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« Previous Page Table of Contents Next Page »-El amigo Talavera fue enferrado en el femplo con iodos los honores milifares, acompañado su ca– dáver por la valienfe columna de Nandaime, que era muy numerosa.
Después de haber sepultado al Coronel Talave– ra y a los ofros soldados, nos dedicamos a reorga– nizar las fuerzas, a buscar alojamienfo y a preparar la población para su defensa, pues habíamos resuel– to de antemano permanecer allí.
Al siguiente día mandamos a ocupar Alfa Gra– cia, población que queda al oiro extremo de la Isla, y que posee un valle frondoso y iierras muy ricas, población que ocupamos sin resistencia alguna. Ese mismo día cifamos a los miembros del Mu– nicipio de Moyogalpa para que vinieran a nuesira oficina. Don Alejandro era el Jefe Supremo de la Revolución y le notificó a dicho Cuerpo, al presen– tarse, que debía convocar al pueblo para celebrar un Cabildo Abierlo para que por medio de éste se desconociera la auforidad del General Zelaya. Pero como' estuvieran haciendo algunas objeciones los Munícipes, yo les adverlí que tal conducfa les po– dría ocasionar molesfias y les hice ver que nadie podría crificarles lo que hicieran porque era impues– to por el Jefe Revolucionario, ya que el pueblo esta– ba en poder de la Revolución. Más ellos insistían en negarse, por o que ordené que desocuparan una ca– sa y los mandé detener en ella, tanto para esperar que cambiaran de parecer, como para su misma se– guridad personal y así evilar que alguien los ulfra– Jara. Estos Munícipes persisfieron en su acfifud y no fue sino hasta muy tarde que, parcialmente fue– ron dando sus declaraciones favorables, mas uno de ellos Abraham Cruz, siempre se negó. A este no lo puse en liberlad sino dos días antes de que perdié– ramos el vapor Victoria.
ii\ ~apalel'a
Después de unos pocos días de incursiones y reconocimientos por la Isla de Ometepe, dispusimos
~andar a la de Zapatera a atacar a una pequeña guarnición que úl±imamente había enviado el Go· bierno a estacionar allí. La captura de esta guarni– ción no ofreció ninguna dificulfad, porque esta in– cursión la mandamos de noche, en el Vicforia. Toda la operación se realizó sin obstáculos, llegando has– ta la casila de la finca del Doctor Emilio Alvarez Lejarza.
Nuesira estadía en Moyogalpa iba teniendo el éxito deseado. Cada día veíamos aumentar el nú– mero de armas de la Revolución, porque el Vicfo– ria no cesaba de recogerlas en la distintas incursio– nes que hacía a los diferentes puntos del Lago. To– das las' embarcaciones, grandes y pequeñas, las te– níamos reunidas en el puerlo de Moyogalpa, que por cierto presentaba un paisaje gracioso y pintores– co. Por otro lado, continuamenfe nos llegaban re– fuerzos, amigos de lugares ribereños como Chonta– les, Rivas y oiros sifios.
En uno de esos viajes del Victoria dispuse ir yo :mismo a recibir a varios amigos que llegaban de Ma– nagua, enire ellos Vicente Alvarez y su hermano Mi– guel, el valiente general Leocadio Morales, el afa– m.ado ar±illero Jesús Aragón y su hermano Gabriel. Con éste me anunciaron la próxima llegada de doh Fernando Solórzano¡ del indom.able luchador contra la tiranía de Zeléiya, don José María Silva, m.árlir que fue más tarde vícfima de torturas, y que con ellos llegaría también oiro importante conservador, don Juan Manuel Doña.
]Escapa da ser capturado
En ese viaje recuerdo haber corrido grave peli– gro de perder la vida o de ser capturado, lo que hu– biera significado lo mismo. Sucedió que a causa de que confundimos en la oscuridad de la noche la isla de "La Calabaza" por la costa firme de la hacienda "San Pedro", que era el lugar donde siempre reco– gíamos a los que llegaban de Managua, y creyendo que estábamos desembarcando en esfa cosía lo hi– cim.os en la isla mencionada, de lo que no nos di– mos cuenta sino hasta el amanecer.
