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« Previous Page Table of Contents Next Page »±icar con ellas. En ese momento ví que efectivamen– te Lastenia parecía un tanto mal de salud. Luego me despedí y volví a ocupar mi asiento con mis compañeras, con quienes comemé mis impresiones y quienes conocían de mi inclinación hacia ella. Sin embargo, la realidad era distinta, porque esa noche no pude conciliar el sueño, pensando en Lastenia, recordando nuestros juveniles amores en Comalapa, bajo el árbol de chilamate donde me veía con ella cuando yo andaba huyendo de los soldados de Zelaya, y ella llegaba con sus amigas al atrio de la Iglesia detrás de la cual se erguía el hermoso árbol que todavía existe y bajo cuya sombra plati– cábamos hasta que sus amigas nos avisaban del pe– ligro de ser descubierlo. Repasaba en mi mente to– dos los nuevos detalles de su persona que me pare– ció redescubrir, y muy temprano, ames de las seis de la mañana, estaba ya buscándola en su casa, lo que le hizo a ella mucha gracia porque ni siquiera se había levantado. Me estuvieron dando bromas por esto y la mayor parle del día lo pasé con ella. Con la presencia de Lastenia en Granada se re– novaron en mí los sentimientos amorosos para ella y la visilaba, como decía, durante todo el día, y esto sucedió todo el tiempo que ellas permanecie– ron en la ciudad y cuando emprendieron el viaje de regreso las fuí acompañando a caballo hasta Ma– lacatoya, ocho leguas mas o menos distante de Gra– nada, precisamente hasta la propiedad que mas tar– de recibió el nombre de "Santa Lastenia".
Ni mi presunta novia de Granada ni ninguna otra persona de mi familia, manifestaron reproba– ción alguna por esta renovada inclinación mía.
Noviazgo y casamiento
Aunque no veía ya en Lastenia la frescura de anteriores años, quedé nuevamente prendado de ella y poco tiempo después, en vista de que no tenía que hacer en mi casa, decidí irme para Comalapa a tra– bajar con mis propios esfuerzos y con muy poco dinero. Me dediqué, entonces, a la compra y vema de ganado gordo y una de mis transacciones fue la de comprar unos cuatro o cinco novillos cimarrones, que aunque los obtuve a bajo precio me resultaron muy caros, porque tuve que invitar a muchos bue– nos campistas de los alrededores para poder aga– rrarlos, mas después de lograrlo, eran tan bravíos que se acalambraron dos de ellos y se murieron. Pero si mis negocios ganaderos no iban muy bien, mi noviazgo progresaba admirablemente, has– ta que llegó el momento en que convine con Laste– nia en fijar la fecha para nuestro mairimonio.' En– tonces fuí a comprar algunas cositas a Granada que nos habrían de servir en nuestro nuevo estado. Por. supuesto que para muchos de mis parien– tes fue una sorpresa la noticia de mi matrimonio y recuerdo bien que. mi tío don Rosendo Chamorro fue expresamente a buscarme a la Iglesia de la Mer– ced, donde estaba oyendo misa, para hablarme en el alrio de su temor de que el matrimonio eniorpe– ciera mi actividad política, y para informarme de que según mi tío Alejandro Chamorro estaba por es– tallar un movimiento revolucionario contra la dicta– dura imperante. Traté de desvanecer el temor ex– presado por mi tío Rosendo, diciéndole que no tu– viera ningún cuidado conmigo puesto que yo era un hombre decididamente de acción, enemigo declara– do del dictador, que donde y corno estuviera res– pondería siempre al llamado de la Revolución, que si iba saliendo de la Iglesia de casarme con Laste– nia y me daban el aviso del movimiento rebelde, que dejaría a mi esposa en la puerla y que me iría a incorporar a las fuerzas de la protesta armada. Y le prometí que ese sería mi comporlamiento y no otra mi actitud, así es que le repetí que no se preo– cupara por mi matrimonio pues que todo seguiría su curso normal como si nada hubiera sucedido.
