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« Previous Page Table of Contents Next Page »nas a quienes consfantemente se vigilaban. Por eso resolvi buscar ocupación fuera de mi casa, de mi familia, Y fuera igualmente de la ciudad de Mana– gua ... Los jóvenes Elizondo y Saballos continuaban su labor de conseguir armas, pero desaforlunada– menie Alvarez se inclinó mucho a las bebidas alco– hólicas hasfa el extremo de no poder ya trabajar con Elizondo. Saballos, joven de gran inteledo y muy simpático, en muy :l:emprana edad desapareció del escenario de la vida, aprovechando yo la escri– :l:ura de es:l:a mis memorias para dedicarles un re– cuerdo cariñoso.
Aclntinlsb'adOI' en IIPacetI'a" y IlRío Gll'anda"
Como yo senfia más inclinación por la gana– derla que por el cullivo del café, dispuse buscar ocu– pación en alguna propiedad ganadera. Al tener conocimienio que el empleado de los Chamorro-Za– vala, estaba por retirarse de la Administración de la hacienda "Pacora", fui a hablar con doña Carloilla Chamorro de Costigliolo, hija de don Fruto Chamo– rro, fundador del Parlido Conservador de Nicaragua, y le solicüé ese empleo, solicitud que fue aiendida inmediaiamente. Pasé, pues, a manejar dicha ha– cienda que queda al otro lado del lago de Mana– gua, a poco más o menos una legua de disfancia del puerlo San Francisco del Carnicero y de la pro~
piedad "Rio Grande", un poco %nás allá de la de San Francisco mencionado, propiedad ésta que lle– ga hasta el río Cinacapa, sobre la cosfa del lago. Es– to sucedía en el año 1894.
En la administración de dichas propiedades pu– se todó mi empeño en quedar bien, pero temia no conseguirlo a satisfacción de doña Carloilla (asi la llamábamos cariñosamenie 1, porque ella tenía un sistema para calcular el aumenio de sus ganados y era que coniaba los nacidos y los herrados pero no coniaba los muerlos, de fal manera que no habia administrador completamenie honrado para ella. Asi es que cuando a solicüud mia dejé la Adminis– tración de esas propiedades, sentia gran satisfacción porque había evüado en mi carla duración en el empleo, que se me pudiera incluir en el número de los aqnunistradores que habían dispuesto de gana– dos, según ella.
Antes de terminar este capüulo de Pacora y Rio Grande, quiero referir el pensamiento que tuve una vez al ir a herrar y correr en el mes de Febrero unos novillos en Río Grande, cuya frondosidad en aquel entonces era maravillosa, que si alguna vez se pre– sentaba la ocasión de adquirir alguna parle de ella, no debia desperdiciar esa oporlunidad para hacerlo, como al fin lo hice, cumpliéndose así uno de mis grandes sueños y anhelos, comprando parles de los herederos hasta llegar a obtener la müad de los de– rechos heredüarios. Ya dueño de tales derechos, me enconfré con la conyuntura de que la propiedad iba a ser subastada, por un juicio entablado entre don Isidro Solórzano Reyes y los herederos de don Fruto Chamorro para la cesación de comunidad, y fué así cómo, en subasta pública adquirí toda di– cha propiedad en unión de don Enrique Palazio, de quien más tarde me separé, quedándome la parle que aduahnente ocupo con el nombre legal de "San Cristóbal". Es curioso este pensamiento de joven
re~izado, de llegar algún día a ser dueño de dicha propiedad y de ser Presidente de la República de mi Patria que :l:Bn\bién tuve en muy temprana edad. Como vimos anteriormente, a la caída del Go– bierno del doctor Roberlo Sacasa, regresó mi padre de Europa, y después del triunfo de la contrarrevo– lución y de la llegada de Zelaya al Poder, resolvió vender sus propiedades y demás intereses que tenia en Nicaragua a la "Casa Pedro Joaquín Chamarra e hijos", firma que en ese entonces se enconfraba eco– nómicamen:l:e fuerle, muy próspera, con brillanie porvenir. Mi padre deseaba irse a vivir con su fa– milia a Europa, por cuyo %notivo me llamó de la hacienda "Pacora", donde yo me encontraba, para que viniera a hablar con él y despedirme de foda la familia. En esa ocasión me hizo la propuesta de que por cuenta de él me fuera a estudiar para Abo-
gadó en Chile, República de Sud-América, más co– mo en el Colegio me habia formado mal juicio de la Profesión de Abogado, rehusé la oferla, por con– siderar que es muy dificil que un Abogado pueda conservarse como hombre iniegramenie honesto, re– chazo que lamenté mucho después, pues tal Profe– sión me hubiera servido de gran utilidad en mi lar– ga aduación politica. También mi padre me pro– puso que fuera a llalia a esfudiar arquüedura, y aunque tal proposición me halagó basfanie, no la acepté fampoco, ya mis ~deas esfaban muy engreí– das en la politica del país. Después de esa conver– sación, habló mi papá con los Chamorro, sus cuña– dos, para que me surnmisiraran los fondos necesa– rios para hacer una propiedad de café en Matagal– pa, en terrenos que eran de su propiedad, en cali– dad de socio industrial. Cuando %ne comunicó tal propósüo, lo acepté en el ado y me retiré de la Ad– ministración de la hacÍ4~nda de Río Grande, expre– sándole mi agradecimiento a doña Carlota y a sus hermanas Adela y Chepüa.
