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« Previous Page Table of Contents Next Page »no fue sino hast~ entonces que les llamé la
~énción al poco interés que mostraban en la em- ·tesa, .' L.es hice ver. que estábamos gastando bas– fj:J.nte dinero que habíamos pedido a Nicaragua, que teníamos comprada ya buena cantidad de semilla,
.f, én fin que ya llevábamo~ muchos gastos hechos y que el trabaJo no ¡astaba hsto
l que por eso les pe– día que desqle ese dla en adelante, en vez de traba– jar por el d,ía íbamos a trabajar por tarea, y que para no disentir tocante a cuántas varas cuadradas eran una tc;¡,rea, les propuse que lo que yo hiciera de las seis de la mañana a las once del día se ten– dría por una tarea. Ellos aceptaron encantados, cre– yendo seguramente fácil igualar lo que yo haría, más fue grande su sorpresa cuando al llegar a las once de ese día yo había hecho 30 varas cuadradas. Ninguno de ellos quiso coger esa medida por tarea y e±onces se fueron a buscar trabajo a otra parle, a lo que yo consentí, porque aquellos mis compa– ñeros militares eran buenos en la milicia pero ma– los en la agricultura y con ellos no era posible se– guir el trabajo que don Adolfo Díaz y yo teníamos planeado.
Después de la parlida de estos compañeros y de que el técnico que pedimos a Nicaragua llegó y principió a hacer los almácigos, con éxito tan pobre qtie no hubo uno sólo que prosperara, porque una vez que germinaban las plantitas se las comían las hormigas, y fue imposible terter una buena almaci– guera, me ví forzado yo :también a retirarme de ese trabajo, no sin antes agradecerle al Sr. Bonilla toda su buena voluntad para ayudarnos a mejorar nues– tra situación económica.
En J,ibeña
. Por otra parle, los amigos de Liberia requerían mi presenci¡¡¡ por aquellos lugares y deseaban que yo estuviera en tal sedar, donde prineipiaba;n a res– tablecerse los trabajos revolucionarios, pues ya esta– ban cansados de la quietud en que habían perma– necido después del golpe que significó para todos nosotros el rechazo de San Juan del Sur. ' Antes de marcharme para Liberaia pasé algunos días visitando a los amigos que estaban en los di– ferenfes lugares y poblaciones del interiór como Ala– juela,'Heredia, ;San José y Carlago.
En esta última población pasé un ~ de agosto,
die ,de Nuestra Señora de los Angeles, que es cuan– do la ciudad celebra su fiesta patronal. Por eso ·es. que había en Carlago mucha gente de otros lugares del 'país, mucha juventud, y mujeres muy hermosas~
Entre'ellas estaba una señorita de apellido Tinoco que además de su hermosura:, tenía m.ucha gracia en el hablar y en su presencia y personalidad, .la que·trie hizó mucha y muy buena impresión. '. También visité Punta Arenas donde ví al Doc– tor Cárdenas, a los Torres y a la familia de los Hur– tado. En .toda esta travesía saqué en claro que el espíritu de la Revolución no habla decaído pero que no contaba con nada positivo, pues bien sabíamos que los recursos que pudieran llegar de Nicaragua etan escasos y limitados.
Puesto ya en Liberia empecé a visitar a todos mis viejos conocidos, principalmente al maestro Ca– jina, Luis Mena, así como a todos los demás. En es– te tiempo encoufré que en Liberia fungía como nue– vo gobernador don Camilo Mora, hijo del ex-Presi– dente Mora de Costa Rica, persona muy simpática y culla pero que se había dejado dominar por las be– bidas alcohólicas, aun cuando sin llegar nunca a emborracharse completamente, sí puede decirse que ya por ese tiempo vivía, como se dice, "a media asta". .
