Page 58 - RC_1966_04_N67

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trabajador de la hacienda de Badán. Tras mis vo– ceS salieron de su escondite y nos reunirnos todos e hicimos un solo grupo y caminamos juntos hacia "El Cerro".

En el rrayedo cada uno de ellos me disparaba pregunia iras pregunta buscando corno identificar– me como verdadero trabajador de Bodán u otra persona más sospechosa, y yo Ine defendía bastante bien, y a la vez les ponía algunas cuesiiones para identificarlos a ellos. Por fin, cuando ya estaba cer– quita de "Cu±irre" uno de ellos se atrevió ian±o en las preguntas, que me llegó a hacer, con bastante claridad, una invitación para irme a la Revolución, a lo que yo no respondí sino hasta que estaba en la hacienda "Cufirre". Allí les dí Ini verdadero nom– bre, y al oír que era EIniliano Chamarra, demostra– ron una gran alegría y me dieron abrazos tras abra– ZOS. LástiIna es que de esa gente sólo recuerde los nombres de Salvador Arana, Chico Gato, y nada más. Esa fue toda la contribución de Granada a mi famosa expedición del Cerro Mombacho. Contando con ese contingente que yo mismo fuí a buscar a la ciudad, la Revolución enionces disponía de 36 hom– bres, en lugar de los 200 ó 300 que don Pedro Joa– quín Chamarra y don Francisco del Casiillo dijeron que enconiraríamos reunidos en el Cerro. Por eso, en lugar de marchar sobre Granada, resolví hacerlo sobre Nandaime para hacer alguna llamada de atención a las fuerzas del Gobierno, a fin de que no destacara iodas sus fuerzas sobre el núcleo fuerle que llegaría a tornar San Juan del Sur.

NandaiIne lo iomaInos con alguna facilidad, aunque hubo bas±anie tiroteo, pero poco tiempo des– pués lo desocuparnos, tornando sieInpre la dirección del Cerro y nos esl:acionamos en un lugar llamado "La Guaira". En Nandaime se nos incorporaron va– rios nuevos coniíngenies. Ya habían engrosado nues– iras filas personas corno don Dionisia Mon±errey, J o– sé León Talavera, Pedro Rafael Monterrey y airas rnás que cuyos nombres he olvidado.

En "La Guaira" tuvimos un ataque de la caba– llería del Gobierno a la que derroiamos con facili– dad. después de lo cual seguimos nuestra marcha a "Cuiirre", sieInpre con la idea de atacar y iomar Granada. Pero aquí recibirnos un correo de doña Carmela con la noticia de la llegada a dicha ciudad de don José Dolores Gámez, con un número de tro– pas corno de 600, para reforzar la plaza y aiacarnos con la Poliiécnica de Zelaya, comandada por un mi– liiar alemán llaInado Coronel Varens. Con esos da– fos, en lugar de marchar sobre Granada resolví es– perarlo allí en "Cufirre", lugar de posición estraté– gica. "Cufirre" en ese tiempo, fenía una parle com– pleiamente limpia, despalada o desarbolada, que quedaba frenie a la casa, un poquiio separada de una especie de cordillera de piedra que daba lugar a ocultar la rropa. Y yo hice precisamente eso. Hi– ce .que se exiendie:.:a la tropa detrás de las piedras y deJar la enirada hbre para que Varens se n1.etiera sin sospechar que yo estaba allí realmente.

Efeciivamenie, allí eniró la iropa de Varens co– mo 200 hombres, y en un mom.enio dado lbs volvi– n1.OS locos. Era diverl:ido ver COInO corrían de un lado a otro, sin saber de donde les llegaba el fuego. Muchas de sus annas fueron abandonadas por ellos, y nosoiros las recogimos después.

Pero no eran armas lo que necesitábamos, era gente que sie:!t1pre nos hizo mucha falta.

Después de la derrota del Coronel Varens, reci– bí un correo de Granada enviada por doña Carme– la Chamarra de Cuadra, -quien con gran actividad me Inaniuvo siempre bien informado de todos los movimientos de la fuerza del Gobierno, y quien nos enviaba cons±aniemenie provisiones, felicitándome por el triunfo y avisándome que para el día siguien– ±e estaban preparando el envío de todas las fuerzas que ienía el Gobierno en Granada para aiacarme y barrerme del Cerro.

