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ciones de que estuviesen con el vapor fren:l:e a San Carlos pero no al alcance de la ar:!:Íllería del Fuer:l:e, con unos pocos, en un solo bo:l:e, me dirigí al sitio indicado; pero no lograrnos dar con él y estando ya muy oscuro opté por desembarcar en una de las islas Balsillas y pasar la noche allí. Me hadan compañía seis números, de confianza todos. Muy temprano tornarnos el bo:l:e para la isla La Venada, frente, pero no a corla distancia de San Miguelito. Arribamos allí corno a las nueve de la mañana, y fuimos El la ha– cienda de don Manuel Boniche, amigo' mío y buen conservador. Le referí todo 10 ocurrido, asegurán– dole que volvería pronto a atacar San C¡;¡.rlos y que esta vez sí 10 tornaría, Nos mandó servir un abun– dante almuerzo, descansamos y corno a las tres de la tarde' nos mandó a dejar en un bote de vela a San Miguelito.

Arribamos ya oscureciendo, encon:l:rando allí a Masís. Me alojé en casa de mi primo Rodolfo Var– gas y su fina esposa doña René Gavinet. De la ofi– cina telegráfica me comuniqué con el Licenciado Obando, en Juigalpa, reiterándole mis instrucciones de no hacer allí ninguna resistencia y retirarse, por Acoyapa, a los puerlos de Lago a fin de que el "Vic– toria" 10 recogiera. También me comuniqué con Manuel Morales, en Acoyapa, diciéndole que le es– peraba con el "Vic:toria" en San Miguelito, con re– fuerzos., Hasta esa noche después de varios días de in:l:ensa fatiga y de noches de desvelo, dormí bien. Amaneció el día 26. Pasé el día madurando mis planes. : Volví a pasar la noche en este puerlo y al siguiente día procedí a la reorganización de mis sol– dados rechazados en San Carlos.

Como a las ocho de la noche se oyó la sirena del "Victoria" e inmediatamente me :l:rasladé a éL Lo comandaban el docÍor Enrique MonÍiel y el In– geniero Manuel J. Morales. Este me informó acer– ca de cierlos puntos de la revolución. En el "Vic:to– ria" me llegó también un destacamen:l:o de cuaren– ta números de soldados de La Liber:l:ad, San Pedro, Santo Tomás y Acoyapa, armados de Winchesters, Remingtons y Maussers y aun de machetes al man– do de Francismo Morales, hermano de Manuel J. Morales: Y así, corno con soldados de Niquinoho– mo, Catarina y San Juan de Oriente, me lanQé al asal:to de la For:l:aleza de San Carlos. Era 10 que yo eseperaba para volver al ataque sobre San Carlos y determiné hacerlo en la mañana siguiente.

Toma de San Carlos

Ordené que el "Vic:toria" continuara su navega– ción en esa dirección, sin volver yo a San Miguelito ni reembarcar la tropa que había allí. Llegarnos frente a Punta Limón y esperarnos que aclarase y amaneciese. Ya salido el sol de este día, 28 de Mar– zo, navegando el "Vic:toria" algo aden:l:ro, direc:ta– mente hacia el muelle, vimos un bo:l:e que se dirigía al vapor; dispuse recogerlo; en él venía don Gua– dalupe Sáenz, de San Carlos, a darme la noticia de que la for:l:aleza había sido abandonada por su guar– nición después del ataque. Y a continuación, nave– gando siempre hacia el muelle, momentos después vimos o:l:ro bote que también se dirigía al "Vic±oria". Nos acercarnos a él y uno de los marineros me en– tregó una nota de la apreciable señora doña Virgi– nia Lacayo de Lugo, esposa de don Alberlo, comuni– cándonos la misma noticia.

Ya teníamos a la vista la Forlaleza, enarbolada en ella la bandera blanca; minutos después oírnos el repique de ls campanas de la Iglesia. Arribó el "Victoria" y nos recibió la población congregada en nutridos grupos vivando a la Revolución y a mi per– sona con el mayor entusiasmo, acompañándonos así hasta la For:l:aleza.

Ya ocupada la población y hechos los arreglos y dadas las disposiciones en 10 concerniente a la parle m;ilitar, me dediqué a revisar los elementos conque contábamos para continuar nuesÍra lucha con– tra las fuerzas de la Tiranía. En realidad, eran to– davía bien pocos los elementos con que podía enor– gullecerse la Revolución, y la única esperanza de triunfo era conseguir de la vecina República de Cos-

fa Rica el abastecimiento de lo que necesitáramos. Por eso, inmediatamente pensarnos en enviar una Comisión compuesta por los señores don Manuel J. Morales y mi hermano Evaristo Enríquez, quienes parlieron en bote remontando el Río Frío.

