Page 89 - RC_1966_04_N67

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cero.os fuerles en el Cerro Mombacho. Ese era el plan que habíamos adoptado.

Con ese plan, salirnos, pues, de El Paso donde había tenido la grata sorpresa de que el Docior J o– sé An±onio Aros±eguí y el Coronel Anselmo Sequeira me solicifaran audiencia para pedirme que los in– corporara a mis fuerzas. Ellos querían defender, me dijeron, la causa del Parlido Conservador, y aun– que muchos desconfiaban de ellos, yo los incorporé. Nunca ±Uve motivo para arrepan±irme de la confian– za que en ellos deposité entonces, y mucho menos aún del Coronel Sequeira, a quien le cosió hasta la vida su fidelidad a mi persona y a mi causa. Ya para llegar a "Osagay" en nuestra marcha hacia Granada, venía sobre el carnina, hacia nos– otros, el señor Virgilio Miranda Vega, conocido agricu1±or de Tisma, y partidario nuestro. El en– ±usiasmo del señor Miranda al encontrarnos fue muy grande y después de darnos sus efusivos salu– dos, en vista de que nuestra marcha continuaba ha– cia Granada, nos preguntó con mucho interés por qué íbamos hacia allá en vez de hacerlo hacia Tis– ma, que era según él, el lugar más estratégico que podíamos encontrar.

Tal observación me interesó mucho, por lo que ordené a las tropas hacer alto, y en unión de los je– fes n1.ili±ares, cornpañeros míos, principié a conversar con él más detenidamente.

Batalla de 'll'isma

Ya ±odos reunidos, Miranda comenzó a exponer las ventajas de Tisma, la abundancia de alimen±a– ción que encontraríamos en ese lugar, la presencia de numerosos amigos de la causa, y muchas otras ventajas reah:nente dignas de tornarse en considera– cióJ;l. Agregó, además, de que cuando había salido de Tisma hacía pocos días, no habían tropas del Go– biero.o en ese lugar, ni se tenían informes que esfu– vieran por llegar.

Es±e fue otro punto que nosotros ±omamos en

consideració~ para variar nuestro rumbo, corno en efecto lo hicUnos; de acuerdo con ±odos mis oficiales. A pesar de que el cruce del Charco de Tisma no dejaba de presentar algunas dificultades, corno por ejemplo, el de tener que regresar el tren de guerra al Paso de Panaloya para enviarlo por bofes a Tis– ma, y el cruce mismo del Charco por nuestras ±ro– pas, la reit_erada insipiencia del señor Miranda sobre las vep~ajas de Tisma, nos hizo empequeñecer a nuestros ojos los obstáculos que se presentaban para la empresa, y resolvimos el cruce para Tisma en lugar de continuar hacia' Granada.

Una vez deqidida e~±a cuestión, la pusimos en práctica, y ±qmando la cabeza de la marcha el se– ñor Miranda, coJ;l el agua al pecho los soldados y con los rifles y mochilas en alío, cruzarnos el Charco hasta llegar al otro lado, continuando después nues– ±ro camino hasta llegar al lugar indicado.

Cuando llegarnos a Tisma era ya de noche. Y aunque íbamos confiados en lo aseverado por Mi– randa, de que en la población no había ninguna fuerza enemiga, no nos alarmó encon±raro.os o±ra vez con nuestro competidor el General Alfonso Valle, con quien tuvimos un fuerle tiroteo, después del cual nos posesionarnos de la población y de unos cuantos avanzados. Nosotros tuvimos la sensible pérdida de don Alberlo Zelaya, nuestro Habilitado de Guerra, joven valiente que perlenecía a una de las mejores familias de Granada.

Hubo varios o±ros muerlos a quienes mandé en– ferrar, hacieIido cargo de esa operación al Coronel Félix Aguirre, el que reunió a los avanzados y les or– denó recoger los cadáveres y abrir las fosas donde serían sepultados.

