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« Previous Page Table of Contents Next Page »rnencionados llegaron casi al mismo tiempo que yo a San Marcos de Colón.
Tan pronto como hice mi ingreso a esta ciu– dad fuí a ver al General Salomón Ordóñez para en–
treg~rle las comunicaciones que me había dado el Presidente Bonilla, y el Gral. Ordóñez después de leerlas, me dijo que estaba anuente a darme todo lo que yo deseaba para organizar la expedición que invadiría a Nicaragua, a quien me dirigí inmediata– mente.
El General Fidel Bulnes me recibió con los bra-zos abierlos corno si hUbiera sido un connacional mío, manif~stándome que _él se consi~era1::?a. corno un nicaraguense por los anos que habla VIVldo en Nicaragua. Después de una ligera conversación so– bre generalidades, pasamos a hablar sobre asuntos de mayor imporlancia para entrambos. El me dijo que había llegado a tiempo. porque tenía noticias alarmantes del movimiento de las fuerzas de Zelaya, y que por eso quería que antes de que habláramos sobre mis asuntos, fuera yo con su Ayudante a ins– peccionar las líneas de defensa que tenía estableci– das.
En San Marcos de Colón
San Marcos de Colón es una población hondure– ña que queda casi al pie de una pequeña colina con una meseta en la cima, detrás de la cual se le– vanta un cerro de mayor altura. La pequeña coli– na continúa por los lados restantes rodeando la ciu– dad, formando una especie de valle en el que está el poblado. Alrededor de la población, en algunas parles como a 300 varas de distancia de la misma y en airas como a mil, se habían tendido las líneas de defensa dichas que consistían en una cerca hu– mana, con cada soldado COlno postes, a tres o cua– tro varas de distancia el uno del otro.
Al practicar mi recorrido por aquellas líneas co.nel ayudante de Bulnes ví la debilidad de las mismas, y á medida que lo hacía se afirmaba en mí la creencia de que serían rafas por cualquier par– te que los atacara el enemigo, a excepción de un trecho correspondiente al valle, trecho que estaba a cargo del Dr. y Gral. Manuel Vargas.
. A mi regreso a la oficina del Gral. Bulnes, co– mo. a las seis de la tarde, llamé aparle al Gral. y le manifesté con franqueza cuál era mi opinión, esfo es, que las líneas de defensa presentaban puntos muy vulnerables. El me manifestó entonces que las fué{.amos a ver de nuevo al día siguiente por la maIJ,ana para reforzarlas donde fuere de mayor ne– cesidad, y que mientras tanto, quería que yo habla– ra con un joven que había sido capturado en las cercanias de las ±rinchera~ de la colina que acaba– mos',d,6 mencionar, joven a quien querían fusilar to– mándolo por espía. Aprobé su disposición y fuí a hablar con el muchacho que no pasaba de unos veinte años de edad y a quien conceptué incapaz de realizar la delicada misión de espía, por lo que me constituí en su salvador. Así se lo hice saber al Gral. Bulnes, auien se dió por convencido de la apre– ciación que había hecho del joven en cuestión y quien accedió a mi petición de incorporarlo a mis fuerzas. Este joven, Ubilla, que así se apellidaba el muchacho, se unió a mí mostrándome siempre gran lealtad, además del coraje en los encuentros de ar– mas que tuvimos y de los que más adelante tendré ocasión de hablar. El Capitán Napoleón Ubilla Ba– ca, uno de los jóvenes de la expedición liberladora de Olama y vícfima reciente de la Guardia Nacional en cuyas manos perdió la vida en las montañas de
C:h~mtales. fué hijo de ese joven a quien me estoy re– fInendo ahora en estas mis memorias.
Arreglado corno fue con el Gral. Bulnes de que a lE!-s siete de la mañana del siguiente día haríamos la lnspección convenida, me retiré a la Casa,-Cuar– tel .a re';lnirme con varios de los oficiales que ya tenla baJO mis órdenes.
Una vez que hube llegado, todos mis paisanos
rno~t~aron gran interés y curiosidad por saber qué nohclas les llevaba yo. Les dí informes favorables por supuesto, respecto a la defensa de la población,
pero por aparle llamé al Gral. Luis Vega y al Dr. Da– niel Gutiérrez Navas y les dije la verdad sobre la impresión personal que obtuve en mi visita a las líneas mencionadas.