Esos señores llevaban ins:l:rucciones precisas de no prolongar su estadía en Costa Rica más allá de 10

estric:tamente necesario, y que trataran de conseguir siquiera fueran unos 50,000 tiros; que era 10 que más necesiÍábamos y de 10, que estábamos más urgidos. Mientras esa Comisión andaba por Cosía Rica, nos dedicarnos en San Carlos a atender a la pobla– ción civil y a interesarla en suminis:l:rarnos volunta– riamente las provisiones de boca que necesitáramos para el mantenimiento de la incipiente fuerza revo– lucionaria. En honor a la verdad, toda la pobla– ción se por:l:ó satisfac:toriament, pero debo hacer es– pecial mención de doña Susana de Arana, don Al– berio Lugo y señora, don Emilio Medina, don José Dolores Lazo, señores don Ricardo y Rodolfo Vargas y familia, y muchos otros que en este momento se me escapan de la memoria, no así, por supuesto, el nombre del viejo amigo don Salvador Bravo. Durante mi estadía en San Carlos, nos sorpren– dió un día de tantos la llegada de mi tío don Al,e– jandro Chamorro, a quien no pude recoger de la cos– ta de El Menco porque cuando yo llegué en el Vic– toria él no había llegado todavía a ese lugar. Ppr supuesto, que con su arribo todos nos pusimos cón el espíritu más levantado porque ya sabíamos que era un hombre de grandes recursos intelec±uales, además de económicos. Mas ese entusiasmo decayó un tanto cuando los Comisionados que habían ido a Costa Rica regresaron informándonos que no habían podido conseguir absolutamente nada en esa Repú– blica, por 10 que decidirnos levantar el campo de San Carlos y trasladarnos a las Islas de Solentina– me, donde nos sería más fácil para noso:l:ros reorga– nizamos y hacer nuestros movimientos con mayor sigilo y con menores probabilidades de que fuesen comunicados al Dictador Zelaya.

Hacia Gmelepe

De SolenÍiname resolvimos salir a tornar la Isla de Ometepe. Dispusimos que una par:l:e de las fuer~

zas desembarcara en la costa nor:l:e de la Isla, y la oÍra frente a la ciudad de Moyogalpa. EsÍa última ala iba comandada por el propio don Alejandro Cha– morro. La estrategia que seguiríamos disponía pro– ceder al ataque cuando don Alejandro recibiera co– municación del Comando de la oÍra ala informán– dole que había desembarcado con éxito y que esta– ba lista para operar conjuntamenÍe con éL Pero mi tío Alejandro enconÍró mayores facilidades para efec– tuar el desembarco en menor tiempo que el calcula– do y mucho antes que 10 hiciera la otra ala. Por esta razón y por los datos favorables que obtuvo de la posibilidad de tornar el Cuar:l:el, decidió ade– lantar las operaciones y principió el ataque inme– diaÍamente, debiéndoSJe a su arrojo y bizarría, cua– lidades heredadas da su padre el general Fernando Chamorro, el triunfo que obtuvo sobre las fuerzas superiores a las suyas.

La guarnición de la plaza presentó alguna re– sistencia, primero 6\11 el Cuar:l:el mismo y después, retirándose, hasta lleCtar a la Iglesia, disparando es– porádicamenÍe en su retirada uno que otro tiro. Una vez en la Iglesia trataron de hacerse fuer:l:es en ella e inl:ensificaron sus nlegos, 10 que paralizó, por un momenÍo, el empuje de los nuestros, quienes a su vez redoblaron el ataque.

Ya para entonceR las fuerzas de la o:l:ra ala del nor:l:e, habían logrado efec±uar el desembarque y aproximarse al lugar riel combaÍe, aun cuando fuese en sus posÍrimerías, pues don Alejandro, con un es– forzado empuje, tornaba en esos momentos la Igle– sia, desalojando al enl'::migo de ella, pero no sin an– tes perder al excelenÍE\ amigo y magnífico ciudada– no de Nandaime, BIas Talavera y a otro soldado cu– yo nombre no recuertio. Por parle del enemigo hu– bo Íambién dos bajas y capturarnos a otros sol– dados.

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