Page 75 - RC_1966_04_N67

This is a SEO version of RC_1966_04_N67. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

y envidiosos porque aquella empresa. se estuviera llevando a cabo por medio de un emaño y no por medio de sus familiares, y hasta llegó uno de estos a interrogar a don Francisco sobre la garantía que yo le había dado para estarme él supliendo tan fuerles sumas de dinero como las que estaba invir– fiendo, él respondió al instante, con nobleza que le agradezco aun ahora: "Ninguna, nada más que su nombre".

Mi vida en la ciudad de Comayagua transcurría tranquila, pues generalmente sólo llegaba a dormir a la ciudad, ya que todavía no había casa en qué habitar en la propiedad que estaba formando en los terrenos y con el dinero del señor Cáceres, en mi calidad de socio industrial.

Nuesiros planes eran que una vez recogido el producto de mis trabajos, pagaríamos de preferencia el capital invertido y sus intereses, y la ganancia neta nos la repartiríamos por parles iguales, es de– cir, mitad para mí y mitad para el señor Cáceres o sus herederos en su caso, conforme al convenio pri– vado y de palabra que entre los dos habíamos he– cho.

Los principales herederos del señor Cáceres fue– ron: el doc:l:or Paulina Nolasco, doña Margarita Avi– lés, casada con el señor Francisco Obregón, ambos de Managua, y su hija, la señorita Petronila Cáce– res, .la que fue educada en el Colegio de Señoritas de Granada de la señorita Francisca Rivas, hija del nofable hombre público, escritor, polemista y ora– dor don Anselmo H. Rivas. Me cabe el orgulloso placer de consignar en estas mis memorias, que a la muerle de mi grande y excelente socio, don Fran– cisco Cáceres, t040s los herederos citados quedaron satisfechos al haber recibido de mí, en efectivo, la parle que le correspondía a cada uno de ellos, de conformidad con la voluntad testamentaria de su pa– dre, COmo '10 atestiguan los documentos que aún conservo.

No se cual fue la causa por la que don Francis– co se había retirado de la Secretaría Privada del Presidente. Probablemente era cierla la que me da– ba a mí cuando me decía que 10 había hecho para descansar, pero quizá también es posible que haya sido para evitarle a su amigo Bonilla, Presidente de Honduras, dificultades con Zelaya, Presidente de Ni– caragua, ya que Cáceres era rt;lconocido por su ideo– logía conservadora, además de que era del domi– nio público que ejercía influencia decisiva en el áni– mo del General don Manuel Bonilla.

Con el traslado del señor Cáceres de Tegucigal– pa a Comayagua, antigua capital de la República de Honduras, mi vida cambió unianto porque entonces tenía ya oon quien comparlir sobre los asuntos po– líticos de mi país. Además, de las visitas ordinarias que yo le haoía, él por su pade, me invifaba a almor– zar junios los domingos. Recuerdo que a -la mesa no faltaba una bofella de buen vino, y después de los posires, que solían ser delicados, me decía de buen humor: "Al buen catador después del postre, vino" y me servía la última copa.

Al iniciar formalmente los trabajos de construc– ción de casas en la hacienda que estaba formando, dispuse llamar de Nicaragua a mi esposa Lastenia y a mi hermano Evaristo Enríquez, junto con su espo– sa doña Matilde Bendaña, para que estableciéramos nuestros hogares en Honduras, por 10 menos mien– tras estuviera en el poder el Ceneral Zelaya.

La Dusión

Caundo mi esposa, y mi hermano con la suya, llegaron a Honduras ya tenía yo construída la casa– hacienda, la que llamé "La Ilusión", pues soñaba con un porvenir mejor. En Nicaragua, llamó mu– cha la atención pública el nombre dado a la pro– piedad, y por eso' el escritor satírico Fernando Gar– cía, El Duende Rojq,escribió un arlículo, ridiculizán. dome, que. fituló: "Lá llusión perdida", .. Mi vida siguió trancurriendo franquila y no cam– bió SillO hasfa el año de. 1907 en que el Pre.sidenfe don Manuel Bonilla, viéndose amenazado por una invasión .de las fuerzas del Gobiemo del General ,Ze-

laya, me llamó con urgencia para que llegara s,

Tegucigalpa a tratar un asunto político de importan_ cia.