La noche de ese día pasó tranquila, dormirnos bien y corno a las cinco de la mañana estábamos ya en pie ordenando a la oficialidad alistara las bes– tias y a los encargados de la cocina prepararan el rancho para estar dispuestos a efecfuar la inspección acordada.
Terminando el desayuno nos encontrábamos to–
dos, cuando sonaron algunos disparos esporádicos y después un ligero tiroteo continuo y a poco rato supimos lo que yo me había ilnaginado: Las líneas habían sido rotas en todas las parles indicadas por
m~, porque al contrario de nosotros los nicaragüen– sep peleábamos en grupos cerrados, los hondureños, corno 10 expresé antes, tenían sus líneas de defensa muy abierlas.
Al notar que el tiroteo se suspendía, se levantó dE! la mesa el Gral. Luis Vega y salió a la calle mi– ra):ldo hacia la colina que teníamos detrás y en vis– ta que el ejército defensor de la plaza venía en una com.pleta y desorganizada retirada se regresó hacia mí, diciéndome: "Móntese y véngase".
En esta pequeña intervención del Sr. Vega re– conocí al hombre dinámico que en Julio de 1893 pe– día en frecuentes y extensos telegramas a los jefes militares granadinos que no depusieran las armas, puesto que él los apoyaría con ocho mil hombres de Matagalpa, ofrecimiento que no fue aprovechado. . Con el aviso dado por el Gral. Vega fuí inmedia– tamente a montar junto con el Dr. Gufiérrez Navas y otros de mis oficiales. y al salir a la calle nos en– contrarnos con los Grales. Ordóñez y Bulnes y con los primeros derrotados que bajaban de la colina, entre los que venía el Coronel Pilar Marlínez, a pie. sudoroso, vestido de saco y pantalón de casimir ne– gro, y corno era corpulento, pensé que aquel jefe podría ser capturado en cualquier momenlo sI al– guien no le ofrecía una bestia en la que huir y en– tonces yo mismo bajé de mi mula y se la ofrecí que– dándome yo a pie. No sé si él supo quien había si– do la persona que había tenido aquel gesto generoso para con él.
Aquel desorganizado desfile era encabezado por los Grales. Ordóñez y Bulnes pero la soldadesca te– merosa de que pudiera ser detenida en cualquier momento para proteger al Gral. Manuel Vargas que sostenía un nutrido tiro)eo al lado del valle, princi– pió por disparar a uno y otro lado del camino co– rno para darse valor o para atemorizar a los jefes confrarios y creer que el combate del lado del va– lle lo sostenía con éxito el dicho Gral. Vargas. Ha– blé al Gral. Bulnes de la conveniencia de ir a pro– teger a aquel valiente militar que tan desventajosa– mente estaba luchando, pero seguramente por la des– organización en que venían las tropas, y su cons– tanie tiroteo, no se hizo nada y la marcha continuó así hasta que llegarnos al pueblo de San Lucas, don– de se hizo alfo y principió la reorganización de aquellas diseminadas fuerzas.
Hacia l\l'icall"agua
Del pueblo de San Lucas, comuniqué al Presi– dente Bonilla, que me encontraba allí junto con los Grales. Ordóñez y Bulnes, sin haber yo recibido to– davía los elementos ofrecidos por él. El Presidente Bonilla repitió sus órdenes a los Grales. citados, quie– nes después de dos días de recoger soldados desban– dados me entregaron doscientos hombres bien equi– pados de armas y de parque.
Con este pequeño contingente salí para El Pa– raíso, pueblo pequeño inmediato a "Las Manos", punto geográfico fronterizo a Nicaragua, bien cono– cido ahora por la ciudadanía nicaragüense por los recientes hechos de Mokorón. Mientras descansába– mos en El Paraíso tornaba informaciones sobre las mejores rufas para internarme en tierras nicaragüen– ses, sin ser descubierlo al primer momento, pues era mi propósito desorientar a las fuerzas de Zelaya e in±errUInpir sus comunicaciones con el ejércifo que
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