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« Previous Page Table of Contents Next Page »quienes soy amigo. Yáya~e a l!i casa y no Se deje ver cuando yo llegue . ASl 10 hlce.
y ahora que menciono es:l:e ac:l:o generoso del Capilán zamora, quiero :l:ambién mencionar o:l:ro su– ceSO no menos digno de alabanza, como fue el que me ~ucedió en o:l:ra ocasión con un soldado que pa– saba a la orilla del cerco de piedra del corral de don' Agus:l:ín Miranda, donc;le z:ne. encon:l:raba ~eci
}jiEmdo un ganado que al dla slgwen:l:e mandana a vender a Managua. Sucedía que regresaba una es– c01:l:a de buscarme por las mon:l:añas de Miragua. Los soldados venían cansados y un poco desorganiza– dos Y és:l:e que pasaba de los primeros, vió que ha– bía ' gen:l:e e~ el co~al, ~e rec?noció y llam~dome,
me dijo: "Vayase lnmediatamen:l:e, pues venlmOS de buscarlo por :l:odas las mon:l:añas, y si 10 ve mi jefe va a apresarlo". Casi sin tiempo para darle las gra– cias "cogí la breña" y no me volví a aparecer en la población sino hasia que la esc01:l:a se había ido del lugar.
Para cumplir con mi promesa al Capi:l:án Za– mora después del enfierro de don Evaris:l:o no regre– sé y~ del Cemen:l:erio a la población, pues pensaba que los amigos de Juigalpa habían despachado ya al baqueano para llevarme, conforme lo :l:eníamos arreglado.
Revolución de 1903
Como decía, el 18 de Mayo, muy de mañana, llegó Rafael Suárez a Comalapa. El era el baquea– no que me conduciría a Juigalpa. En casa de don Ceferino Enríquez, mi suegro, donde ya lo espera– ba yo, después que desayunó, mon:l:amos y seguimos para Juigalpa conduciéndonos por senderos ex:l:ra– viados donde no había peligro de ser vis:l:os por nin– guna esc01:l:a. Ya en Juigalpa me condujo a una casila que es:l:aba desocupada y que quedaba un poqui:l:o fuera del núcleo de la población y'de la cual él tenía las llaves. Me alojé allí y él se fue pa– ra la población a llamar a los amigos quienes fue– ron llegando uno a uno, has:l:a que nos reunimos :l:odos, los mismos que habíamos es:l:ado en la que– brada de Santa Juana, hicimos una revisión gene– ral de la situación y de las posibilidades de éxi:l:o en el plan revolucionario, si se lograba introducir la confusión en el mando' de las au:l:oridades juigal– pinas.
De los informes que obtuve de mis compañe– ros saqué en- claro que ellos no :l:enían realinente nada' preparado, ninguna combinación con el cuar– tel, ninguna gente especial preparada para el asal– :1:0 que iba a efec:l:uarse. Entonces nos pusimos a hacer una lis:l:a de las personas que podrían acom– pañarnos, a señalar la casa donde nos reuniríamos y el revisar los demás de:l:alles necesarios para la in– mediata ejecución de nues:l:ros planes.
Mis compañeros se fueron y no supe más de ellos sino hasta como a las cua:l:ro de la :l:arde, hora en que me mandaron avisar que el Gobierno ya :l:e– nía conocimiento de lo que se :l:ramaba. El Gral. Ze– laya había ordenado reclu:l:ar ochen:l:a hombres in– mediatamen:l:e y reforzar con ellos el Cuartel de Jui– galpa.
Cómo se dió cuen:l:a Zelaya de nues:l:ros planes~
La respues:l:a es muy sencilla. Tecolos:l:o:l:e era enton– ces el pues:l:o de :l:elégrafos desde donde noso:l:ros co– gíamos todas las noticias del Gobierno, y es:l:a ofi– cina esta1;la ins:l:alada en una propiedad, donde sin noso:l:rOs sa_berlo; comé:l:imos algunas indiscreciones. A las seis de la :l:arde de ese mismo día recibí no:l:iciasde que el Gobierno había reclu:l:ado ya ochen– ta hom:qres y de haber sido reforzado el cuartel con ese número, mas al mismo tiempo obtuvo la grata informaCión de, que uno de los oficiales había pro– metido dejarnos esa noche la puerta del cuartel sin :l:rancas ni cerrojos, es decir, que con un fuerte em– pujón que le diéramos, podría abrirse. También roe dieron la no:l:icia de que ya se es:l:aba alistando
la gen:l:e nues:l:ra; y que unos amigos llegarían de
La Lil;lertad y estarían en Juigalpa como a las nue– ve de la noche; hora en que llegarían por mí para
llevarme ,al centro de la CIudad.
