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« Previous Page Table of Contents Next Page »go después de ese momentáneo desconcierlo pelea– ron con denuedo y aun hubo un momen:l:o en que estuvieron a la ofensiva con peligro de que nues:l:ras fuerzas fueran arrojadas al río, si no hubiera sido la oporluna in:l:ervención del General Fornos Díaz y yo que lle!;¡amos en un remolcador recorriendo las lí–
neas de' combate en esos precisos momen:l:os. En ese lugar nos pasaban las balas un poco cruzadas y recuerdo que al Profesor Miguel Alvarez Saballos le fue destrozado un dedo de la mano y así, con el dedo herido y sangrando, levan:l:aba su mano echando vivas a la Revolución y al General Chamcirro.
Yo hice arrimar el remolcador a la ribera del río al lado en que venían nuestras fuerzas en reti– rada y en:l:onces el General Fornos Díaz me dijo: "General, no se baje!" Y yo le contes:l:é: "No las podremos contener si no peleo con ellas!" Después de dos o tres empujes que les ordené hacer restable– cimos el equilibrio y después pusimos en completa fuga al ejército zelayista.
En esas cargas que hicimos pude darme cuenta de las numerosas bajas que habían de uno y o:l:ro lado en esa sección del combate. A la o:l:ra banda del río, que era la más amplia, no fuve oporlunidad de ir antes de que se recogieran a los heridos y se enterraran a los muerlos sino hasta después que te– níamos a fodo el ejército copado allí reunido. Más de 800 hombres cayeron en nues:l:ro poder, muchos de ellos muy enfermos y extenuados y a todos aten– dió clebidamenfe la Revolución curándolos y ali– mentándolos. Más tarde muchos de esos avanza– dos se fueron incorporando a la Revolución sin que nosotros los forzáramos a ello.
Terminado el combate de El Recreo y conocido el resultado de la lucha allí fenida, tuvimos la no±i– cia del depósito del poder por el General José San– fos Zelaya en el DoC±or José Madriz y del embarque de aquél para México. Fue entonces que el General Pedro Fomos Díaz solicitó el permiso para ir a Ma– nagua y exponerle al Doctor Madriz la verdadera situación y el sentir de la Revolución, con el propó– sito de ver si de esa manera se podía llegar a un entendimiento enfre ambas partes.
El General Fomos Díaz salió de Bluefields embarcado en el mismo bote en que yo hice mi fra– vesía de Puerlo Limón a Bluefields, pero desgracia– damente sucedió con el General Fornos Díaz 10 que el marino predijo podría ocurrimos a nosotros cuan– do yo insistía en que enderezáramos el bote a tie– rra, es decir, que una gran ola envolvería al bofe y nos haría naufragar. Eso fue precisamente lo que le ocurrió al valienfe milifar y desfacado hombre de letras General Pedro Fomos Díaz, que en su esfuer– zo por conseguir una paz honrosa y benéfica para el país perdió su preciosa vida en la Barra de San Juan. Su cadáver nunca pudo ser encontrado, ha– biendo sido probablemenfe, devorado por las fieras del mar.
