Page 78 - RC_1966_04_N67

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sa de esoS puestos, conversé con éllos para saber 10 que necesitaban para poder responder ellos por la posición encomendada, y a mi regreso a Tegucigal" a principié a enviar tropas a cada uno de los lu–

~ares designados que las requerían. Recuerdo bien que distribuí como trescientos hombres entre las di" ferentes posiciones, y como dos horas después, es– taba recibiendo telefonemas acusándome recibo de la gente que les había mandado e informándome al mismo tiempo de cuántos se les habían desertado hasta la hora en que 1ne estaban telefoneando, lo cual daba por resultado que eran más los desertores que los refuerzos recibidos, y corno la plaza no tenía más que mil trescientos soldados de reserva se lle– gaba a la conclusión que para ienninar de usar esa reserva bastarían un par de días por lo que resol– ví proponer al Gral. Medal y a sus Ministros, el aban– donar la ciudad de Teguclgalpa, llevándonos todo el material de guen-a para Occidente, donde segu– ramenle esos soldados del Departamento de Gracias, ya puestos en su tierra, pelearían con entusiasmo, y así también lograríamos desalentar a las tropas nica– ragii.enses, puesto que nos alejábalTIos más de su centro de operaciones.

Aunque iodos estuvieron de acuerdo con el pen– samiento mío, no se pudo llevar a efedo por dificul– ±ades de 1ransporte, y quizás por alguna desconfian– za en el éxi.to de la empresa, por lo que se resolvió mejor abandonar por cornple±o la plaza y salir todo el que quisiera para el lugar de su preferencia. El Dr. Medal, muchos otros y yo salilTIos para El Sal– vador.

y así. termina lTIi intervención en la guerra lla" mada de "Los Calpules", entre las fuerzas del Gral. Zelaya y las fuerzas del Gral. Bonilla. mH 1I~@¡¡a'a¡¡»nell mle11.-~U .. g"

Al terminar mi aduación en la República de Honduras y antes de ocuparme de lTIis gesfiones po– líticas en las Repúblicas de El Salvador y GuatelTIa– la, creo necesario hacer una requisa a mi melTIoria para no dejar omitidos hechos o personas que de– berían figurar en estas mis memorias. Por ejemplo, el que pudiérarnos llamar "Complot Reuling" que tenía por objeto el pronunciamiento del cuartel de La Mom010mbo por su Jere el General WillialTI Reu– ling.

Era ésle un non-ealTIericano radicado en Nicara– gua, que en una de nuestras revoluciones salió heri– do en una pierna y que después se casó con la se– ñori±a Adela Arg'Üello, prima hermana de don Ale– jandro Chamorro e hija del Coronel. Manuel Argüello. El parentesco por afinidad que el General Reuling estableció con don Alejandro, por medio del ma±ri– monio con su pril-na, dió lugar a que esos dos perso– najes iniimaran relaciones de las que seguram.en±e nació la idea de obtener el pronunciamiento de La Momo±olnbo por medio de su Jefe. A eSÍe fin se dedicó el señor Chamarra, participándonos, de vez en cuando, el progreso de sus pláticas y sus espe– ranzas de obiener un buen éxito.

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Mientras tanio, el joven Ingeniero don Fernan– do Lados y yo, hacíamos frecuentes viajes de esta ciudad de Managua a la de Granada a tratar de la captura del General Zelaya, en un plan que explica– ré más adelante. Las conversaciones sobre este asunto las sosteníamos principalmente con don Eulo– gio Cuadra y don Procopio Pasos, en la casa de co– mercio que éste último tenía en Granada.

