Page 61 - RC_1966_04_N67

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berena, el Gral. Mena y algunos otros de los a,nfi– guos eInigrados. Don Alejandro ChaInorro estuvo InUY interesado en que yo regresara y por eso Ine decía. "Ve, Exniliano, de afuera del país no botare– InOS a Zelaya, porque los ofros gobiernos nunca dan una ayuda cOInpleta, y si la llegan a dar, no lo ha– cen en tieInpo oportuno, Inieniras que esfando en el país, uno puede seguir de cerca :l:odos los pasos del Gobierno, y si se llega a obtener CÓInO hacer un InoviIniento, enfonces escoge a volunfad el InoInento oportuno, el día y la hora Inás apropiados para lle– var a caoo el alzaInienfo". Aunque yo creía que las observaciones de Ini fío Alejandro ChaInorro eran de Inucha fuerza, no Ine dejé llevar por la idea del regreso y por fin Ine quedé en Costa Rica. Muchos ofros hicieron lo InisIno. Enire las personas que de– cidieron no regresar a Nicaragua esfaba Don Adol– fo Díaz, quien logró colocarse COInO Secretario del Gobernador de Puerto Limón, Don Gustavo Beeche.

Juan Pablo Reyes

Un día de tanfos se le presen:l:ó a Don Adolfo Díaz el señor don Ascención P. Rivas, que llegaba especialInente de Bluefields enviado por el Gober– nador Intendenfe. El señor Rivas llegaba con la Ini– sión especial de invitar a la eInigración nicaragüen. se para irse al DepartaInento de Zelaya a apoyar la Revolución que en esos InoInenfos estaba iniciando el General' Juan Pablo Reyes. Yo sencillaInente creo que el señor Rivas no obró con la cordura y diligencia necesarias para :l:ener buen éxilo en su Inisión, porque despues de hablar con don Adolfo Díaz, aunque faInbién llegó a Cartago donde se puso en cOInunicación con el Dodor Cárdenas, se regre– só a Bluefields.

El Dodor Cárdenas nos puso al corrien:l:e de es– :l:e cOInisionado, que por en:l:onces se enconiraba en– :l:re Cartago y Puerto LiInón, donde sólo 10 vió don Adolfo Díaz. La emigración se conmovió con las no:l:icias de la posibilidad de un levan:l:amien:l:o en la Cos:l:a A:I:lán:l:ica de Nicaragua, e inmedia:l:amen:l:e me puse en adividad para reunir algún dinero y or– ganizar el primer con:l:ingen:l:e de emigrados a la Cos:l:a. Efec:l:ivamen:l:e, reuní y llevé a 'unos cuan:l:os a Puerto Li:rnón, en:l:re ellos, al General Leónidas Co– rrea y su hermano Luis, al General Tomás Masís, a don Adán Can:l:ón y a varios o:l:ros, hasta comple:l:ar el número de 20, pero al llegar a Puerto Limón nos informó el señor Díaz que el comisionado Rivas só– lo había es:l:ado :l:res días y que después se había re. gresado, y con él el vapor San Jacinfo, que era un vaporci:l:o armado en guerra que :l:enía a sus órdenes el In:l:enden:l:e General Reyes en la Cos:l:a A:I:lánfica. Grande fue nuestra desilusión al no encontrar al Sr. Rivas en Puerto Limón y más sen:l:imos aun al no hallar en qué embarcarnos, pues pensábamos hacerlo en el San Jacin:l:o.

Corno dije an:l:eriormen:l:e, don Adolfo Díaz era el Secretario particular del Gobernador Beeche y co– rno tal nos dijo que no podíamos permanecer mu– chos días en Puerto Limón porque ello comproIne:l:ía la neu:l:ralidad de Costa Rica. En:l:onces resolviInos inmedia:l:amente enviar comisionados a Bocas del To– ro, un puerto de la República de Panamá, a seis ho– ras por mar de Puerto Limón, a buscar una embar– cación que nos pudiera llevar a Bluefields. Los co– misionados fueron don Adán Can:l:ón y don Carlos Bolaños, quienes anduvieron con felicidad porque al siguiente día regresaron con una lancha de media– na capacidad, movida a vapor y vela, que nos resul– :l:ó bas:l:an:l:e confortable al embarcarnos. El :l:ranspor. te lo convenirnos en 600 dólares, los que pagarnos allí mismo.

Nos embarcarnos, pues, los recién llegados y el propio Don Adolfo Díaz, y nos hicimos a la mar con vien:l:o regular, pero, a pesar de que la embarcación era de mo:l:or y vela, no adelan:l:aba mucho pues ape– nas amaneci:rnos el día siguien:l:e fren:l:e a San Juan del Norte.