Mi matrimonio se efectuó el 12 de Noviembre de 1900, de manera que mi vida de casado domen– zó con el siglo. Ep cas~ de ~astenia pareció que a todos agradaba el matnmonlO menos a su mamá, la que siempre se. opuso, aun el mismo día en que
se llevó a efecto, pues me hacía demostraciones de' hostilidad y ni siquiera me dirigía la palabra. Tal corno ahora, el matrimonio civil debía cele– brarse antes que el eclesiástico. En Comalapa el que realizaba los matrimonios era el Juez Local, por entonces don Eliseo Fernández, hermano de Teodoro Fernández que había sido enamorado de Lasfenia. Habíamos convenido con el Juez en que llegaría a las siete de la noche a la casa de los padres de la novia para realizar el matrimonio, mas dieron las siete, y el Juez sin llegar, y dan las ocho, y las nue– ve, y nada de Juez. Yo comencé a pensar que eran maquinaciones de su hermano, el pretendiente he.. rido en su amor propio, que quería impedir el ma– trimonio a todo trance. Por fin apareció don Eliseo cerca de las diez de la noche, atrasado; nos dijo, por unos enfermos graves a quienes él tuvo que atender, pues también las hacía de médico, y ya no' hubo más demora para efectuar el contrato civil.
Después de esta ceremonia nos trasladamos a la Iglesia y el señor Cura, el Padre Andrés Maren– co, ofició el matrimonio religioso, a continuación del cual, con los pocos amigos que nos acompañaban, nos fuimos a nuestra casa, que era la de don Gre-:-. gorio García, una de las mejores del pueblo, y por la que pagaríamos de alquiler diez pesos al mes•. Esa misma noche recibimos noticias de que Herci-:– lia, mi hermana que vivía en Camoapa, estaba muy grave con fiebre perniciosa, así es que en la madru– gada tuve que ir a verla.
Efectivamenie estaba enferma mi hermana, mas con el favor de Dios y las atenciones de don Teodo– ro Baca, médico práctico del pueblo, se logró domi– nar la fiebre y al fin curar a la enferma, por lo que sólo estuve dos días lejos de mi esposa.
Instalamos una ventecita en nuestra nueva mo– rada y poco a poco nuestra econoITÚa fue mejoran;. do, de manera que al cabo de dos años logramos fener ya algunos fondos que nos permitieron traba– jar con xnayor desahogo. La vida en Comalapa se sucedía con alternativas de tranquilidad y otras d,e zozobra bajo la persecución inclemente que me ha– cían las autoridades por orden del Comandante Ge– neral de la República, no obstante eso, mi negocio de compra y venta de ganado lo mantenía en vías prósperas, pero desde que ocurrió la voladura del Cuarlel Principal de Managua el s.pstenimiento mío por· aquellos lugares se hacía oasi ,unposible.
Perseg~do .
Ya no quedaba lugar que no fuera recorrido .8
invesfigado por las escóltas que andaban tras de mi.
En esas condiciones llegué un día de tantos a la pro– piedad de don Cayetano Aráuz, en las Montañas del Tesorero para recibir unas vacas gordas q\le le ha~
bía comprado. Esa familia. Aráuz me tenía y me tuvo siempre bastante cariño y cuando me vieron, se asustaron, por que uno de ellos que había llega~
do del pueblo de Camoapa, llevó la noticia de que ese mismo día había sido volado e incendiado el Cuarlel Principal de Managua y que estaban apre– sando a todos 'los conservadores por lo que en tales circunstancias no pensaban que yo debiera de que-darme por aquellos lugares. . Para mí fue una grandísima sorpresa la voladu– ra del Cuarlel, por que en ningún tiempo se había hablado de tal cuestión, ni siquiera corno una posi– bilidad de debilitar al Gobierno de Zelaya. El he– cho de encontrarme yo por aquellas montañas y no en Managua donde tal suceso acomecía era y es la ptUeba más evideme de que la voladura del Cuar– tel Principal fue obra espontánea de algún explosi– vo y no de maquinación política. Para mi la muer– te de Casrro y Guandique, dos ':I;t1agníficos. ciudada~
nos, será siempre una mancha indeleble de sangre inocente que llevará el Liberalismo, perperrado' para infundir el terror en la ciudadanía nicaragüense, fl,xe un grave error de 16s que frecueri:tementecome:ten las dictaduras.' . .. . En todo caso, el Parlido Conservador fue ajeno a ese hecho laznentable, .del que no conocimos_los hombres que :l:eníamos ·la dirección ·en ese 'entonces
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