El Ingeniero Lados, sobrino del Obispo de ese mismo apellido, estaba recién llegado de Francia, era muy nervioso y de temperalTIenio impetuoso, y casi dejaba con la boca abierta a los señores Cua– d.ra y Pasos lTIencionados, con las vívidas descrip– CIones que les hacía de CÓlTIO capiuraríamos a Ze– laya y CÓlTIO éste nos entregaría todo el país. A la verdad, tan descabellado COlTIO pareciera el plan, era, a mi juicio, perfedalTIente pradicable. Se recordará que anliguamente las ventanas del Palacio Nacional que daban a la calle eran bastan-

te bajas, especi.almente las del salón de la esquina que da al Arzobispado y al frente de la casa oue an– 1eriormente se conocía corno la Casa Bárcenas, salón que era precisalTIente el lugar donde tenía sus ofi– cinas el Presidente Zelaya. Las ventanas bajas per– mitían con bastante facilidad saliar de la acera den– tro de la oficina, apoyando las manos en la ventana

y saltando dentro de la pieza en donde estaba el Presidente. Por otra parte, fuera del salón mismo, en una especie de pasadizo, habían unas bancas donde se acomodaban unas treinta personas a es– perar audiencia. TOlTIando en consideración estos dos fadores, o sea el de las ventanas bajas por las que se podría saltar de afuera dentro de la oficina y el de poder estar un grupo de conspiradores en el pasadizo de espera, al Presidente Zelaya no lo que– daba otra escapatoria que la de entregarse a sus captores.

Eniraba también en el plan el poder tener gen– te en la casa de don Marcos Bermúdez, que adual– mente me parece ser la de nuestro amigo don Adán Cárdenas donde apostaríamos otro grupo de gente armada de rifles y revólveres para proteger a los cap10res contra cualquier agresión de las fuerzas del Palacio.

Pero como este plan estaba en combinación con el levantamienio del Gral. Reuling en La MomotolTI– bo, y se llegó a tener todo preparado tan sólo de esperar la señal de que La Momotombo se había pronunciado, para nosotros poner en ejecución el plan de la captura, en lugar de la señal convenida recibilTIos el aviso de que el Gobierno se había en– ±erado por denuncia que le hizo el lTIismo GEmeral Reuling. Por consiguiente, a nosotros no nos que– dó otra cosa más que hacer oue dispersarnos con la lTIayor calma, procurando no dar indicio alguno de lo que estábalTIos tramando.

A esa circunstancia se debió el que ninguno de nos01ros cayera preso, ni se hablara nunca del plan de secuestro que tuvimos preparado al General Ze– laya.

La intervención de don Eulogio Cuadra y de don Procopio Pasos, padre de los dadores Odavio y Gui– Herma Pasos Montiel, siguió adelante en iodos los planes que se hicieron para derrocar a Zelaya, y la labor de ambos fue muy importante en el Partido Conservador.

Además de los señores mencionados, debemos recordar a don Gustavo Alberto Argüello, socio de la casa "Pedro Joaquín Chamarra e hijos", casado con una nieta de don Fruto ChalTIorro, padre de los bri– llantes dodores Horacio, Gustavo Adolfo y Felipe Ar– güello Bolaños y quien me prestó toda clase de ser– vicios en mis andanzas revolucionarias y quien cola– boró en distintas ocasiones con don Martín Benard en la coleda de fondos para el lTIovimien10.

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De ninguna manera debo emitir aquí a don Pa· blo Cuadra Pasos, persona prominente que siempre figuró en los principales Consejos del Partido Con– servador cuando habían de tomarse grandes e irn· portantes resoluciones, pues en el buen criterio del señor Cuadra la sociedad de Granada tenía una fe ciega, como la tuvo en el de don Pedro José Cha– lTIorro, hOlTIbre de caráder moderado y de juicio sereno. Hasta las falTIilias que tenían que dirimir dificultades hogareñas recurrían a ellos para que les ayudaran a solucionar sus problemas.

Todas estas personas que he mencionado me– recen un puesto especial en el cuadro de honor del Partido Conservador, y seguramente los historiado– res recogerán sus nombres en las páginas que escri– ban, así como no olTIitirán tampoco a personas de es1a ciudad de Managua que como Vicente y Miguel Alvarez Saballos siempre estuvieron presente en las luchas armadas del Padido, COlTIO también los se– ñores don Salvador y don Alejandro Solórzano, sien– do éste úlfilTIO el que en 1910 tOlTIÓ el vapor "Mana– gua" para ayudar a las fuerzas revolucionarias que de la Costa Atlántica se aproximaban a Managua, aunque lo abandonó un día antes de que éstas 11e-

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