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empecé a dirigir mis acfividades en ofra esfera qua no fuera la de vigilar la buena marcha de las pro– piedades de café de mi papá: "La Luz", "Corinio" y "Sanio Domingo", Pero en la noche de ese mismo día, 28, esiando yo en la vela (velorio I de doña Chepita Saballos, que se había casado con el Gral. José María Cuarezma, que fuimos algunos sorpren– didos con la llegada del señor Miguel Molina quien moniado en buena mula participaba a sus conoci– dos, después de haber hablado privadamente con don Pedro Joaquín Chamorro, que se encontraba iambién en la vela, que el Gobernador de Granada se había levantado en armas con el apoyo del Par– tido Conservador y que esperaban que el Partido Conservador de Managua se fuera a incorporar a la Revolución. Como se recordará, Doña Chepita Sa– ballos de Cuaresma era hija del Gral Hipólito Sa– ballos. Por eso, y por el propio valimiento del Gral. Cuaresma, había mucha gente en la vela, siendo co– mo las once de la noche, hora en que llegó aproxi– madamenie, el señor Molina.

Con ial noticia bélica la genfe que esiaba en la vela de la señora de Cuaresma, principió a disper– sarse: unos para irse a alisiar para su viaje a Gra– nada y ofros iemerosos de alguna acción del Go– bierno conira ellos, iomaron rumbo que no sabemos, pues en casi su foialidad eran opositores al Gobier– no del Docior Sacasa. Enfre los que fueron a pre– pararse, esiaba el señor José Sanios Zelaya, a quien don Pedro Joaquín Chamorro comunicó lo ocurrido y el mensaje que había recibido para que fuera a incorporarse a la Revolución. Por su cuenfa el se– ñor Chamorro me llamó aparte y me dió insiruccio– nes para que entregara las' bestias que ienía en los pofreros del irillo de beneficiar café, a los amigos que llegaran esa noche, y que si yo me quería ir, que bien lo podría hacer t;in la madrugada. Llega– ron don Salvador Lezama y don Gayeiano Ibargiíen y por ellos supe que Zelaya y don Francisco Guerre– ro (Managua) esiaban fan)bién saliendo de la ciu– dad. Y como a las seis de la mañana llegó don Adolfo Díaz, que se fue con mi compañero de fri–

110 Salvador Morales Chamorro. A mí se me hizo di– fícil marchar junio con ellos porque ieníamos mu– cho café por escoger y ofro lisio ya para embarcar; por lo cual pensé ir donde el Comandanie de la Sección de Policía de San Anionio 1 barrio), el joven comalapino don José Angel Arróliga para pedirle que si llegaba alguna orden· de captura conira mí, que me hiciera favor de avisarme anies de mandar a capturarme. Como Arróliga me ofreció hacerlo así, no iomé precauciones; y de ahí, que con mi na– fural extrañeza, a las cuairo de la tarde del día 29

fuí hecho preso y me llevaron a la Policía donde permanecí durante todo el tiempo que duró la Re– volución. Oiros compañeros de prisión en ese en– fonces, fueron el Gral. Alberto Rivas y el señor Isi– dro Sotomayor ...

Contribuciones lorzosas

Durante esa Revolución pusieron las famosas "contribuciones forzosas", que más bien eran una confiscación de bienes. A mi padre, que se encon– fraba viviendo en Europa, le pusieron CINCUENTA MIL PESOS. Como la Casa comercial no tenía em– pleados a quien cobrarle la contribución porque to– dos se habían ido a la Revolución, me obligaron a mí, cusiodiado, a que les abriera las puertas del establecimiento, como me negara a ello, lo abrieron con ganzúa y se llevaron la mercadería que en gran exisiencia allí había, obligándome a presenciar aquel saqueo. En un libro fueron anotando todo lo que se llevaron, hasta ajusiar CINCUENTA MIL PESOS

150,000) según ellos,. pero para mí no fueron me– nos de DOSCIENTOS MIL (200.000). En esos días, los carceleros que habían sido bastante hosilles con nosofros, se pusieron un poco amables hasta llegar el día en que nos abrieron las puertas de la cárcel para darnos libertad, diciénd~nos que las fuerzas de la Revolución iban a enfrar ese día a Managua, con– forme convenio celebrado en Sabana Grande. Efec– tivamente, ese día hicieron su entrada las tropas, y

