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« Previous Page Table of Contents Next Page »finne la orden, y si no 10 hace dentro de cinco nU– ncios, lo fusila".
Toma de los vapores
No fue sino hasta después que yo salí, que el señor Báez finnó la dicha orden. Mi plan era que la tripulación del vapor Victoria no se alannara si veía gente nueva al atracar en San Ubaldo. Quería que vieran siempre al Comandan:l:e an:l:erior y no se sospechara del cambio en la guarnición local, y
que atracara al muelle sin reservas, corno siempre lo había hecho, permitiendo así que lo capturáramos. Todo sucedió corno 10 habíamos previsto. Cuan– do llegó el Victoria, ya estaba yo allí, en San Ubal– do dirigiendo desde la punta del muelle, me:l:ido en una caseta, toda la operación de la captura, y aun– que hubo una ligera refriega con la guarnición del vapor, no fue de grandes proporciones y pronto se dejó dominar.
El Jefe de las Fuerzas Mili:l:ares del vapor era Eliseo Lacayo Fernández y el Jefe de la tropa adi– cional se llamaba Francisco Ocón, de Nandaime, con quien tuve que luchar personalmen:l:e agarrándolo de la nuca hasta desannarlo. Muchos de los nues– :l:ros habían entrado ya al vapor simulando ser pa– sajeros cargando arlículos de venta para el comer– cio, corno pieles y cueros y dentro, por supuesto, sus annas. Entre los pasajeros que venían a bordo del Victoria fue para mí una sorpresa agradable ver a don Ramón Enríquez, quien me abrazó con entu– siasmo, pues nos tratábamos corno hermanos. Pasada la exci:l:ación que provocó entre pasaje– ros y actores la captura del Vapor, nos embarcarnos todos para amanecer en Granada, yendo a bordo co– rno unos ochen:l:a o cien hombres armados, entre ellos mi hennano Evaristo Enríquez, quien había llegado a Juigalpa con los treinta rifles que había mandado mi tío don Alejandro Chamarra, y quien después de entregarlos con:l:inuó su viaje a San Ubal– do para reunirse conmigo.
A bordo organicé la gen:l:e armada que tenía– mos, poniendo a un lado a los mejores :l:iradores y al arra a los inferiores. De entre los primeros selec– cioné a un grupo el que puse en la proa del vapor a las órdenes inmediatas de Evaristo que me cons~
taba era un insigne tirador. A estos les dí las ins– :l:rucciones necesarias para hostigar cualquiera em– barcación que encontráramos. Después mezclé el resto de buenos tiradores con los inferiores y los dis– tribuí a iodos a uno y a otro lado del vapor, tanto arriba corno abajo y en esa forma navegamos hacia Granada.
Tenía la esperanza que en la noche del 19 de Mayo mi tío Alejandro hubiera podido tornar Grana– da, pues yo no había dejado pasar noticia de la to– rna de Juigalpa para que el Gobierno no se diera cuenta del movimiento y no reforzara aquella plaza, pero sucedió que al llegar frente al muelle de Gra– nada no ví indicación alguna que pudiera hacernos creer que la ciudad, o al menos el muelle, estuvie– ra en poder de la revolución y entonces dispuse en– derezar la proa hacia Tepetate, -en donde ahora está el Colegio Cen:l:ro Arnérica-, y no viendo tam– poco señal alguna favorable en ese lugar, procuré enderezar nuevamente el vapor hacia San Ubaldo. Después de navegar por un buen rato en ese rumbo, divisarnos a 10 lejos un barco que reconoci– mos corno el "93", el que nos disparó, desde muy lejos, un cañonazo. Subí entonces a la cabina del timonel y Capi:l:án Augusto Constan:l:ini y le pregun– té: "Cuál vapor de los dos, el Victoria o el 93, es el más rápido?" -"El ViC±oria", me contestó-". Cuál de los dos es el más fuerle y sólido? -"El Vicforia" fue su respuesta-o "Si esos dos barcos chocaran, cuál de los dos tendría mayor probabilidad de hun– dirse'? le pregun:l:é. -"El 93", me contestó con aplo– mo-. Entonces le dije: "Dele todo el vapor que pueda a este barco y póngalo en dirección del 93 a fin de que choquemos con él lo más brevemente po– sible. Es necesario hundir ese barco an:l:es de se– guir adelante".
