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Manifieslo de Estrada

Coniribuyó mucho en el ánimo del General Es– irada el ofrecimienio del Presidenie de Guaiemala, y sin ninguna vacilación procedió a lanzar un Mani– fiesio de desconocimienio del Gobierno de Zelaya, a la Declaración del esiablecimiento de un Gobierno Provisorio, a la organización de su Gabinete y al nombramiento de los Jefes Militares que debían ser los que condujeran el ejército libertador que se for– maría en la Costa Atlántica hasta llevarlo a la vic– toria.

Aunque don Adolfo Díaz no aparecía con nom– bramiento especial, realmente era el personaje de mayor importancia, después del General Estrada, y

nosotros los conservadores veíamos en él al verda– dero jefe de aquel movimienio revolucionario. Era el 11 de octubre de 1909.

Se resolvió enviar un vapor frutero que estaba anclado en El Bluff, a Guatemala. Por ese iiempo la producción de bananos en la Cosia Atlántica era buena y ese vapor había llegado a cargar la apre– ciada fruta. Se hizo un arreglo con el Capitán de ese vapor noruego para que fuera a Puerlo Barrios, llevando a don Leopoldo Rosales corno Comisionado por parle de la Revolución ante el Presidente de Guatemala. El vapor iba con tiempo limitado y Es– trada Cabrera sólo nos remitió unos 600 rifles, 4 ameiralladoras, 2 cañones de montaña, parque su– ficiente para las distintas armas y algunas provisio– nes. Después supimos que hubo algunas intrigas de parle de un nicaragüense, residenie entonces en Guatemala, para que Estrada Cabrera no nos envia– ra mayor cantidad de elementos.

Al recibir esas armas lo primero que se organi– zó fue una expedición al Río San Juan con el obje– tivo de ocupar el fuerle de San Carlos en la desem– bocadura del río en el Lago de Nicaragua, siempre que se pudiera llegar hasia allá sin compromeier el pequeño coniingente que se llevaba. Quiero decir con esto, que se deseaba poder llegar a San Carlos antes de que el Gobierno de Zelaya reforzara esa plaza; pero yo creo que Zelaya recibió aviso del le– vantamiento de Bluefields el mismo día que esie tu– vo lugar y su primer pensamiento fue el de ocupar San Juan del Norle para de allí recuperar Bluefields. Con ese fin envió el General Salvador Toledo, guate– malfeco, a ocupar el Río San Juan con 800 hombres casi al mismo tiempo que yo salía de Bluefields con 200 hacia San Juan del Norte con San Carlos corno nuestro objetivo final.

Comienza la R~volución

No iuve dificulfad ninguna en la ocupación de San Juan del Norle y mi marcha hacia San Carlos la emprendí sin demora.

El brazo del Río San Juan que va de San Juan del Norle a la Junta del Colorado es basiante seco y la navegación por él la hicimos con mucha lentitud, pero una vez llegados a la Junta del Colorado la na– vegación se nos hizo más fácil.

En la Junta del Colorado esiuvimos observando las ventajas militares que el lugar ofrecía para en caso de esiablecer allí una línea de defensa. Des– pués de esa ligera observación coniinuamos nuesira marcha aguas arriba hasta llegar a un punto donde mi hermano político Ramón Enríquez vivía con su familia. La propiedad que Ramón estaba desarro– llando me pareció de escaso porvenir, a más de im– propia para la salud de los niños por lo insalubre del lugar, por lo que le insinué a Ramón se trasla– dara a Bluefields¡ además, porque se avecinaba el tiempo en que el Río San Juan sería el teairo de operaciones milítares y el peligro para la seguridad de su familia se hacía evidente.

Después de esa ligera detención continuarnos nuestra marcha pasando por un lugar llamado Aguas Muertas, el que me dijeron era la parte más profunda del río. Al pasar por el sitio donde vivía Félix Marlínez, entusiasia conservador San Juaneño, ésie se incorporó a nuesiras fuerzas.