2S
Efectivamen:l:e, en:l:re las nueve y las diez de la noche llegaron los amigos con quienes había es:l:ado en la quebrada de Santa Juana para llevarme a una casa donde se es:l:aban reuniendo, que era la de don Arsenio Cruz, casa que queda a una cuadra al po– nien:l:e de la de don David Báez, contigua al cuartel. A las once estábamos reunidos :l:odos los que esa misma noche llevaríamos a cabo el asa1:l:0. Allí es– taba el con:l:ingen:l:e de La Libertad con el valiente José Miguel Usaga a la cabeza. Los o:l:ros eran: Dá– maso Espinosa, Santiago Leiva, de Managua, José Francisco Cruz Hurtado, ,Wenceslao Ocón, Juan Eli– gio Obando, José Beni:l:o'Zelaya, Manuel J. Morales, Virgilio Molina, Ceferino Enríquez, Nicolás Flores, Manuel Sándigo, José Dolores Pérez, Sinforoso Ba– lladares y algunos o:l:ros compañeros que me han de perdonar la involuntaria omisión. Eramos en total veintidós.
De los 22 hombres sólo sie:l:e teníamos revólver, y para los demás se :l:uvo que mandar a :l:raer ma– che:l:es Collins a la :l:ienda de don Dolores Morales. Es digno de mención que en:l:re los pocos que allí es– tábamos se encontraba el Licenciado Juan Eligio Obando, armado de su revólver. Este señor era ya de avanzada edad y me esforcé con él para que no tomara parte en el asa1:l:0 y para que me en:l:regara su revólver para dárselo a otro. El, después de mu– chas negativas, consintió en en:l:regarme su arma y dió la promesa de no ir con nosotros, promesa que no cumplió pues nos acompañó en el asa1:l:0. Ya para salir y dirigirnos al cuartel nos orga– nizamos de dos en dos. Yo me puse a la cabeza junto con Usaga y caminamos len:l:amente, procu– rando que nues:l:ras pisadas no se oyeran en la quie– tud de la noche, hasta llegar al frente del Cuartel, a cuya puerta le dimos un fuerte empujón. Mas la puerta no cedió. Pensé que el Oficial nos había en– gañado, pero noso:l:ros íbamos provistos de hachas y barras para derribar la puerta, en caso necesario. Antes de intentar hacer es:l:o, procuramos hacer un nuevo esfuerzo, más violento que el anterior, y en– tonces la puerta cedió, en el interior había un sol– dado que al pene:l:rar nosotros quiso impedirnos el paso, este soldado fue dominado y entonces hici– mos la en:l:rada al Cuartel violentamente para ame– drentar a la soldadesca que estaba den:l:ro jun:l:o con sus oficiales.
La sorpresa fue completa. Los oficiales no tu– vieron ni tiempo de bajarse de las hamacas donde dormían, y de los soldados, apenas algunos de ellos tuvieron :l:iempo para incorporarse antes de que nos– oiros estuviéramos sobre ellos desarmándolos, y dis– puesto a u1:l:imar a cualquiera que intentara oponer– se. Al que desarmábamos lo encerrábamos en una pieza donde por fin los pusimos a todos. Luego sa– lí con un pequeño grupo de oficiales y soldados de los nuestros a capturar al Jefe Político, don Dioni– sio Báez, familiar cercano mío, y a quien llevaba un :l:elegrama que él había despachado en la maña– na de ese día al Comandante de Comalapa, en el que le ordenaba mi captura, "como diera lugar, vi– vo o muerto" y que me remilieran a Juigalpa.
Cuando llegué a la casa donde dormía el Jefe Político, golpié la puerta llamándolo por su nombre. El pregun:l:ó quien era y qué quería, y entonces le dije que se diera prisa en ves:l:irse que era su deudo Emiliano Chamorro que llegaba a su llamado desde Comalapa, pero que en vez de llegar cap:l:urado, lle– gaba a capturarlo a él, y que el Cuartel de Juigalpa estaba ya en mi poder.
El señor Báez, a pesar de su edad, se visfió de prisa y no nos hizo perder mucho tiempo, y con él salimos para el Cuartel que habíamos ocupado. Lle– gado que hubimos allí, hice el nombramiento del Coronel Arsenio Cruz para Comandan:l:e y le dí ór– dnes para que le exigiera al señor Báez una orden escrita para el Comandan:l:e de San Ubaldo, don Ti– moteo Gai:l:án,a fin de que se pusiera a las órdenes del nuevo Comandan:l:e Cruz. Al principio el señor Báez se negó a firmar por lo que :l:uve que decirle a Cruz para amedran:l:arlo: "Haga que el señor Báez
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