Para cerrar el capUulo de mi vida al lado de mi padre, quiero hacer mención de que a mi llega– da a Managua el cinco de Julio de 1885, me encon– tré en la casa con la jovencüa Carlota Chamorro, que tBn\bién era hija ilegitima de mi padre. Ade– más estaban allí otra$ do!ii jóvenes, Inés y Sara Avi– lés, hijas de un milüar que con mi padre había ido en las fuerzas que Nicaragua mandó al Salvador para repeler las tropas del Gral. Justo Rufino Ba– rrios. Avilés murió en un combate que tuvo lugar con las fuerzas salvadoreñas, por cuyo motivo mi padre había recogido a esas huérfanas, que salieron de la casa hasta que se' casaron, lo mismo que mi hermana Carlota con quien siempre cullivé y cullivo una amistad, de verdad~ra fraternidad. Uno y oiro nos tenemos mucho carip.o.
En Malagalpa _
El Gobierno del Gral. Zelaya que durante la guerra con Honduras para derrocar al Presidenie Domingo Vásquez, hab1a tratado a la oposición ni– caragüense con dureza: mUlias, confribuciones for– zosas, prisiones y aun con torturas, que no eran ra– ras, como el dar palo, el cepo, las cadenas, los gri–
llos y carlancas, por 10 cual -como dije antes- mi padre dispuso irse a vivir a Europa con su familia.
Mi hermana carlota ya se había casado con el se– ñor Antonio Belli, de nacionalidad üaliana y arqui– tecio de profesión. Lo mismo las jóvenes Inés y Sara habían confraido mairirnonio, y yo me fuí a trabajar a Matagalpa en una hacienda de café en sociedad con don Pedro Chamorro. Así que llegué con unos pocos mozos, hice primeramenie un ba– hareque que nos pudiera abrigar del agua, nos de– jara preparar la comida y dormir allí aunque fuera en el suelo, mientras podíamos construir un rancho mejor acondicionado.
A mi llegada a Matagalpa, encontré a don Luis Vega que todavía andaba con muletas a causa de la apaleada que le habían dado. TBn\bién me pre– sentaron a otros cuantos que habían sufrido su pue– na cantidad de golpes de vara (de tamarindo y pa– paturro 1• El Partido Conservador maiagalpino, aun– que pequeño entonces, era manejado y dirigido por hombres de gran decisión y devoción a su causa. En cambio, fuera de la ciudad, en las cañadas in– dígenas, la mayoría de sus habüanies si no su to– talidad era, y es, abrumadoramente conservadora. El indio había sido muy mal tratado por el libera– lismo, obligándolo con sus autoridades a ir por la fuerza a corlar café hasta las haciendas de los po– derosos en Managua, tan sólo por la comida o pa– gándoles miserables salarios; Por eso mi llegada a Matagalpa fue muy bien vista y siempre encon– tré abierlas para mi las casas conservadoras. En a~uellos días también habían en Matagalpa muchos jovenes de Granada y de otras parles del país que estaban como yo, ocupados en el cullivo del café. En el trabajo que estábamos fonnando opté J>or pasar toda la semana y visitar la ciudad solo los dias sábados después del medio día y re-
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