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Pero es:l:oy adelan:l:ándome a sucesos que debo narrar después, por 10 que creo que ya es :l:iempo de que con:l:inúe con lo que ocurrió inmedia:l:amen:l:e después de mi salida de Tegucigalpa y posterior– men:l:e de la República de Honduras.
En El Salvadol'
Después de llegar a la República de El Salva– dor, me de:l:uve unos días en la ciudad de San Mi– guel para informarme con el General Alejandro Gó– mez, Jefe de la Zona de Orien:l:e y Comandan:l:e Mi– li:l:ar del Deparlamen:l:o de San Miguel sobre lo que debía de hacer en El Salvador.
El General Gómez me informó que la paz en:l:re Nicaragua y Honduras aun no se había firmado y que el ejérci:l:o de El Salvador se encon:l:raba en Pa– saquina, pueblo salvadoreño cercano a la fron:l:era de Honduras, que él me aconsejaba que jun:l:o con mi cuadro de oficiales, que aun no se había disuel–
:1:0, me presen:l:ara al General José Dolores Preza, que así se llamaba el jefe de las :l:ropas salvadoreñas. Acep:l:é la sugerencia del General Gómez y me presenfé en Pasaquina al General Preza, quien me recibió con mucha afabilidad y me proporcionó alo– jamien:l:o aparle con mis oficiales, así como :l:odo lo que fuera necesario para la alimenfación y sosfeni– mienfo de las fuerzas.
Duranfe mi esfadía en Pasaquina observé en las :l:ropas salvadoreñas mucha decisión para pelear con– :l:ra las fuerzas de Zelaya, pero fanfo el Gobierno co– mo los Generales que las comandaban observaban una conduc:l:a muy prudenfe. Allí en Pasaquina co– nocí al General Rodolfo Cristales con quien man:l:uve muy buenas relaciones. Con ambos jefes, Preza y Cristales, fuimos amigos aun después de habernos separado.
Nues:l:ra estadía en esfe campamenfo fue amar– gada por una lamentable desgracia. Sucedió que un día de tanfos, al joven Ignacio Páiz, recién llega– do a incorporarse a nues:l:ro cuadro de oficiales, es– tando acostado en una hamaca junfo con el Coronel Agustín Bolaños Chamarra, se le escapó del fahalí su revólver calibre 38, el que al caer al suelo disparó perforándole los intestinos, suceso que lamentamos muchísimos porque Páiz, además de ser un joven bien preparado era un conversador muy ameno y agradable.
La Cruz Roja salvadoreña hizo :todo esfuerzo po– sible por salvar la vida de esfe joven managüense, hijo del General del mismo nombre, Ignacio Páiz, pero fodo fue inútil y esa misma noche, después de recibir los auxilios divinos, falleció.
Allí en Pasaquina pasamos alrededor de un mes, después del cual nos disolvimos y yo me fuí para San Miguel donde, como dije antes, estaba el Gene– ral Gómez, de quien era amigo personal.
Conler.=cia de Paz
Estando en San Miguel fuí llamado un día de tantos a la Comandancia por el General Gómez para pedirme me hiciera cargo de la jefatura del Cuartel y de la Plaza, porque él iba a acompañar al Presi– dente don Fernando Figueroa a una conferencia que sostendrían los Presiden:l:es dé Nicaragua, Honduras y El Salvador, en el vapor Marblehead que esfaba esperándolos en el Golfo de Fonseca.
Naturalmente, de esa Conferencia nació la paz, oficialmente, en:l:re ambas repúblicas, pero el ma– lestar en:l:re ellas quedó siempre lafenfe.
Después de esa Conferencia me :l:rasladé a San Salvador, capi:l:al de la República, donde fuí a visi– tar al Presidente don Fernando Figueroa, quien me recibió con mucha cortesía, me preguntó por fami– liares míos, principalmen:l:e por doña Carmela Cha– Inorro de Cuadra. Parece que el señor Figueroa co– noció personalmenfe a doña Carmela cuando ella vivió en San Salvador y conservaba claro en la me– moria su recuerdo, y es probable que haya llegado a Su conocimien:l:o los gesfos de valor que esa digna señora había desplegado cuando fue vícfima -de las
persecuciones de los esbirros de Zelaya, y supo de los sufrimientos a que había sido somefida.