La tripulación de es:l:a embarcación se compo– nía de un Capilán norteamericano y dos trujillanos de Honduras.

Premonición

Cuando uno de los trujillanos nos serVía el de–

sayuno, sucedió una cosa curiosa. La conversación en:l:re noso:l:ros, duranfe :l:odo el viaje, era na:l:uralmen– fe sobre la len:l:i:l:ud de la lancha y el deseo de que llegara el vapor San Jacin:l:o a encon:l:rarnos. Al oír el trujillano expresar esas ideas, nos dijo: "Que les parece, anoche tuve un sueño muy curioso". Todos le pregunfamos cómo había sido el, sueño. En:l:on– ces el trujillano nos dijo que él había. soñado que el vapor de guerra hondureño "Tafumbla" había lle– gado a Bluefields a ponerse a las órdenes de Zelaya y que éste lo había mandado en persecución nues– :l:ra porque ya la revolución había fracasado. Todo aquello que nos dijo el trujillano nos pareció de 10 más absurdo que podía pensarse, y le dijimos que no había Inedia posible de que eso pudiera suceder, y noso:l:ros nos reíamos de 10 lindo del cuen:l:o del marinero. Sin embargo, ese mismo día ~omo a las cinco de la :l:arde, cuando :l:omábamos un refrigerio es:l:ando a la al:l:ura de Monkey Poin:l:, alguien griló: "Allá viene el San Jacin:l:o!" Todos nos levan:l:amos a divisar el vapor, brincando de con:l:en:l:OS, creyendo que en verdad era el "San Jacin:l:o", pero, el trujilla– no nos dijo con mucha calma: "Es el Tatumbla, el vapor del sueño, que viene direc:l:amen:l:e a cap:l:u– ramos". Y efec:l:ivamen:l:e, eso sucedió pocos minu– :l:os después.

El Ta:l:umbla era un barco de hierro, un barco en toda regla, y la lanchila en que nosotros íbamos era una, pequeñi:l:a, de madera, endeble, que no pa– recía capaz de provocar la ira con la que su Co– mandan:l:e Buezo hizo que se nos echara encima para hundirnos. '

Ese mililar hondureño, de familia de regular posición en Honduras, en es:l:e caso se mos:l:r6 sin el más pequeño sentimien:l:o humanilario. Si no hubie– ra sido por la habilidad del Capilán de nues:l:ra lan– cha, que la maniobr6 de modo de que la proa del. Tatumbla no la partiera medio a medio sino de que la agarrara por la popa, esa noche habríamos que– dado en el fondo del mar..

Cuando el vapor chocó con la lancha, todos aquellos que es:l:aban más próximos pudieron abor~

darlo, lo cual produjo alguna confusi6n en:l:re los sol– dados pues obs:l:aculizaba las órdenes de fuego que les daba el Comandan:l:e Buezo. ,

Don Adolfo Díaz, que había renunciado a la secre:l:aría, y yo, íbamos. en la bodega de la lancha, salirnos afuera y nos dimos cuen:l:a que ya habían despegado el vapor de la' lancha, y por eso no pu– dimos pasarnos. El señor Díaz furioso, decía indig– nado. "Quisiera :l:ener un cañón para hundir ese barco, por esfúpido'"

El cable con que amarraron la lancha para re– molcarla, después de un rato se rOInpi6, y entonces desde la lancha oíamos las, voces del Comandante Buezo; de preparar los cañones y hundirnos, pero seguramenfe iban oficiales en ese barco, de senfi– mienfos más humanilarios, y por eso el hundi:rnien– fo no se efectuó.

Por fin, corno a las nueve o diez de la maña– na llegarnos a El Bluff. Aquí esfaban ya:l:odos los liberales que de Managua habían llegado con Aure– lio Es:l:rada para hacerse cargo de la Cosfa. Muchos de esos liberales habían recibido noticias de quie– nes éramos los presos y ya esfaban en El Bluff es– perándonos, y al bajar nosotros del barco entre la custodia de soldados hondureños nos recibió la ofi– cialidad nicaragüense sin muestras de hostilidad, más bien con cierto aire de simpatía. Algunos de ellos quisieron saludarme llamándome por mi nom– bre, mas yo le dije a uno de ellos a quien conocía muy bien porque frabajaba en mi casa, que a

no me saludara ningún liberal porque no le con:l:es– :l:aria él saludo, así es que desde ese Inomen:l:o se– gui:rnos en comple:l:o silencio y ya no hUbo manifes– :l:aciones de si:rnpa:l:ía, aunque :l:ampoco de burlas ni hos:l:ilidad.

Don Belisado POI'I'a5 y Cap..... Vividea

Ya presos nos llevaron a. presencia dél Capiián

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