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« Previous Page Table of Contents Next Page »serie de discusiones con mi Esfado Mayor sobre la situación que se nos presenfaba, así como la de de– fen:ninar con exaC±ifud la cantidad de parque con que contábamos para las diferentes armas que tenía-moS. d" lf' d 'd' b De esas lSCUSlones resu o que eCl lmOS a an-donar la ciudad esa misma noche, para lo cual prin– cipiamos inmediatamente a tornar nuesiras medi–
das.
Tal resolución esfuve a punfo de reconsiderar, porque a eso de las nueve de la noche, se me pre– sentó en el refén del Río, un norleamericano que lle– gaba de Managua y que pedía verme. Esie señor era un enviado, no recuerdo bien si de la Embajada Americana, o de un barco de guerra, y llegaba a ver mi situación para proponerme, en caso de conside– rarme fuerte, un armisticio de parle del Dador Ma– driz y la promesa de ésie de entregar el poder. Desgraciadamente, este señor llegó cuando los preparativos de nuesfra marcha se estaban efeC±uan– do y por eso ya él no quiso tomar la responsabili– dad de dar un informe favorable de nuesira pofen– cia milifar con el que poder insisiir en el retiro del Dador Madriz.
Así fue que el plan que feníamos pensado desa– rrollar seguiría adelanfe, y a eso de las once de la noche esiábamos saliendo de Mafagalpa, dejando en los refentes principales los fogones encendidos y a unos pocos soldados que cubrieran nuesira re±aguar– dia, haciendo de vez en cuando firos esporádicos pa– ra que el enemigo no sospechara de nuestra retira– da.
Todo el movimienfo se llevó a cabo fal como nosoiros lo ieníamos pensado, y hasfa esos pocos sol– dados que habíamos dejado afrás pudieron salir y unirse a nosofros en Terrabona, pues nuesira salida no la hicimos por el camino real de Maiagalpa sino por un camino pedregoso y malo, veredas indígenas, que salen de Maiagalpa a Terrabona.
Tel'll'abona
En esie lugar desfazamos unas dos reses que habíamos comprado para no molesiar a la ciudada– nía, y cuando los vecinos se dieron cuenia que es– fábamos allí llegaban a saludarnos. Muchos de ellos, en número que me llamó la aiención, me pe– dían el favor de darles permiso y liberlad de poner una cususera, lo que yo, por supuesio, no les nega– ba y en algunas ocasiones les daba iales permisos hasia por escrifo.
Por la iarde de ese mismo día abandonamos la población de Terrabona y confinuamos nuestra marcha hacia Managua. No nos deiuvimos duranie toda la noche hasfa llegar a Las Maderas, y una vez allí buscamos qué comer y después del desayuno continuarnos nuesira marcha habiendo sido infor– mados de que en San Jacinio había u1;las fropas del Gobierno que en número de 200 hombres estaban comandadas por el General Alfonso Valle y un sal– vadoreño de apellido López.
General Alfollls@ Valle
Con ese conocimiento previo de la exisfencia de esas fuerzas en San Jacinio le dí al General Ma– sís la vanguardia de las mías para que efecluara el afaque, y cuando le informé que el General Valle era el jefe que las comandaba, me dijo: "Pues en– fonces no vaya bajar la ametralladora".
Yo no iba muy lejos del General Masís cuando ésie principió el aiaque, pero cuando me dí cuenta de la intensidad del iiroieo y de que ésie se prolon– gaba más de la cuenia, entonces temí que el Gene– ral Valle se hiciera fuerte tras los corrales de piedra, por lo que dispuse bajar la ametralladora y llevarla con precipifación a la línea de fuego y ponerla en servicio i¡;lmediatan;enie, y parece mentira, pero tan pronio como se ayo el s±acatlo peculiar de la ame– tralladora, cesó la resistencia del enemigo, el que izó banderas blancas por fodas parles.