18 Ir~gos diarios
. Con el General Luis Mena y con algún afro emIgrado, formulamos un plan para hacernos de
armas~~ EL .Gener~ ;Mené! .que era ;J:UUY amigo del Comandante del cuarlel, un Coronel Centeno, trata–
~a de seducirlo para que permiliera sacar algunos nfles del Cuartel,.y yo; mientras ±anto, -me .manten. dría ,ClÓh: el Gobetnagor Mora con quien cultivaba
buena amistad desde que nos conocimos en El Sal– vador, y mi misión cerca de él era la de entretener– lo para que descuidara la vigilancia que ejercía en la parle militar de la Plaza. Para esto. tuve necesi– dad de tomarme 18 fragos diarios de cognac duran– te tres meses, así: tres copas antes del café, seis en– tre café y almuerzo, otras seis eufre almuerzo y ce– na, y otras tres antes de acostarme. Esta era la dis– fribución de licor que tomaba el Gobernador Mora siempre que me pedía que lo acompañara a tomar con él, y como tenía la misión de estar cerca de él tenía que hacer lo mismo que él hacía. Mas de una vez me sentí enfermo, no de la cabeza sino del es– tómago, al grado de tener que medicinarme. Mu– chas veces al recordar estas 18 copas diarias por tres meses, me sorprende el no haberme convertido en su vicioso. Felizmente aunque no soy un abste– mio, nunca he sentido afracción por el licor y en cuanto al fumado, al cual era bastante adido 10 de– jé como a la edad de 40 años a causa de fres ata– ques que tuve de influenza española en Washington. No tuve muchas dificultades, ni sufrí mucho por de– jar el fumado. Al principio 'cuando me venían los deseos de fumar, me ponla un chocolate en la boca y con eso desaparecía el deseo, y así, insensible– mente, mi inclinación a fumar.
Jelepa.es y CU~l'Udos
Estando en ese trabajo de sustracción de algu– nos elementos de cuarlel, me llamó mi papá a San José, pues ya vivíamos allí con toda la familia. Nuestra residencia quedaba en el Barrio de Amón, próxima a la de don Santiago de la Guardia. Mi pa– clre ;me llamó para una negociación con el ex-Presi– dente José Joaquín Zeledón Rodríguez sobre unos :terrenos que éste tenía en Nicoya y quería que yo los fuera a ver para dic:taminar si realmente era conveniente adquirirlos. Hice el viaje y llegué has~
ta Santa Cruz, primera población bastante grande donde vivían varios nicaragüenses, entre ellos re– cuerdo a don Isidro Solórzano y a su hermano Ro– dolfo Alvarez y varios o:tros cuyos nombres se me escapan, pero :todos eran buenos revolucionarios y muchachos de armas tomar. Varios de ellos tenían una casa bastante grande donde vivían juntos. En esta casa me hospedé yo y allí pasé la noche, en la que no dormí a causa de que apenas oscureció la cama se llenó de jelepates' y de otros insectos que lla– maban "cuerudos". No me explico como esos nica– ragüenses tenían aun vida con las sangrías que su– frían cada noche de aquella multitud de animali– tos. No exagero, pero, como reza la expresión po– pular, "el animalero se sentía tronar". Así fue que muy temprano salí para ir a examinar los terrenos del ex-Presidente a Nicoya, misión que cumplí con interés porque encontré que los terrenos eran muy buenos para la agricultura y para hacer potreros de los llamados de "pasto artificial".
Después recorrí casi todo el Guanacaste, viendo el estado de los emigrados y para conocer mejor donde estaba cada cual y poder informar así al Doc– tor Cárdenas y a Don Alejandro, con quienes siem– pre me gustaba estar en contado. En esta opera– ción emplié muchos días y luego volví a casa de mi papá para informar de la comisión que me ha– bía dado sobre los :terrenos. Como mi informe era favorable creo que mi papá siguió en pláticas de arreglo con el Sr. Rodríguez. pero en esos días el General Zelaya dió la Amnistía general y abrió las puerlas a la emigración. Tal suceso produjo un efecto grandísimo en todos los sedares revoluciona– rios y el deseo de regresar a la patria se hizo cada día más fuerle. Por :l:odas parle:;; sólo se oía hablar de alistamiento para el regreso a Nicaragua. Al prin– cipio creí que los Chamorros no se acogerían a esa medida, pero estaba equivocado, :l:odos se acogie– ron a ella para ver si podían rescatar algo de sus intereses 1 mi papá fue. uno de los que regresaron. Yo, aunque veía difícil mi porvenir quedándo– me, :l:omé la resolución de no regresar y de conti– 1'1-uar en Co:;;ta Rica, .decisión mía que conocieron el doctor Adán Cárdenas, Manuel Torres, el dodor Bar-
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