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« Previous Page Table of Contents Next Page »donde habíarnos convenido de anÍernano que pon– dríamos los avisos correspondienÍes, pero no encon– trando mis hornbres ninguna nolicia del General Mena ni de su colum.na, conÍinué rni rnarcha hacia SanÍo Dorningo.
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Tres días tardarnos en esa cruzada de la rnon– taña espesa, durante los cuales, podernos decir, no le vimos la cara al sol. Todos íbamos a pie, y la ropa y el calzado nos pesaban mucho por la hurne– dad y el barro que recogíarnos en nuesÍro camino. El primer sitio habilado que encontramos fue el llamado Fruta de Pan, donde me dijeron que exis– fía una mina de oro de unos señores Arellano. Cuando la expedición revolucionaria conocida por el nombre de Olarna y los Mollejones depuso las arrnas en FruÍa de Pan, recordé cuando nosoÍros pasamos por ese lugar, el que apenas nos deluvi– mos a ver, pues apesar de nuesÍro cansancio, pre– ferirnos confinuar 1'1 ues±ra rnarcha ya que es±ábarnos interesados en llegar a Santo Donlingo antes que nadie pudiera poner sobre aviso a esa población de que hacia ella iba una colurnna expedicionaria de la Revolución.
$allllHo EllOlW.lywgo
Así fue que por la Íarde de uno de los prirneros días de enero de 1910 eslábarnos entrando a SanÍo Dorningo, sin que se nos hiciera resistencia alguna, pues el pequeño resguardo que allí había no hizo más que entregarnos sus arrnas las que nosotros ±o– mamos dejando en compleÍa libertad a los solda– dos.
A esle lugar llegarnos ocho días después de haber salido de El Rama. Muchos de los soldados llegaron enfermos de fiebre palúdica y con los pies inflamados a causa de la constante humedad v de las mazamorras, así es que :mi prirnera preocupa~
ción fue la de aislar a los enfennos en una sola casa para poder así atenderlos mejor y lograr su pronto restablecimiento.
Aquí en Santo Domingo Íuvirnos la satisfacción de ver que Íoda la población nos recibía con gran entusiasmo y se mostraba partidaria de la Revolu– ción. Ese entusiasmo era común también a los mineros que allí Írabajaban; sin em.bargo, a pesar de esas muestras de adhesión a nuestra causa, mi preocupación era grande porque no tenía noticia alguna de la colurnna del General Mena, y por consiguiente, no sabía si llegado el caso de necesitar yo de ayuda dónde poder pedírsela, ni, en caso conirario, dónde poder yo darle mi apoyo fuera él quien se viera apurado por el adversario. En esa incertidumbre estaba cuando me llegó la noticia que había llegado a La Libertad el General Narciso Argüello con sao hornbres que m.andaba el Gobierno del Dador Madriz para atacar a la Revolución.
!La lLill1lelñ!ad
La Libertad es una población que enÍonces que– daba corno a ires o cuatro horas de carnina de Santo Domingo, por consiguiente, yo es.l:aba en ese lugar en grave peligro de ser atacado en cualquier lUO– menÍo.
Por los informes que Íuve de las Íropas de Ar– güello y de su armamento, llegué a la conclusión de que era desventajoso para mí presentarle acción y que era preferible evadirlo para lograr que en la persecución dividiera sus fuerzas y poder yo así atacarlas en detall.
Quiero dejar constancia aquí de que siempre sentí repugnancia a ser atacado, es decir, a estar a la defensiva y le dí más preferencia a ser el a±a– cante, o sea, tornar la ofensiva, a pesar del que se defiende de un ataque puede hacerlo desde ±rin– cheras protectoras, mientras que el atacante va a campo raso, sin embargo, creo que el que ataca 10
hace con rnás coraje que el que está levantando y bajando la cabeza desde una trinchera antes y des– pués de disparar.