Don Manuel Bonilla

llegado que hube a Tegucigalpa, la prnnera persona a quien busqué para orientarme mejor so– bre el llamado del Presidente, fue mi amigo don Francisco Cáceres, quien ya esfaba de nuevo al lado de don Manuel Bonilla, aunque sin puesto oficial pero con funciones de Ministro sin Cartera, a lo que vale decir, Ministro General.

Cáceres me informó que la urgencia de mi lla_ mada obedecía al temor que parecía inminente la invasión del ferriforio hondureño, pero, pero que las cosas iban a mejorar, aunque era preferible que me' quedara yo en la Capifal, sin hacerme muy visible;

y que esperara un nuevo llamado del Presidente. Pasados unos ocho días, me dijo don Francisco que fodo esfaba tranquilo, y que sería mejor que me fue– ra de regreso a Comayagua, para donde salí ese mismo día.

En el camino iba medifando sobre las diversas noticias que circulaban en Tegucigalpa, entre ellas, la del que en caso de guerra entre Zelaya y Bonilla, éste llamaría a la emigración nicaragüense. Sabía que mi nombre había sido barajado junto con el del General Anastasia J. Orliz, padre del actual Coronel G. N. Anastasio Orliz, y quien tenía entonces diez años de residir en Honduras, donde estaba muy bien relacionado. También se rumoraba que el Presiden. te Bonilla había logrado una alianza milifar con el Gobierno de El Salvador y el de Costa Rica. Esfos eran los tópicos salientes del momento y sobre ellos meditaba en la soledad y el silencio de mi cami_ no. y aunque parezca mentira 10 que me hacía pen– sar más profundamente era la intimidad y el interés que en esos días de mi estancia en Tegucigalpa me mostró el Doctor don Salvador Mendiefa, Jefe del Unionismo Centroamericano, quien en su entusiasmo llegó hasta elaborarme el Manifiesto que yo debía lanzar al Pueblo de Nicaragua, manifiesto que leí– mos juntos con mi amigo don Eulogio Cuadra. _ De regreso a Comayagua, volví en seguida a.

ocuparme de mis empresas agrícolas y ganaderas. Mas esto fue sólo por unos pocos días, pl,les de nue– vo tuí llamado con urgencia por el Presidente Bo.: nilla para que llegara inmediatamente a Tegucigal. pa, y como eI:!. esos momentos no tenía una buena bestia para el viaje, fuvo que ocurrir para que me

prestara una, a don Margarifo López, padre del Doc– for Franoisco López Pineda, que por varios años fue Ministro de Honduras en Nicaragua, y quien en su estadía en este país conquistó mucho afecto y sim~'

patía por su c"Sráotel" jovial y su fino tacto diplomá. tico.

GlleQ'a de Zeiaya contra HoncllUl'as

A las seis de la tarde de ese mismo día llegué a Tegucigalpa, y hora y media después esfaba ha– blando con el Presidente Bonilla, quien me manifes– tó que Zelaya estaba movilizando sus fuerzas, y que por el lado de Chinande9a ya habían traspasado la frontera, por lo que se vio obligado a nombrar al Ge– neral Anastasio J. Orfiz, defensor de la zona de Cho– lufeca, para así tener mejor contacto con El Salvador,

y que yo debería salir para San Marcos de Colón, donde estaba:¡:¡ de jefes de las fuerzas hondureñas, los generales Salomón Ordóñez y Fidel BuInes, este último conocido mío por haber vivido muchos años en Nicaragua, vinculado con el Parlido Conservador. En las instrucci0n.es que me dió el Presidente Bonilla estaba la de que el General Ordóñez me en– tregaría 200 hombres para que yo invac:iiera a Nica" ragua por la zona de las Segovias.

Una vez que recil;>í del Presidente las notas pa. ra Ordóñez y Bulnes me fuí a despedir de mis ami–

gos de Tegucigalpa,.enire otros de don Luis Vega y del Doctor don Daniel Gufiérrez Navas, quienes n'\e manifestaron que ellos se incorporarían a h'Ús fuer– zas,

Aunque no se. flleron cc::>nmigo esios senot'<!g

34

Page 75 - RC_1966_04_N67

This is a SEO version of RC_1966_04_N67. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »