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tal era el valor y coraje que siempre mostró en los combates.

Ese día pasó sin que el enemigo se atreviera a desembarcar, mas en la noche efectuó el desembar– co de sus tropas en la ribera costarricense y desde allí, desde el amanecer, nos esiuvo macando.

San .JUall1 d.el Nade

Nuestros planes de defensa no habían previsto la posibilidad de un ataque por esa ribera, por con– siguiente estábamos al descubierlo por ese lado, y aunque teníamos al río San Juan de por medio las balas nos hacían mucho daño, por lo que resolví de– socupar y reconcentrarme a San Juan del Norle. La desocupación no la pudimos realizar sin que el enemigo se diera cuenta y cada vez nos hostiga– ba más y más. Por aira parle, la sequedad del San Juanillo era tal que nos hacía demorar más de lo conveniente.

Al efectuar la desocupación de la Junta del Co– lorado, algunos de los nuestros, como el General Ma– sís, resolvieron irse por las Bocas del Colorado, que quedan en territorio costarricense.

Debo hacer mención aquí que en la Junta del Colorado tuvimos algunas bajas que lamentar. Fue allí cuando salió herido el General José Francisco Sáenz por una bala que le destrozó la mano dere– cha, y era de admirar a aquel hombre con la ma– no colgada y sangrante manteniendo su coraje en la pelea. Costó mucho hacerlo retirarse para curarlo. Reconcentradas las fuerzas en San Juan del Nor– te, noté la ausencia de algunos de los Jefes, y me informé de ellos por los úlfimos que se habían reti– rado de la Junta del Colorado. Por estos supe que el General Masís y afros se habían ido por las Bocas del Colorado. Entonces dispuse ir en el vapor Blan– ca al puerlo costarricense llamado Colorado. Al llegar a ese lugar como a las ocho de la no– che, arrimé el vapor al muelle y pregunté por el General Masís y algún otro nicaragüense que hubie– se llegado, para decirles que pasaran a bordo. El Comandante tico de ese lugar me ordenó retirarme del muelle y me informó que el General Masís y sus compañeros eran prisioneros del Gobierno de Costa Rica y que no podrían tomar el barco que yo les ofrecía. Entonces le contesté al Comandante que no me refiraba del muelle y que en lugar de llevar– me sólo al General Masís y sus compañeros, me 10

nevaría también a él porque lo desconocía como autoridad del Gobierno que había traicionado a la Revolución permitiendo que las fuerzas de Zelaya, desde su territorio, me hicieran fuego, y acto con– tinuo me bajé del barco y le ordené a mi tropa que apresaran al Comandante del puerlo.

El Comandante en vista del cariz que estaba :l:omando el asun:l:o me propuso arreglo diciéndome que me llevara a Masís y sus compañeros y que le firmara un documento en el que hacía cons:l:ar que yo me los había llevado a la fuerza. Convine en ello y me entregaron a los prisioneros. Y nos re– gresamos todos, alegres y conten:l:os, a San Juan del Norle.

Al siguien:l:e día muy temprano volví a embar– carme en el Blanca para ir a inspeccionar sobre el San Juanillo y cerciorarme si los vapores del General Toledo habían con:l:inuado la marcha. A poco an– dar, en un recodo del río cubierlo de algas, que en esa región llaman "lechugas", nos encontrarnos casi a boca de jarro con el vapor enemigo,' y enton– ces el uno y el otro comenzarnos a hacernos fuego. El arlillero del Blanca era el Mayor Rafael So– lórzano, quien se parló valientemente. Parece que uno de n ues:l:ros disparos alcanzó a dar en la caldera del vapor enemigo porque éste se fue sobre el "le– chugal" y quedarnos corno a 30 varas el uno del o:l:ro.

La hélice del Blanca es:l:aba fambién enmara– ñada de "lechugas" y en cuanto lograrnos librarla de ellas, giramos en redondo y nos regresamos a San Juan del Norle, donde dimos la orden de deso– cupar, llevándome en el Blanca algunos oficiales y elemen:l:os de guerra. Al resto les ordené que se

fueran por :tierra al río Maíz para allí levantarlos más tarde, corno en efecto lo hicimos.

