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« Previous Page Table of Contents Next Page »de su alarma, mas insisfí en enviarlo donde doña Carmela Chamarra, esposa de don Pedro Rafael Cua– dra, quien para entonces había regresado a Grana– da.
Esta señora era hija de don Pedro Joaquín Cha– marra -que fue Presidente de la República del año 76 al 80- y perlenecía a una de las familias más distinguidas por su cultura y por su posición eco– nómica. Su esposo era también miembro de otra familia igualmente promin'ente, con las mismas ca– racterísticas sociales, económicas y políticas, por 10
que al efectuarse el enlace del señor Cuadra con la señorita Chamarra pareció más bien que fuera un matrimonio de conveniencia política y no nacido de las travesuras de Cupido; sin embargo, con el tiem– po se vió que políticamente no dió el resultado que muchos se esperaban, pero sí fue un matrimonio ejemplar, como nacido del amor.
Cuando vino la época de las persecuciones, con– fiscaciones de propiedades y multas forzosas, doña Carmela Chamarra de Cuadra tuvo una figuración brillante, porque su esposo, antes de dejarse captu– rar, se ocultó, dando ocasión con esto para que el Gobierno pusiera riguroso sitio a la casa de la fami– lia. La señora Chamarra de Cuadra sufrió nume– rosos días, sin alimento alguno, y siempre que la autoridad le exigía la entrega de su marido, lo ne– gaba con actitud desafiante y respondía con altivez a las preguntas de los esbirros del Gobierno. Esa era la señora de carácter de acero toledano, pudiera yo decir, a la que ocurrí para pedirle, por medio del mismo enviado que mandé donde don Salvador Jiménez, que a su vez me enviara un co– misionado a la hacienda "Cufirre" donde yo me ha– bía trasladado. Pero había sucedido que mi men– saje anterior al senor Jiménez, fue comunicado al doctor Juan José Marlínez para que éste buscara una solución o resqlviera 16 que convendría ante mi solicitud; y lo que se resolvió fUe poner sobre avi– so a todas las familias donde se creía que podrían llegar espías de Zelayq, con iguales o parecidos mensajes, para que no fueran a caer en un trampa. Por eso, cuando 'mi c;omisionado llegó donde la se– ñora Chamorro de Cuadra ya encontró a ésta preve– nida por el doctor Marfínez, de que llegaría un in., dividuo como enviado de Emiliano Chamorro, pero que efeC±ivE!-mente €lra espía de Zelaya y que había que tener cuidado con él y no darle conversación, como en efecto lo hizo doña Carmela. El comisio– nado tuv.o que regresarse, llegando sumamente asus– tado poi el recibimiento hostil y declarándome con energía' que no volvería a desempeñar esta misión mía. An;te esta negativa y la dificultad que se me prese:ntaba para identificarme ante esas personas que se negaban El oír explicaciones, y para conven– cerlas de la verdad de que realmente me encontra– ba yo allí, llegado de Costa Rica, no ví otra solución que la de ir personalmente a la ciudad de Granada, -aún corriendo el riesgo de ser reconocido por al– guna autóridad-, para tratar directamente con ellas. Emprendí viaje a eso de las cuatro y media de la tarde y un poquito más allá de "Taiguay" en– contré a tres mujeres que estaban recogiendo leña, aunque ellas me dijeron que era "burusca" lo que buscaban. Por ser un poco temprano para entrar a Granada resolví entretenerme ayudándoles a aque– llas mujeres a preparar su leña. Entre ellas había una bastante joven que fue a la que dediqué prin– cipalmente mi atención. Al mismo tiempo que le corlaba leña, conversábamos, ella me hacía muchas preguntas como para identificarme y yo le respon– día con bastante caufela, tratando de hacerme pa– sar por trabajador de la hacienda de Juan Bodán, propiedad sua en el Cerro Mombacho, y originario de las Segovias. Así pasamos la tarde, mientras se iba aproximando la noche, y por fin emprendimos viaje a Gré\.nada. Cuando llegamos al Cementerio ví que todavía esté;lba bastante claro y que no era prudente mi entrada a la ciudad a esas horas, en– tonces le propuse a la joven quedarnos allí, en una venta; para descansar y 'tomarnos un refresco. Acep– taron las compañeras que yo las detuviera para to-
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marse el refresco. Le pregunté a la fresquera qué clase de refrescos tenía, que nos sirviera enseguida, y ella al servirlos me los pasaba a mí para que yo a mi vez se los pasara a las mujeres. En una de tantas, la vendedora me dijo: "Yo te conozco". Yo me llevé, con disimulo, la mano a la boca como in– dicando que se callara. Al acabar de servir los re– frescos, le dije: "Quiero agua, pero del cantarito que tienes aden±ro", y al meterse a sacar el agua, me metí yo también, y le dije: "Tú no me conoces, ni yo te conozco. Yo soy un segoviano que vengo de los trabajos del Jefe Político Juan Bodán". "No sé", me dijo ella, "de donde vienes, pero tú eres Emilia– no, el hijo de don Salvador Chamarra. No me ten– gas miedo que yo soy la María Masaya que junto con la Casimira te recogía armas en Managua".