Volvimos a detenernos cuanc::lo llegarnos a Bocas de San Carlos, lugar este que también examinamos

para el posible caso en que :l:uviéramos que estable. cer líneas de defensa, pero no le encontré ninguna veniaja para ello. Esiando allí pasaron unos indivi_ duos que iban en un boie y ellos nos dieron la no– ticia de que las fuerzas de Zelaya al mando del Ge– neral Toledo ya habían llegado al Castillo y que Se

preparaban para salir a atacarnos.

Corno por los datos que recogí supe que las fuerzas de Toledo eran muy superiores a las mías tanto en hombres corno en armamentos, resolví vol~

ver atrás para presentarles resistencia en la Junia del Colorado. Mas con nosotros venían dos norie– americanos, expertos en el uso de la dinamita por ser mineros profesionales y ellos me aseguraron que colocando en aquel lugar del río donde la corrienie ienía poca fuerza unas dos minas con sus respecti_ vas anclas podrían así impedir el peso de los vapo_ res en que venía el ejército de Zelaya.

Cannon y Groc::e

Tal estraiagema me pareció eficaz y procedimos a la preparación de las minas, a su colocación en el río y al acarreo de los alambres conecfores en una distancia corno de 150 varas en la moniaña hasia un punto desde donde pudiera divisarse bien la pasada de los vapores para hacerlas explotar en el momento preciso.

Para efecfuar esia operación quedarían Lee Roy Cannon y Leonard Groce con diez soldados para con ellos también defenderse en caso necesario. (Esios dos norleamericanos que llenos de entusiasmo se ofrecieron a dar aquel golpe a las fuerzas de la Dic– tadura pagaron con sus vidas su amor a la causa de la Revolución, corno 10 han visio los que ahora me lean y hayan leído en el número 4 de REVISTA CON– SERVADORA las conmovedoras cartas que uno y otro dirigieron a su madre y familiares antes de ser fusilados por la implacable soberbia del Diefador).

Habiéndonos despedido de Cannon y de Groce nos regresamos a la Junta del Colorado donde de acuerdo con los otros oficiales, corno Masís, Correa, y Sáenz, dispusimos quedarnos allí para detener en ese lugar a las fuerzas de Toledo.

La .Junta del Colorado

Conviene aquí recordar que la ribera izquierda del Río San Juan, aguas arriba, en este punto, per– tenece a Costa Rica y por consiguiente no se puede ocupar dicha ribera con tropas nicaragüenses. Este era, en nuesiro conéepto, un faefor favorable de la Junta del Colorado que tornarnos en consideración para escoger ese lugar corno el más conveniente pa– ra presentar resistencia, ya que la margen derecha sólo ofrecía una pequeña faja de tierra firme donde poder desplazarse el ejército atacante, puesto que por un lado estaba el río y por el oiro, más allá de esa faja, tierras adentro, suampos profundos e im– pasables.

Efectivamente, al siguiente día de esiar en la Junia del Colorado se nos presenió el enemigo bom– bardeándonos desde los vapores con mucha ener– gía y persisiencia.

Recuerdo que en esa ocasión, mientras recorría la línea que quedaba al frente de los vapores que nos bombardeaban, línea que estaba defendida por las fuerzas de Masís, noié que este cada vez que disparaban un cañonazo hacía el movimienio de agacharse, inclinando la cabeza y los hombros en un movimienio rápido, por lo que se me ocurrió de– cirle: "General, por qué se agacha?... Cuando usied oye el cañonazo ya pasó la bala'" Masís no me res– pondió.

Durante el día el cañoneo fue arreciando, y al recorrer las líneas volví a :pasar por donde estaba Masís. El enemigo se habla dado cuenia de que habían trincheras y por eso arreció su cañoneo, mas las granadas caían en abundancia, es verdad, mas caían en el suampo, enterrándose sin estallar y era tal el n úrnero que me arrepentí de haberle llamado la aiención a Masís, quien impávido veía caer las granadas sin temor alguno y sin agacharse jamás,

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