Corno no tenía interés especial en pelear y el objetivo de mi misión había fracasado, pues no era oiro que el de tornar Granada y con ella el vapor Victoria, ya entonces resolví desocupar el Cerro esa

misma noche, corno efecfivamente 10 hicimos procu– rando desiruir toda huella que pudiera servir de in– dicio para conocer la dirección que habíamos segui– do.

Esa noche llegarnos cerca de la hacienda El Vol– cán de los señores Monterrey, haciendo alto en un paraje adecuado. Dispusimos allí esperar el día y descansar las pocas horas que faltaban para el ama– necer, para luego continuar la marcha a fin de unir mis fuerzas con las que de Cosia Rica debían haber llegado a San Juan del Sur al mando de don Ale– jandro Charr,orro, jefe verdadero de la revolución.

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No soy yo el llamado a describir la personali– dad de don Alejandro Chamarra, que para mí fue el elemento humano más valioso que el Parlido Con– servador tuvo para enfrentarse a la lucha conrra la dictadura del general Zelaya, pero diré que .el señor ChaInorro era un hombre elegante, inteligente, de una Inirada que ejercía un dOIninio extraordinario sobre su inl:erlocu±or, de fácil palabra y lenguaje per– suasivo; Inás nada de lo que, yo pudiera decir sería un reirato fiel de su personalidad y sobre todo el valor que sus Inér.ifos le daban a los moviInientos conservadores que se desarrollaron entonces. Des– graciadan1.enie desapareció joven del escenario de la vIda a causa de la enfermedad de aInebas que padeció. Así es que para 1910, cuando cayó Zela– ya, él tenía unos dos años de haber muerlo.

~Ulel1'll'mas en el Ceno

Como decía· anteriormente, esa noche penetra– mos en un lugar de la hacienda El Volcán, donde como a las doce de la noche llegó un individuo que andaba en busca mía para parliciparme que la in– vasión a San Juan del Sur Se había llevado a efec– to, pero que había sido rechazada con sensibles bao jas de nuestra parle, enrre ellas la del valeroso jo– ven Horacio Bermúdez; que después del rechazo de San Juan del Sur, se había inientado el asalto de Rivas, pero que también ese o±ro proyecto había fra– casado, lo que ponían en mi conocimiento para que yo prosiguiera en mi actuación militar con conoci– Inien±o del fracaso de la invasión.

Solamente habiendo estado en mi lugar en el momento preciso en que recibí aquelfafídico men– saje pudiera alguien darse cuenta exacta del tremen– do choque que tal información me produjo. Recuér– dese que estaba en la plenitud de mi juventud, con la fe ciega de que cada uno de los que invadían era un héroe invencible, por eso aquel fracaso lo vi co– rno que si el Inundo fuera a desaparecer con l¡:¡. de– rroia de la Revolución. Así es que Ini exisiencia la consideré de pronto innecesaria y ciego de pesiInis– mo desenfundé mi revólver para suicidarme. Pero en el instante mismo de aduar, pasaron por mi men– te, corno un reláInpago, los siguientes pensamien– tos: ~Qué dirían los liberales de aquel aefo Inío'? ¿Cómo lo juzgarían'? Y el teInor de que pudiera con– siderarse de que había cobardía de Ini parle al po– ner término a mi vida, Ine hizo pensar que a mí In8 correspondía en aquel momento demostrar que era un hOInbre de lucha y que con solo aquel puñado de hombres podía enfrentarme a las fuerzas de Ze– laya, y así lo hice, Inanteniendo, por varios Ineses, una incesante guerrilla en los Deparlamentos de Ri– vas y Granada y parle de Carazo, no habiendo sali– do para Costa Rica hasta que la paz enrre Nicaragua y Cost Rica fue firmada, por mediación de El Sal– vador.

De común acuerdo con el general Luis Mena, conveniInos en separarnos para hacer Inás fáciles los Inovirnientos de las columnas. En ese lapso tu– vimos varios encuentros con las fuerzas del Gobier– no y nunca tuvimos uno que fuera de e;eC±os desfa– vorables para nosotros.

Recuerdo que estando acaInpado ep un lugar de la hacienda "San Marcos" de don Marcelino Maren– ca, sobre el Río Ochomogo, -cuya faInilia era una gran colaboradora en este movimiento revoluciona– rio, por lo que más tarde fue arruinada por las fuer-

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