, que estaba diciendo a su auditorio que la pérdida de El Bluff no significaba nada, que lo que se necesitaba era tener fe en el friunfo de la Revolución, y continuó, "La fe de los marinos náufragos que en una ocasión, viéndose en medio océano en el que estaban ya casi muerlos de sed, vieron a la distancia un barco. En±onces ellos, con señales, de que se sirven los marinos pa– ra comunicarse, le pidieron agua al barco y los del barco les con±es±aron, "Metan el cubo al agua", y ellos, creyendo que no les habían entendido, repi– ±ieron el pedimento una y aira vez, y la con±es±a– ción fue siempre la m.islna, "Metan el cubo al agua"
y por fin ellos dudando, metieron el cubo al agua, y cual no sería su sorpresa al enconirar que aque– lla agua era dulce. No sa1;:>ían ellos que estaban en el estuario del Amazonas que entra corno dos– cientas millas en el mar sin confundir sus aguas", Esa era la fe que el orador pedía a su auditorio. Aplaudí al joven orador y seguí mi camino a las trincheras.
Felizmente, el ataque por tierra a las defensas de Bluefields no se hizo esperar, y sin tiempo alguno para poner sobre aviso al ejército defensor, ya se estaba combatiendo, lo cual levantó la moral de ±o– dos.
El Bluff estaba defendido principalmente por las fuerzas del General Fernando Elizondo, y a éste le correspondía precisamente, más que a ningún airo jefe la defensa de ese lugar clave llamado El Torlu– guero, y fue el decir de las gentes por aquel en±on– ces que le faltó vigilancia por lo que las fuerzas enemigas, en su mayor parie, burlaron a los cen±ine– las encargados de ella, pasando, metidos en el agua, más allá de donde estaban las trincheras para des– pués atacarlo por ambos flancos y así derrotarlo fá– cilmen±e.
Defensa de Bhaefieblls
La defensa de Bluefields, corno he dicho, esta– ba a 1ni cargo y yo tenía bajo mi mando a algunos jefes militares entre los que contaba, principalmen. fe, a los Generales Tomás Masís, José Manuel Du– rón y Luis Correa. Durón estaba hecho cargo de una .falda de montaña bas±an±e extensa que va a mo– rir a la Laguna en la parle sur de Bluefields, frenfe al Falso Bluff. Masís estaba a la defensa de otra altura que queda propiamenfe detrás de Bluefields y frente a los potreros de don Agustín Bolaños Ga– ray; y hacia el lado de Old Bank le correspondía al General Correa. Tal era la línea de defensa de Blue– flelds que me tocaba recorrer e inspeccionar. Mas se me olvidaba decir que en Bluefields ha– bían desembarcado los Marinos americanos y que éstos se habían hecho cargo de la ciudad, de mane– ra que nosotros teníamos que defenderla a una pru– dente distancia de la población misma y teníamos, además, el inconveniente de no poder cruzar gente armada por ella, así es que fodo nuestro poder mi– litar estaba limitado a los mismos lugares donde esperábamos combatir.
No sé por qué el enemigo escogió para princi– piar el ataque las posiciones del General Durón, que fueron las primeras en recibir un vigoroso empuje. Quizás lo haya movido a ello la esperanza de que fomadas esas posiciones se podría establecer una fácil comunicación con las fuerzas del General Irías que estaban en El Bluff.
El ataque fue muy violento, mas cuando eran ya las nueve o las diez de la mañana nosotros es– tábamos seguros de poder conservar nuestras posi– ciones, porque estábamos convencidos también que ellos no podrían repetir ataques tan violentos corno los que habían hecho, ya que no habíamos fenido nosotros peligro alguno de ser desalojados.
Es indudab¡e que el fener allí al General Durón
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