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fuerzas fueron extraviadas de la verdadera rufa de

"La Cuesfa", a donde hubiéramos sido de alguna utilidad.

En la orilla del lago a donde muere la cordille– ra o colina fanfas veces mencionada esfaba fodo en calma: ni se combatía, ni había pasado nadie para Managua, por lo cual decidimos regresarnos para acudir a la bafalla de "La Cuesfa", pero ya llegamos tarde. Ni las tropas que tenía el Gral. Hipólito Sa– ballos en Mofasfepe habían disparado un solo firo ni la genfe de mi padre, por haber sido extraviada muy hábilmenfe. Saballos, a pesar de oír el fuerle tirofeo próximo a él, permaneció impasible, en su puesfo, sin acudir en refuerzo oporluno con sus seis– cienfos "rameños" que comandaba. Cuando mi pa– dre y sus fuerzas veníamos entrando a Managua, de regreso de luchar contra las zarzas y tratábamos de desenmarañamos del lugar a donde nos habían metido, recuerdo perfectamente bien que un joven montado en buena cabalgadura, sin sombrero, gri–

tando como un loco desaforado decía que se detu– vieran las fuerzas, pero toda aquella fogosidad del impetuoso joven fue inútil para conseguir echar pie atrás a las fuerzas a las que ya se les había infil– trado un pánico horroroso. El joven a que me re– fiero, es el bien recordado pafriofa don Pedro Cal– derón Ramírez. Sí, Pedro Calderón Ramírez pare– cía en aquel momenfo haber perdido su juicio y co– mo loco exhorlaba a fodo aquel que pudiera tener influencia en el ejército para defener aquél éxodo, más fodo fue en vano.

Mi salida la hice en esa ocasión de Managua, como a las seis de la farde, junfo con otro mucha– cho de valor femerario, llamado Julián López. Las fuerzas de la contrarrevolución aun no habían en– trado a la Capital. La primera impresión que tuvi– mos al llegar a la ciudad de Granada fue la que todo 10 principal de la ciudad, había recibido las malas noncias con gran coraje y pedía la resisfen· cia, con pocas excepciones. Sobresaliendo entre los primeros don José Luis Ar9Üello que con ardor pe– día a la juventud hacer fodo sacrificio para defen– der al Gobierno, a la Capital y a la. persona del se– ñor Presidenfe, y en el J?uesfo de Jefe Polüico que le fue asignado, desplego una asombrosa actividad. Ese hombre trabajó día y noche para que no le hi– ciera faUa nada al ejército, y a que se fomaran to– das las medidas necesarias para la defensa de la ciudad y. no fue sino hasfa que se convenció de que el espíritu belicoso del primer momenfo había re– trocedido, y que realmente 10 que se iba a buscar era un arreglo con el Gobierno de la Confrarrevolu– ción, que pidió su retiro y se fue a su casa.

Hecho el arreglo para la enfrega de las armas al nuevo Gobierno organizado en Managua, se dió principio a licenciar las fuerzas· del Gobierno del Gral. Zavala, y cuando recibí mi baja enviada por el Ministro de la Guerra, don Federico Solórzano, me fijé que me habían ascendido a Capitán.

Mis impresiones

Quiero dejar consfancia aquí de mi primera im– presión al darme cuenfa que entraba en una zona de combate.

Al regresar de la persecución del Gral. Zelaya, para ayudar a los combafienfes de Mateare, me mandaron a dejar parque a las fuerzas que defen– dían el lugar llamado "La Barranquita", sifuado a la orilla del lago. Para llegar del pueblo de Ma. teare a esfe lugar, había que cruzar un monfe bajo (facofal) . En algún punfo inmediafo al mencio– nado facofal, combatían las fuerzas de la contrare– volución con las del Gobierno y el balerío que cru– zaba por el camino que yo llevaba, era muy ~an.