ReOl1'ganiizacióli1 en Bluefiel<tis

Una vez de regreso a Bluefields continuarnos organizando las fuerzas de la Revolución. Con frecuencia enviábamos a los caseríos sitos en las ri– beras de los ríos de la comarca, a buscar gen:l:e que voluntariamen:l:e quisieran incorporarse a nosotros, así corno enviarnos a la región del Prinzapolca y Cabo de Gracias a Dios a buscar gente miskita para que nos sirviera, no en las milicias para lo que no son muy aptos ,sino para ocuparlos en los menes:l:e– res de transporle para lo que son muy útiles y há– biles.

La Revolución cada día tomaba m.ás fuerza mientras el Gobierno de Zelaya cada día se despres– tigiaba más, hasta que el Deparlamento de Estado de los Estados Unidos le dio el golpe de gracia al enviarle lo que se conoce en la historia corno la Nota Knox, por la que ese Gobierno rompía relacio– nes diplomáticas con aquel gobierno despótico. La Revolución, pues, por un lado, la nota Knox por otro, y el hecho de que en 'el país mismo perdía prestigio el Gobierno, hizo pensar a Zelaya en refi– rarse del poder y dejar en él a una persona que le garantizara sus intereses y los del Liberalismo, es– cogiendo para ello al docior José Madriz que goza– ba de prestigio nacional e internacional, pues Madriz no tenía en su débito más pecado que ,el de haber aceptado el nombramiento de Juez de la Cor– te Centroamericana que funcionaba en Carlago, Cos– ta Rica.

Mientras se iban desarrollando todas esas tra– mas políticas ,el movimien:l:o bélico por uno y otro lado se desarrollaba también intensamente. Así fue que por el mes de Diciembre considerábamos a la Revolución en posibilidad de hacer un movimien– to molitar hacia el Deparlamenio de Chontales.

fCaida de lEe!aya

Madurando estábamos ese proyecto cuando supimos q:ue las fuerzas del Gobierno habían pene– trado en la montaña con dirección al Rama, por lo que prepararnos nuestras fuerzas para a:l:acarlas cuando estuvieran próximas a esa ciudad. Pero cuando fuimos informados de que era inminente el depósito del Gobierno de Zelaya en el DoC±or Ma– driz, decidirnos dar la batalla al ejército de aquel antes de que se verificara dicho depósito de la Pre– sidencia, porque comprendimos que con Madriz la debilidad del Gobierno iba a desaparecer en gran parle y que muchos revolucionarios iban a mostrar– se menos interesados en el éxiio de la Revolución. Aun algunos de los jefes de la Revolución se pusieron de acuerdo en reirasar el a:l:aque a las fuer– zas de Zelaya, entre ellos el General Pedro Famas Días, por ejemplo, jefe militar valiente y fogoso y acérrimo enemigo del Gobierno de Zelaya y quien por otra parle era gran Madricista y quien quería más bien que se buscara un arreglo con el DoC±or Madriz antes de empeñarse en una lucha armada, sin embargo, cuando se resolvió el ataque a las fuerzas del Gobierno que estaban acan:l:onadas en El Recreo, el General Fornos Díaz pres:l:ó su confin– gente con toda lealiad y entusiasmo.

Yiam1la de ~! lReCí\'eo

y así sucedió que al mismo tiempo en que Zela– ya en:l:regaba el poder al Doc:l:or Madriz nosotros derroiábamos y capturábamos a sus fuerzas en El Recreo, en una ba:l:alla en la que figuraron muchos generales y coroneles, entre ellos el General Roberlo González, héroe de Namasigüe.

El Recreo es un lugar corno un llano pequeño metido en la montaña, por cuyo medio corre el río Mico. Noso:l:ros colocarnos la arlillería en las alfu– ras que rodean aquel llano a nuestros pies sin que el enemigo se diera cuenta, así es que cuando ata– carnos con la infantería y al mismo tiempo con la arlillería casi sobre sus cabezas los enemigos se vol– VierOl1l locos corriendo a uno y otro lado

l sin embar-

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