Después de esta primera visi:l:a seguí con algu. na frecuencia concurriendo a la oficina del Presi. dente Figueroa, el que siempre me recibió con mu. cha deferencia y siempre me manfenía las esperan, zas de darnos el apoyo necesario para derrocar al Presidente Zelaya. Pero ese apoyo nunca, realmen. fe, se materializó. Mas cuando obtuve mayores es. peranzas fue cuando por sugerencias suyas fuí a vi, si:l:ar un barco que le proponían vender, 10 mismo que a examinar unas ame:l:ralladoras que dicho bar– co tenía en venta. Ni una ni o:l:ra cosa me parecíe. ron apropiadas y así se 10 manifesfé, asegurándome después que iba a recibir un barco mejor equipado con el que yo podría llevar a cabo una expedición contra Nicaragua, con la ayuda de algunos oficiales salvadoreños, pero el :l:al barco nunca llegó.
Así pasé más de un año en El Salvador, visilan. do con frencuencia corno he dicho, al Presidente Fi. gueroa, y a mis otras amistades personales corno el Dr. Gasteazoro, a don Vicforino Argüello y familia a don Pedro Rafael Cuadra y señora, al Vice-Presi~
dente don Enrique Aráuz, a don Alfredo Gallegos, a don Carlos Meléndez, a don Francisco Dueñas y a algunas otras personalidades más.
A Guaf'.'i!mala
Desilusionado de mi es:l:adía, sin éxito alguno, en El Salvador, resolví mi viaje para Guatemala, pero no queriendo llegar a esa República sin asegurarme antes una ocupación o empleo, escribí a Honduras al Gerente del Banco, mi amigo don Eulogio Cua– dra, para informarme si el Banco tendría algo que ofrecerme en Guatemala. El señor Cuadra me con– testó inmedia:l:amen:l:e proponiéndome la adminis:l:ra– ción de una hacienda de repasto de novillos que el Banco tenía en anticresis por una deuda que don Quintín Jirón tenía con dicha ins:l:i:l:ución. Esta ha– cienda, que era muy extensa, quedaba cerca de San– ta Lucía Cotzumalguapa.
Por supuesto que acepté y le pedí a don Eulogio todos los documentos que me acredilaran corno tal administrador para que a mi llegada a Guatemala no tener dificulfades para recibir el cargo.
Doña LasJenia es c:apllU'ada
Pero antes de seguir adelan:l:e, quiero pedir dis– culpas a la memoria de mi esposa Lastenia por ha.
ber omitido narrar 10 que a ella le aconteció. Es el caso que cuando nos separamos en C~
mayagua, después de la torna de aquella plaza por los revolucionarios, quedé de acuerdo con ella que a mi salida de Honduras, ella se iría para Nicara– gua, a vivir al lado de sus padres, quienes aún es– taban vivos, y que cuando yo pudiera la llamaría a mi lado, para estar juntos nuevamen:l:e, si Dios así lo permitía.
Siguiendo, pues, mis ins:l:rucciones, telegrafió a su padre en Comalapa, pidiéndole la mandaran a encon:l:rar a Corinto, adonde llegaría en un día de– terminado en el telegrama.
Ella emprendió el viaje, y al llegar a Corinto es– faba allí esperándola su hermano Ceferino Enríquez, pero al bajor al puerto fue apresada junto con su hermano, y conducidos a Managua, ella fue ubica– da en la cárcel para corrección de mujeres de mala vida, y él en la Penitenciaría. (Mi esposa Lastenia jamás perdonó a Zelaya ese u1:I:raje que le hizo) Su prisión allí no fue por uno o dos días sino por muchos, y no :l:erminó sino hasta que por pre– sión de la sociedad de Managua que conoció del caso, hizo que Zelaya la sacara de la cárcel. Pero no conten:l:o con eso, ordenó su inmediata expulsión del país.
Pero en lugar de embarcarla en un vapor que fuera para el Norle y pudiera ella desembarcar en un puerto de El Salvador, la eznbarcaron para el Sur. Felizmen:l:e, en Panazná se encontraba zni pa– dre, quien la recibió y la hospedó en una casa de familia para después dar los Ilasos necesarios -para embarcarla de nueva para El Salvador.
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