de y las balas, además de su sonido caracfenstico se oían perfectamenfe también cómo rebofaban con– tra los palitos, quebrándoles las ramas. Era la pri– mera prueba de encontrarme en medio de un nro– teo de esa clase y la prime~a idea que me a.saUó, fue la. de espolear la mula que monfaba para pasar en carrera aquella zona de peligro, pero anfes de poner en ejecución tal idea, pensé que por correr

ligero, podía dar más pronfo con la bala que me cruzaba el paso, y reflexionando, resolví solo enco– mendarme a Dios, a su volunfad, y con esa Fe cru– cé varias veces aquella zona de peligro, sin que me ocurriera ninguna novedad, y desde enfonces nun– ca aUeré mi proceder en los combafes, es decir, hice siempre lo mismo en los que más farde actué, como si estuviera practicando una cosa nafural, sin espe– rar ningún peligro. De allí que mis amigos han llamado a esfo "intrepidez", no siendo más que la arraigada creencia que fengo en la exisfencia de Dios. Otra experiencia que me dió esa pequeña ac. ción de Mafeare, fue la de no fomar un solo trago de licor ni anfes ni en el propio combafe, pues oí decir que varios habían perdido su vida en estado de embriaguez, obrando con arrojo por su estado de inconsciencia. Por eso prometí ser abstemio duran– fe cualquier acción de armas, para que no se dije– ra después que algún rasgo de valor que hubiere mostrado, había sido por obra del licor y no debido a mi carácter.

Comienzan las persecuciones

Inaugurado el Gobierno liberal del Gral. Zelaya comenzó una hosfilidad muy grande contra alguIlos conservadores lo que hizo que el Parlido perdiera la esperanza de encontrar un remanso de paz en dicho Gobierno, presión que culminó con la apalea– da del Gral. Luis Vega, de Matagalpa y líder con– servador de aquel Deparlamenfo, prominente hom– bre que por mucho tiempo tuvo que andar con mu– lefas a consecuencia de los quinienfos golpes de va– ra que le propinaron. Igual cosa pasó con el Sa– cerdote Gaitán y con el literato Félix Pedro Pastora, ambos de la hoy ciudad Darío, anfes Metapa. Por otro lado el Partido Liberal no se sentía bien asen– tado en el poder mientras no estuviera en Honduras un gobierno similar al de aquí. A esas considera– ciones hay que agregar la campaña que hacía en el mismo senfido un grupo de emigrados hondureños que encabezaba el recoIlocido lider liberal hondure– ño, don Policarpo Bonilla. Con todo ésfo, Nicara– gua era un hervidero de rumores, los cuales apro– vechaban los inquietos jóvenes Fernando Elizondo y Julio Alvarez, que unidos a mí, procurábamos agi– tar la opinión conservadora en los barrios de esta ciudad, donde se encontraban muchas armas rega– das, lo mismo que parque del ejército que se había disueUo al regresar de la derrota de "La Cuesta" y porque no había encontr¡;¡.do a sus jefes en la ciu. dad, quienes ya se habían marchado a Granada. La

colección de armas que· hacíamos Elizondo, Alvarez

y yo, progresaba muy bien y viendo el éxito que obteníamos, fuí a consuUar con el Doctor Adán Cár–

denas, ex-Presidente de la República, que ya hacía de Jefe del Partido Conservador, la labor que está– baInos haciendo, diciéndole las dificuUades con que tropezábamos algunas veces con retenedores de ar– Inas por falfa de confianza en ellos, al vernos tan jó– venes. El Doctor Cárdenas con una bondad que siempre le agradecí, me estimuló con frases alenfa– doras para que siguiéramos en el trabajo empeñado y nos ofreció su ayuda para subsanar cualquier di– ficullad que se nos preseIlfara. Por algún tieznpo ningún tropiezo tuviInoS en la colecta de armas, Inás ya cuando Zelaya se lanzó a la guerra contra el Presidente Vásquez, de Honduras, las cosas cambia– ron basiante para nosotros y ya se veía una marca– da vigilancia, por lo cual decidieron salir del país otros dos jóvenes de gran esperanza para la Patria. Pedro Calderón Ramírez, a quien jamás volví a ver,

y don Alfredo Gallegos quien en varias ocasiones me alojó en su casa en San Salvador donde contrajo ma– triInonio con una señorita fambién de apellido Ga– llegos.

En las postrimerías de la guerra contra Vás– quez, la persecución fue fal para mí, que decidí irme a Chonfales donde pasé varios meses, esperando pri– mero la ferminacion da dicha guerra y en esper~

que todo se normalizara para regresar a mi casa en Managua. Ya puesto aquí pude darme cuenfa dé que aún había algo especial éonirá algunas persa-

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