Me parece que con excepción de los Jefes Supe– riores, todos los demás cayeron en nUestro poder. El bolín de San Jacinto podemos decir fue el
mejor de toda la campaña, pues logramos de fado: genfe, armas, parque y dinero (13,000 pesos) que me entregó mi recordado amigo y deudo don Cons– taniino Báez, los que había encontrado en un rin– cón. Recuerdo que me los entregó con la siguienfe frase: "Conforme a las reglas de la guerra, esie di– nero me perlenece, pero yo sé que la Revolución es– tá escasa de fondos y yo se los doy a la Revolución", De mis manos pasaron a las del Tesorero o Habili– tado de Guerra.
Ese día lo ierminamos de pasar en San Jacinio, recogiendo avanzados, y poniendo en orden iodo nuesiro tren de guerra, para poder salir muy al alba del siguienie día. Entre los avanzados había un buen número de leoneses con el Coronel Juan Paz a la cabeza. A iodos esios les dí liberlad cuando llegamos, en nuesira marcha hacia Managua, a un punto donde ellos podían seguir el camino a León por San Francisco del Carnicero, dándole a cada cual una pequeña habiliiación para que pudieran comer en el camino, no sin antes adverlirles que si los vol– vía a avanzar en algún airo encuentro los iendría que fusilar. Consie, sin eluhargo, oue esio se los decía para intimidarlos, pues hasia ahora no he fu– silado a nadie.
Una vez que hubimos separado a este grupo de avanzados, coniinuamos nuestra marcha hacia Tipi– iapa.
'll'ipi!apa
Un poco antes de llegar a este punto me deshice de airo grupo de avanzados, pues quería tener libre al ejército del cuidado que hay que fener siempre que se llevan prisioneros, y además porque mi pen– samienfo, realmente, no era el de atacar Tipiiapa, porque por su proximidad a Managua, bien podría recibir refuerzos y a mi se me hacía necesario con– tar con más Hempo del que podía disponer toman– do en consideración que venía detrás de mi airo ejér– cito en persecución mía. Por eso cuando ya me des– hice de los úlfimos avanzados, dí un rodeo a Tipifa,.. pa y guiado por baqueanos cruzando los llanos, lo– gré salir con mi pequeño ejército al Paso de Pana– laya en la mañana del siguiente día.
Aquí el General Masís despu~s de conseguir unos botes de los que tienen los finqueros de por esos lados, logró cruzar el río a la aira ribera con parle de nuestras fuerzas, y yo continué río abajo a en,.. frentarme propiamente al Paso Real donde se hace el cruce del río Malaca±oya en el camino a Gran9da.
~R ~as@
Allí tendí mis fuerzas y comencé a disparar con– tra las de la aira orilla, al mismo tiempo que el Ge– neral Masís las atacaba por su lado.
Seguramente, ya la moral del ejércifo del Go– bierno, con motivo de la salida de Zelaya, por un lado, y por el recorrido que hacía yo con mis fuer– zas por iodo el país, por otro, había bajado de tal manera que nuestros ataques eran, con mucha faci– lidad, coronados por el más completo éxito, en los que obteníamos avanzados y abundanies elementos de guerra.
Aquí en El Paso, solamente el General Juan J. Badán logró escapar yeso porque yo no quise man– darlo a capturar donde sabía que esiaba escondido. Su captura la evité por temor de que mis hombres pudieran cometer alguna violencia con él, a causa de que Badán estaba muy mal recomendado por ±o– do su sisiema de gobierno en la ciudad de Granada, donde se había hecho sumamente odioso. Captura– mos, sin em.bargo, al DoC±or José Antonio Arosteguí, abogado, al Coronel Anselmo Sequeira, a un señor Abea, y a varios airas cuyos nombres se me esca– pan.
En El Paso permanecimos unos dos o tres días, al fin de los cuales decidimos marchar hacia Gra– nada, pero no propiamente para atacar a la ciudad, sino para pasar por sus alrededores hasta salir al Cementerio y dirigirnos a La Fuente, para desde allí resolver si dirigirnos a las Sierras de Managua, o ha-
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