Para comunicarse de esfa isla con fierra firme, es necesario atravesar un irecho como de trescientas varas, de aguas no muy profundas, por lo que re– solvimos hacerlo a pie. Al lado de la costa no se veía nada que se nos hiciera sospechoso, mas ya en el agua y habiendo caminado un buen ±recho, reci– birnos descargas iras descargas que venían de la costa, de las ±ropas enemigas que esfaban ocultas detrás de los árboles.
Esto nos hizo volvernos rápidamente a enman– tamos en la isla, mas yo venía un poco rezagado, y no pudiendo correr tan ligeramente corno mis com– pañeros, y temeroso de recibir un balazo, se me ocu– rrió echarme boca abajo sobre la arena dando la impresión de que estaba muerto, cesando con eso los disparos.
Ya de nuevo juntos fodos, comentarnos la estu– pidez del que comandaba aquel grupo de soldados enemigos, porque, a quién se le ocurre disparar fan anticipadamenfe cuando hubieran podido capfurar– nos a todos si nos hubieran dejado acercarnos y en– tonces ponernos manos arriba? Una vez más afir– mamos nuestra creencia en 'Dios que nos salvaba de una muerte segura.
Embarcados por fin los amigos que de Mana– gua llegaban a incorporarse a la Revolución, volvi– mos en vapor a Moyogalpa donde nos recibieron los jefes y la fropa con grandes demostraciones de jú– bilo. Los recién llegados nos dieron informes muy favorables respecfo al prestigio que en el país tenía el movimiento revolucionario iniciado el 19 de Mar– zo de 1903 en la ciudad de Juigalpa, así como la desmoralización que com.enzaba a notarse en las fuerzas del Gobierno, en las que confinuam.enie es– taban ocurriendo deserciones.
Todas estas noficias dieron a mi tío Alejandro y a mí mayor fuerza a nuesiros espírilus para conii– nuar luchando hasta no alcanzar un triunfo comple– to. Pero había una ligera discrepancia entre noso– tros sobre el método- a seguir en el desarrollo de la Revolución.
A don Alejandro no le gustaba alejar mucho el centro de operaciones de los departamentos de Gra– nada y Rivas, mieniras yo enconiraba m.ás fácil ven– cer a Zelaya en los campos agrestes de Chonfales. A mi juicio, la idea predominante de don Ale– jandro era el de poderse poner en coniacio con al– guno o algunos de los jefes de las fuerzas del Go– bierno, me parece que con el General Fernando María Rivas, con quien él ya estaba iniciando plá– ticas de entendimiento por medio de don Emilio Hur– tado¡ sin embargo me guardaba ianto cariño y le merecía yo fantas consideraciones que nunca que le hablé de las grandes posibilidades que presentaba Chontales para nues±ro movimiento, se manifestó en desacuerdo con la idea, pero siempre buscaba un motivo razonable para demorar su decisión al viaje.
Nu.evo ataque a Zapallei'a
Hasia aquí esas demoras nos habían sido favo– rables, pues ya vimos que cuando el Gobierno ocu– pó la Isla de Zapatera, nosotros capturamos la guar– nición y ocupamos la Isla, aunque la desocupamos enseguida. Luego el Gobierno volvió a ocuparla con mayor número de fuerzas, -quizá de doscientos hombres- y nosotros resolvimos atacarla de nuevo. Para esio, nos preparamos mejor, pues de no haber– lo hecho así, no habríamos podido ni desembarcar las fuerzas que teníamos a bordo.
Esta expedición nos vimos precisados a hacerla de noche, usando la artillería para acallar los fuegos de las tropas en tierra, efeC±uando el desembarque inmediatamente después. Se procedió al ataque con vigor, dominando a las fuerzas que estaban en las primeras irincheras, y no dando al enemigo tiem– po ni lugar a rehacerse de nuevo, logrando ence– rrarlos en las mismas casas de la hacienda "Zapa– tera" donde se rindieron los úlfimos que quedaban. En este encuentro salió herido el general Vásquez Garrido, jefe guatemalfeco que com.andaba estas fuerzas de Zelaya. De los nuestros recuerdo que perdimos en las operaciones de desembarque al Ca~
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