Genell'al Luis Conea

. Fue entonces cuando ocurrió un incidenfe la– menfable que diera por resultado que el Coronel Aguirre ul±im.ara al joven Mon±enegro, de cuya muer– ±e me acusaron después los liberales, sin que hubie– ra tenido yo el más pequeño conocimiento del he– cho mientras estuvimos en Tisma, pues no fue sino

hasta después de que mis tropas habían sido recha– zadas en Tipitapa, que el General Luis Correa me diera el informe, más o menos en esta forma: "Ge– neral, voy a darle una noticia que sé le va a causar mucho desagrado, pero es mejor que se le informe de una vez, y no dejarla al tiempo. La noche que llegarnos a Tisma, el Coronel Aguirre puso a un jo– ven Mon±enegro a cavar una sepultura, pero éste se negó a hacerlo y entonces el Coronel Aguirre man– dó pasarlo por las armas, y allí mismo, junto con los otros, Mon±enegro fue enterrado".

Efectivamen±e, me desagradó mucho la noticia y lamenté igualmente el suceso, pero ya no había qué hacer, pues el mismo Coronel Aguirre había sido víctima en Tisma de un riflero de las fuerzas del Gobiero.o, que nos estuvo haciendo varias imporlan– fes bajas.

Cuando llegarnos a Tisma y aquellas gentes nos recibieron con delirante entusiasmo, y nos ofrecían en cada una de sus casas alojamienfo, y de todas parles nos ofrecían alimentos, me dediqué a reco– rrer la pequeña población para darme cuenta, aun así en la obscuridad de la noche, cómo podía dis– tribuir las fuerzas, para que nos sirvieran de garan– fía mientras podíamos tener algún descanso. Al mismo tiempo que buscaba esos lugares apropiados examinaba el terreno, es decir, su topografía, para la defensa del siguiente día en que indudablemente seríamos atacados. Ese examen, más las informa– ciones que recibía de los amigos, vecinos de la lo– calidad, me llevaron a la conclusión de que el pa– raíso que nos había pintado el Coronel Miranda, no existía.' Me dí perlecia cuenta que estaba mal si±ua– do en aquel lugar.

En±onces ±omé la determinación de desocupar Tisma esa misma noche y salir para Managua a ocupar esa ciudad que suponía debía estar con muy pocas fuerzas, pues-lo que menos podría esperar el Gobierno es que yo estuviese tan próximo a la Ca– pi.tal.

Genell'a! Tomás Mas~s

Desde el momento que concebí este pensamien– ±o, le ordené al General Masís que instara a la tropa a que comiera cuanto anfes, 10 mismo que a la ofi– cialidad, mientras que yo haría o±ro tanto y que enseguida me comunicaría con él.

Yo me hospedé y cené, con varios de mi Es±ado Mayor, en casa de don Fabio Morales, uno de los hombres más acomodados del lugar; o±ros de mis compañeros se acomodaron en casa de la familia Se– queira; y aun otros más en casa de la familia Tre– jos, casas y familias que nos dieron gentil aloja-miento. .

Corno a las onCe de la noche, cuando ya había~

mos cenado y descansado un rato, mandé llamar al General Masís para que preparara la salida, que efeC±uaríamos esa misma noche, y le dí instruccio– nes en el sentido de que a más fardar después de dos horas, es decir, corno a la una de la mañana, deberíamos estar en marcha, pues consideraba esa hora corno conveniente para poder llegar a la ciu– dad de Managua al aclarar el día.

El General Masís se dió por entendido y me aseguró que ±odo estaría preparado; pero a medida que el tiempo pasaba y yo recogía más datos res– pecio al lugar en que estaba situado, mi preocupa– ción por dejar Tisma era mayor. Por eso con fre– cuencia mandaba a reclamar al General Masís la demora que estaba observando en los preparlivos de 11.'\archa, y en una de tantas veces me mandó a decir que al llegar se habían soltado los bueyes en un potrero cercano, que los había mandado a bus– car, pero que no los encontraban, y además, de que el tren de guerra que se había enviado por agua de El Paso a Tisma, aun no había llegado, pero que enviaría a encontrarlo para apresurar su arribo. Con fado, mi intranquilidad crecía, de rnodo que cada media hora requería al General Masís por su tardanza, lo que hizo que él viniera a verme y me dijera: "General, qué le pasa? Está nervioso. Tie– ne miedo?" Y yo le respondí: "No, General. no es

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