Así fue que conforme a mi plan salí de SanÍo Domingo llevándome a iodos los que conmigo ha-
bían llegado a eSe lugar y además a muchos oíros amigos que llegaron a incorporarse al movimiento revolucionario. Dejarnos a un lado la población de La Libertad y fuimos a salir a Be±ulia, de donde con– ±inuamos nuestra marcha hasta llegar a Camoapa, población de alguna importancia en el Departamen– ±o de Chon±ales.
En estos lugares, los habitantes ni siquiera so– ñaban en la posibilidad de que pudiéramos llegar hasta ellos, así es que a sus resguardos los ±omába– mos completamenle por sorpresa.
«::alliloapa
C01UO a Camoapa llegarnos muy Íemprano de la mañana, después de dar mis disposiciones res– pedo al acuarlelarnien±o indispensable del ejército, resolví ±Oluar Hempo para ir, con un grupo de mis oficiales, a ComaJapa, que queda corno a dos horas de camino, para saludar a mi madre y demás miem– bros de mi familia que allí vivían. También a este mi pequeño y querido pueblo sorprendió l"r1.Ucho mi llegada, 10 que no fue obtáculo para que me de– rn.ostrara un delirante entusiasmo. Mi madre al verme lloró de la emoción y pasé un buen raio Íra– Íando de calmarla. Después de sentarla y de re– cibir de ella su aluoroso saludo, hablé con mis com– pañeros de infancia para ver de que se incorporaran a la Revolución.
Salí de regreso a Camoapa ese mismo día ha– biendo engrosado mis filas como con cincuenta de mis amigos de Comalapa, entre ellos mi cuñado Ceferlno Enríquez.
Habiéndolue convencido, por enionces, de que no podía fener ninguna conexión con el General Mena y su colum.na, pues supe que no había salido aún de El Rama, resolví seguir adelante y esa m.is– lna farde, caminando toda la noche, ern.prendimos la marcha hasta Boaco donde llegarnos por la ma– ñana del siguien.i:e día.
Aquí tuvimos un simulacro de resistencia pero que fue de cortísima duración y significado. Corno en esta población ha habido siempre un elemento liberal de. valía, luvimos que ejercer mayor vigilan– cia que en las poblaciones anteriores en los que el elemento conservador era más predominante en el casco de la población.
m@altr.:@
Creo que en Boaco estuvimos como unos ocho días, y no fue sino hasta que supimos que se aproximaban fuerzas enemigas que ernprendimos de nuevo la marcha hacia lvlatagalpa.
A poco de salir de Boaco, a unas dos leguas de distancia de la ciudad, nos encontrarnos con las fuerzas enemigas que comandaba el General Alfonso Valle, amigo personal mío desde la juventud. Des– pués de un encueniro bas±anle reñido logré ponerlo en fuga, capturándole una buena cantidad de pro– visiones y de parque que buena faIfa nos hacían.
Muy Muy
Después de ese encuentro llamado de Las TeÍÍ– llas, conlinuamos nuesira marcha hacia Muy Muy, sin haber tenido incidente alguno digno de mencio– nar. Estando acuarlelados en Muy Muy Íuvimos el penoso desagrado de saber que uno de nuestros oficiales, Vicente Medina, había dado muerte a un pobre soldado por una bagatela. NuesÍro enojo fue muy grande hasta el punio que dispuse que se fusilara a ese oficial inmediatamente, mas habiendo intervenido algunos oíros de Jos J efes para que no le aplicáramos esa pena, opí:amos por desÍituirlo de sus presillas militares y le dimos de baja del ejérci– ÍO, mas ese individuo, quería, realmente, Íanto a la Revolución que no se separó de nuestras fuerzas, y aunque no tenía cargo alguno, siguió iras ellas hasta que en el combate de Tisma pereció a conse– cuencia de las heridas que recibió.
Cuando salirnos de Muy Muy para MaÍagalpa, sabíamos que las fuerzas enemigas venían tras de nosotros a no muy larga dislancia y que más ade– lanÍe en una posición basÍanÍe difícil de subir por
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