Revolucionarios de '1909
Antes de seguir adelanfe me parece bien dar los nombres de los hombres que tuvimos mayor parlicipación en la Revolución de 1909 que el Gene– ral Juan J. Estrada inició en la Cosfa Atlántica: General Juan J. Estrada, don Adolfo Díaz, General Emiliano Cham.orro, General Luis Mena, General Tomás Masís, General Fru:l:os Bolaños Cha– morro, General Luis Correa, General Fernando Eli– zondo, General José Francisco Sáenz, Ing. Abraham Alvarez Saballos, Coronel Marcelo Gómez, José An– gel Aranda, Marcelo Aranda, Rafael Solórzano, Ra– fael Vélez, Coronel Andrés Polanco, Coronel, hoy General, Camilo Barberena Anzoá:l:egui, Coronel Barlolomé Víquez, Solón Lacayo, Coronel J. Gregorio Vega, Coronel Macario Alvarez Lejarza, General Bruno R. Blandón, Carlos Fonseca Romero, General José Manuel Durón (hondureño), General José An– fonio Monterrosa (guafemalteco, enviado especial de Estrada Cabrera), Juan Francisco Fonseca, Abra– ham y Emilio Williams (hondureños), y muchos otros más que irán apareciendo más adelante. Ouiero hacer, también, constar que entre las
personas que tomaron parle prominente en la Re– volución estaban los Generales Augusto Matu:l:e y Saturnino Mairena, así corno el doC±or Carlos Cuadra Pasos, de quien se ha dicho que en una ocasión le ordené ensillarme una bestia. Burda patraña es esfa, pues absurdo hubiera sido de mi parle que pu– siera a desempeñar fan fosca labor a mi amigo el doC±or Cuadra Pasos, por cuya familia fenía fanfa es:l:ima como por la mía propia, familia en la que fuvieron :l:anta figuración política y social: Dionisio, Deme±rio, Pedro Rafael, Miguel, Pablo, Eulogio, Ramón y Carlos, hijos fodos de don José Joaquín Ouadra, ilustre ciudadano. Con frecuencia visifaba a don Pedro Rafael Cuadra y a su esposa doña Car– mela Chamorro, de modo que su casa llegó a cons– tituir una de las mías donde amenudo almorzaba y pasaba los domingos. Quizá a esa infimidad confribuyó también mi amistad de colegial que ha– bía hecho y manienido con mi condiscípulo 'Miguel Cuadra Pasos, con quien esfudiaba Química y algu– na ofra maferia aun en los ratos de recreo, y aunque no tenía yo ian poderosa memoria corno la de él, descollábamos juntos en las clases, de modo que ambos tuvimos el honor de ser escogidos por las respectivas secciones para profesores de His:l:oria por el :l:iempo que nos faliaba para los exámenes, cuan– do por causas diversas se retiraron los Profesores Vela y Dubarry.
Hago esta mención para safisfacción mía en esta: ocasión en que estoy haciendo corno mi testa– mento de los aC±os de mI vida, y corno un recuerdo a la memoria de Miguel y por la pena que sufrí entonces cuando recibí la noticia de su muerle acae– cida el 15 de diciembre de1909.
Después de la derro:l:a sufrida por las fuerzas enviadas por Zelaya a El Recreo, quedan1.os comu– nicándonos con el DoC±or Madriz, ya que habíamos dejado pendiente de contes:l:ación las proposiciones suyas en esperas del resuHado de aquel comba:l:e. Naturalmente, después que lograrnos con éxi:l:o copar :l:odas las fuerzas contrarias en ese lugar nuestra contestación al Doc:l:or Madriz fue más firme y le hacíamos saber que para llegar a un entendimien:l:o era condición indispensable que la sucesión del Po– der se efectuara en alguno de los Jefes de la Revo– lución, y principalmente en el General Juan J. Estrada.
Invasión de Chordalles
Así pasarnos unos días hasta que en vista de la dilación en la respuesta a nuestras condiciones, re– solvimos enviar nuestras fuerzas a invadir el Depar– tamento de Chonfales.
Es±a invasión la planeamos llevar a cabo de la siguien:l:e manera: Una columna sería comandada por el General Luis Mena, y otra por mí. El avance de cada columna sería simu1±áneo, aunque por dis– tintos rumbos, y de modo que ambas pudieran estar en comunicación la una de la otra para poder así auxiliarse mútuamente en caso necesario.
Una vez acordado esfe plan se procedió a la organización de ambas columnas, y cuando éstas estuvieron listas se dispuso que la mía saliera con un día de anticipación, por el río Siquia, y la del General Mena, al siguiente día por el río Mico. Yo salí el 29 de diciembre de El Rama, en bo– tes en los que llevábamos suficien1:es provisiones para varios días, navegando sobre el río Siquia. Unos dos días después de nuestra salida llegarnos al Salto de Talpaguás, donde fuvimos que desem– barcar por ser imposible pasarlo en los botes que usábamos. Mas allá del Sa1±o tornamos unos pipan– fes que nos suministraron unos indios miski±os y continuarnos nuestra navegación sobre el río Inqui– ní, corno quien va para La Liberlad. Después de un día de navegación sobre ese río, desembarcamos, y pisando fierra firme nos introdujimos en la mon– taña cruda guiándonos por rumbo astronómico so– lamente, única manera de hacerlo, con dirección a Santo Domingo.
Ya al entrar en jurisdicción de este lugar, tra:l:amos de informarnos de la columna del General Mena, para lo cual envié unos correos a los lugares
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