Cuando hacía estas preguntas, en mi mente se
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cruzaba el recuerdo de dos distinguidos rnjembJ."Qs conservadores que corno yo habían recibido iÍls:l:ruc~
ciones del Partido para tornarse el mismo barco. Los dos cumplieron a satisfacción su come:l:ido, pero cuando se dieron cuenta que el movimien:l:o solo ha~
bía tenido éxi:l:o en la torna del vapor Victoria qi.1,e ellos habían verificado, no encontraron in:l:erés en mantener el vapor y después de arribarlo i:). la costa, lo dejaron abandonado. Me refiero a' Agustín Bo– laños Chamorro que fue el primero en verificar tan brillante acción, y el segundo, el valien:l:e Coronel, Horacio Bermúdez, que corno dije en párrafos ante~
riores murió peleando por su Partido en los campos de batalla de San Juan del Sur. Ese recuerdo me estimuló para que mi empresa fuera un poco más allá y no dejara morir la acción an:l:es de hacer un esfuerzo más por liberlar a mi Patria del yugo de la DiC±adura.
. Inmediatamente fuí donde estaban los tiradores de proa para hablar' con ellos y explícarles que el Vicforia iría a todo vapor sobre el 93, y que corno nosotros no teníamos mucho parque ha deberíamos disparar hasta que lo tuviéramos cerca, es decir, co– rno a unos 300 me:l:ros de distancia y que debían di~
rigir sus tiros solamen:l:e a los arlilleros del 93. To~
dos me prometieron con entusiasmo que así lo ha~
rían, y me dediqué a recorrer el vapor y a explicar~
les a la gente que íbamos a capturar el barco ene– migo, y que ellos no deberían disparar sino hasta que éste estuviera cerca y que se prepararan para abordarlo en la primera oporlunidad que se presen~
tara.
Recuerdo todavía la intensa emoción que sentí en aquel momento carla en que duró la lucha para capturar el 93. Por algún tiempo estuvimos sufrien~
do el fuego de su artillería, sin con:l:estar nosotros ni un solo tiro y viendo que el uno y otro barco co– rrían a su mayor velocidad para encontrarse, pues yo le había ordenado al Capi:l:án Constantini que pi– diera vapor y más vapor hasta no alcanzar la má, xima velocidad del Victoria, aun cuando con ello pusiera en peligro la máquina, pues que era indis– pensable para nosotros acorlar el :l:iempo. de la cap~
tura, y aquel hombre, valiente capi:l:ári de marina, se interesó tanto corno yo, y tomando como cosa de
~mor p!opio dicha acció:p" c~plió fielmente las
lns:l:rucclones.
Muede ele Conslanlini
Muy pronto estuvo el 93 al alcance de nuestro fuego y entonces dí la orden de disparar. A los 'pri– meros disparos algunos de los artilleros enemi~os
cayeron muerlos o heridos. Entonces el que mane~
jaba el 93 quiso variar de curso y colocarse a la po~
pa del Victoria, pero el Capifán Constap:l:ini com" prendió la maniobra y no le penni:l:ió al 93 salirl3e ni un momento del fuego de la proa .desu barco'. En el momento de mayor intensidad del fuego el Capi:l:án Constantini mandó a llamanne.. ; Llegué a su cabina de timonel, y al verme me dijo: "Estoy herido... de muerle... mire'" Y descu" briéndose el estómago me enseñó el agujero de una bala de Remington que le había penetrado por el ombligo. " ...Pero tendré fuerzas para tenninar la captura del 93, continuó, s6lo le ruego que venga a venne después que lo haya hecho". Con sincera emoción le conforlé corno pude y le prometí volver.
Para cualquiera que hubiera estado observando la lucha a muerle entre el Victoria y' el 93' habría visto con in:l:erés los esfuerzos que hacía el 93 por aparlarse del fuego que'1e llovía desde la proa. del Victoria. . . '. '. .. .. : Uno de los cañonazos del 93 dió al lado dond~
yo estaba, que era en la parle de ,abajo en la ba:n~
da derecha. La metralla fue a dar precisamente en el bote salvavidas que el Victoril;l nevaba a bordo, y
uno de los pedazos de metralla".reb<;>tó y me dió ·en. la pi~rna. J?ero seQuramente j};>aya, sin fuer.z9-s "p~~$.
no hlzo mas que lncrustarse ep llil gªrne' Spl, ,~3,,~nat
el ~ueso. así es que con facilidaq, ~e despre:n,q,~!9E!S~
pues aquel pedazo de metralla.,qq~J:)ie;n P\J,9,Q,:Ol:;¡¡t.t
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