A mí me pareció como algo bajado del Cielo que me enviaba un auxilio nara salir bien de mi misión. Salí donde estaban mis compañeras de le– ña y les dije que iba a quedar allí en esa casa y ellas siguieron su camino. Entonces la María me indicó que me fuera a meter a la caseta del baño que estaba como a diez varas de la parle trasera de la casa y de allí mandé con ella una nueva car– ta a doña Carmela haciendo referencia a cierlas cuestiones que habían pasado entre la señorita Pe– trona Morales y yo cuando éramos novios y que so– lo muy pocas personas conocían. En esa forma, por fin, conseguí que mandara a alguien que ha– blara conmigo y llegó el Dr. Benjamín Cuadra, quien me conocía muy bien, y con quien, después del re– conocimiento, saludos, etc., entré a platicar sobre la urgencia del envío de gente al Cerro para empuñar 200 rifles que habíamos llevado de Costa Rica, le hice ver además la necesidad de que esa gente d€l– bía llegar, si era posible, esa misma noche para po– der yo asaltar Granada al día siguiente. El joven Cuadra, lleno de entusiasmo, salió a comunicarle a doña Carmela la realidad de mi estadía en la ciu– dad con las armas necesarias para derrocar al Go– bierno de Zelaya, ofreciéndome volver esa misma noche, para comunicarme lo que doña Carmela tu– viera que decirme al respecto, de cómo estaba de– fendida la ciudad y la manera que se juzgara más factible de atacarla con éxito.
Durante el tiempo transcurrido entre el viaje del señor Cuadra y su regreso, estuve dos o tres horas encerrado en el mismo cuarlito de baño, y como ha– bía una luna muy h~rmosa y clara, con facilidad se veía la gente que venía por las calles y caminos que van para Diriomo y que eran los mismos que nosotros teníamos que seguir para ir a "Cufirre". Eso di6 lugar a que yo estuviera muy en±usiasm.ado en mi encierro, pues cuando pasaban grupos y gru– pos de gente -que realmente iban a la fiesta de Candelaria- yo consideraba que era la gente que mandaba doña Carmela a empuñar las armas que estaban en "Cutirre", fue esta una ilusión que me mat6 el joven Cuadra cuando me informó que sólo nueve habían podido conseguir mandar hasta esas horas de la noche. Después de esta conferencia, me despedí del joven Cuadra y de la María Masaya, a quien le agradecí el hospedaje y le dije que me pa– recía un ángel bajado del cielo a socorrerme en un momento difícil.
En e!! Mombacho
En la travesía que hice de regreso a "Cufirre", en cierla parle del camino, bastante oscuro y plan– tado ámbos lados de "chagüite", por un punto que llamaban "La Calera", oí ruidos y como voces entre– corladas que me hicieron sospechar primeramente que se trataba de algUnas gentes del Gobierno, pero
poi el silencio que después siguió entre ellos mis– mos comprendí que eran gentes que más bien que– rían ocultarse para que no se dieran cuenta de su presencia por aquéllos lugares, y creí posible que fueran de la gente enviada por doña Carmela. En. ±onces resolví levantar la voz y decirles que ya los había visto; que no siguieran ocultándose; que yo no era ningún agente del Gobierno. sino un simple
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