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un grupo de ellas, que se dijo eran comandadas por el Gral. Aurelio Esirada se dirigieron a la Direc. ción de Policía para impedir que hubiera una "ma– sacre", y ahí fue donde por primera vez me encono iré y conocí al Gral. Luis Alonso Barahona, emigra– do salvadoreño incorporado a la Revolución quién con peligro de su vida, estaba también impidiendo que las fuerzas del friunfo cometieran desmanes. Después de ese ligero alboroto, eniraron dichas fuer– zas a esia ciudad sin oira novedad y fueron muy bien recibidas por la ciudadanía de la capital. En las fuerzas revolucionarias habían muchos mucha– chos poco más o menos de mi edad que hablaban con eniusiasmo de la campaña que habían hecho, de los combates en que habían participado en la Esiación de Masaya, "La Barranca", y "El Coyoie. pe". Hablaban con ianto entusiasmo de los peli– gros y proezas ienidos en su corta carrera de milita. res noveles que francamente confieso que al oír sus narraciones epopéyicas, sentí irisieza por no haber– los acompañado, yeso mismo me hacía sentir co– mo una humillación el haber pasado aquellos días de peligro en las cárceles de la Dirección de Policía, y desde enionces me prometí, ahí mismo, que en la primera oportunidad que se me ofreciera, ser el pri– mero en irme a preseniar para ser también de los primeros combatienies. Por lo que oía de mi pa– dre, me daba cuenia que cruzábamos una situación política difícil y que podría preseniárseme la oca– sión de ir a engrosar las filas revolucionarias. Aun– que estaba muy joven yo y ienía basiantes ocupa– ciones con los iniereses de mi padre, la oportuni– dad se me presenió el once de Julio de 1893 cuando las autoridades que la Junia de Gobierno del Gene– ral Joaquín Zavala había establecido en León se levantaron en armas, y el Gral. Zelaya, siempre acompañado del Gral. Francisco Guerrero alias lll1a– nagua y Aurelio Esirada, abandonó la ciudad esa noche para irse a incorporar a las fuerzas revolucio– narias de la confrarrevolución de León.

El 11 de Julio de 1893

En la mañana del once de Julio del año 1893 la ciudad de Managua conoció por medio de una "generala" que la ciudad de León se había levan– iado en armas confra el Gobierno conservador de Zavala y que el Gral. Zelaya se había ido a incor– porar a las fuerzas de León. Con esa noÍic~a corrí a donde el Gral. Ignacio Paiz, afamado militar con– servador para que me diera de alfa como su Ayu– danie, el Gral. Paiz accedió. Pocas horas después salía yo con él y doscienios hombres que iban en persecusión de Zelaya y sus acompañanies. El Gral. Paiz siguió las huellas de Zelaya y cuando es!ába– mas a la alfura de Maieare, oímos un fuerte iiroieo a ese lado, y el Gral. Paíz nos dijo: "Esián aiacando Maieare, vamos allá", a donde llegamos un poco después del medio día. Con la llegada nuesira la posibilidad del enemigo de ocupar esa plaza dismi– nuyó y en los airas aiaques que hizo, fue compleia– menie rechazado, manteniendo solo un fuego gra– neado sin importancia ninguna. Cuando nuesiros jefes vieron que había desaparecido el peligro de que la Plaza cayera en manos del enemigo, el Gral. Paiz dispuso mandarme a Managua, en calidad de su Ayudanie, para pedir al Gral. Miguel Vigil, Ma– yor General del Ejército, el envío del cañón "He– raId" y participarle del rechazo de las fuerzas leo– nesas, así como la confianza que ienía de conservar en su poder la plaza de Maieare. Los de Managua' se ocupaban de acondicionar bien el ejército ianio en elemenios de guerra como en provisiones de bo– ca. En Managua, después de desempeñar mi mi– sión y de quedar satisfecho por lo que me dijo el Gral. Vigil respecto al próximo envío del cañón y demás cosas necesarias para la lucha, fuí a ver a mi papá que acababa de llegar de Europa y a quien informé de iodo lo· que había dicho y hecho y lo que yo pensaba hasia ese momenio de cómo se en– coniraba la cuesiión militar.

Ya de noche regresé a Mateare. En el camino me cayó un aguacero fuene y esa noche. que era,

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