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l'Á Ha escuela

Una de las preocupaciones de mi padre para conmigo fue la de ponerme a aprender algo, aun-ue fuera en escuela parlicular porque ya los cursos de los colegios oficiales habían principiado, con mucho tiempo de reiraso para mí, y eniré de alum– nO en una escuela de un señor de apellido Guillén, después en la que iuvo don Rodolfo Rivas Cua– Xra. En una Y oira encontré jóvenes de las princi– pales familias de esia ciudad, con quienes fácilmen– fe me relacioné. En ese mismo año de 85 hubo "aquí en Managua un fuerle :I:emblor que hi~o salir de sus casas a ioda la gen1e, abandonando muchas de ellas la ciudad por algunos días, pues seguía temblando: Me parece que aquel temblor fue el on– ce de OC±ubre. La casa de mi padre era de alio, nueva y sin embargo, el teInblor la sacudía hacién– dola crugir. Para mí, aquella era la primera expe– riencia de esa clase de fenómenos terribles de la naiuraleza, no sabía que hacer y lo único que se me ocurrió fue abrazarme a la pata de la mesa don– de estudiaba. Eran como las nueve de la noche y

mi padre eniró a mi cuario, me tomó del brazo y

me sacó a reunirme con su esposa y sus oiros hijos para que juntos saliérarnos de la casa y fuéramos a la plaza pública a pasar la noche. Al siguiente día mi mamá o mi m.adre que así llamaba yo a doña Dominga, salió para Granada con sus hijos, quedando mi papá y yo, que volvimos a la casa. Pe– ro como los temblores continuaban, aunque con muy poca intensidad mi padre buscó la casa de un ami– go para refugiarnos, aunque fuera sólo para dor– mir. Más tarde hicimos nuesiro dormitorio en casa de don Hipóli±o Saballos, por más de un :mes. Este ho=bre era de edad y vivía con su hija soliera de nombre Josefa y con su oira hija llamada Bruna, casada, pero que vivía separada, eS decir en pieza aparle, porque su marido vivía allí con sus hijos Abraham, Vicente, Julio y Miguel. La estadía en la casa del señor Saballos fue mi primera escuela política que tuve, porque él era uno de los grandes jefes del Conserva.l:ismo de Managua. Horn.bre que apenas sabía firmar, pero su casa era el Centro po– lítico principal y de ahí salían las instrucciones pa– ra la elección que estaba próxima a verificarse en la República. Los nietos del señor Saballos, hijos de doña Bruna y Julio, eran muchachos rn.uy inte– ligen±es.

Después del temblor del 11 de Oc:l:ubre de 1885

que marca el período de mi iniciación en cuesfio– nes políticas, pues comenzaba el de la elección del dOcLor Evaristo Carazo, mi estadía en Managua

cesó.

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A causa de que mi padre quiso darme mejor insirucción, pasé al Colegio de Granada (AC±ual Ins– iitufo Nacional en el antiguo Convento de San Fran– cisco 1• A esie Colegio llegué cuando estaba Don Alberlo Salaverry como DireC±or interino pues don José María Izaguirre andaba entonces en un viaje fuera de Nicaragua. En el Colegio logré que me colocaran en la 3~ Sección de Primaria, que enton– ces era el úliimo grado. La Primaria estaba dividi· da en Primero, Segundo, y Tercer Grado. En el 86

logré aprobar la Primaria, pasando a la interme– diaria en el siguiente año.

La intermediaria me interesaba mucho porque veía a los jóvenes mayores estudiar en los corredo– res del Colegio y todos éllos, me parece, repetían de memoria las lecciones y eniraban en acaloradas discusiones entre sí sobre las materias que estudia– ban.

Entre esos estudiantes, los más adelantados eran, Rafael y José Andrés Urlecho, Evaristo Cua– rezma, quienes se disiinguían en matemáticas, Al– berio Peña, Salvador Cerda y Salvador CastriJIo, quienes se Bachilleraron en aquél año. Para eran unos grandes sabios y les tenía mucha envidia. Mi constante deseo era J¡egat a saber tanto como ellos,

~~ro cometí el E;lrI'or ele querer violentar mi vida de -.,glegial empeñ~do mi memoria al aprender las

lecciones muchas veces sin fener completa com– prensión de ellas, sin embargo, las repetía con bas–

tante facilidad sin omitir, a veces, ni una coma. A este respedo recuerdo que más tarde me re– lacioné con los estudiantes Miguel Cuadra Pasos y Jqaquín Barberena Díaz que estudiaban juntos y

quienes me admitieron en su compañía para estu– diar algunas materias que llevábamos, siendo el jo– ven Cuadra el mejor memorista de los tres. El jo– ven Barberena tenía más dificulfad para aprender que nosotros.

De esia mi vida de Colegio nació mi amistad con el joven Bariolo Marfínez que también era es– tudiante del Colegio. Con motivo de una elección de DireC±iva para una Sociedad Literaria de las que suelen formarse en los Colegios, un grupo de estu– diantes presentó la candidatura del que fué más tar– de General José María Moncada para Presidente de esa Directiva y airas, encabezada por Barlolo Mar– tínez, presentaron la mía. Durante la elección hubo dificuliades y pleitos y después que se me eligió, Moncada se separó para formar un Afeneo aparte. Recuerdo que entonces Barlolo llegó hasta los puños apoyando mi elección, hecho que me vinculó con él para el resio de mi vida.

Otra anécdota que tuve en el Colegio fue que e:r;t un viaje que Ramón Rostrán hizo por Comalapa, nqs conocimos cuando aún yo vivía allá. Debido a ese conocimiento previo, cuando lo volví a encon– trar en el Colegio como estudiante más adelantado que yo, procuré hacerlo mi mentor en la clase de Arifrnéfica Razonada, pero como siempre fracasaba en mis lecciones, a pesar de las insirucciones del mentor, el maestro José Trinidad Cajina me :tenía siempre en la "huesera".

, La clase de Arifrné±ica Razonada, por ser muy numerosa, se dividía en dos secciones. La primera recibía clase de 8 a 9 a.m. y la otra de 9 a 10 a.m. Quiso la casualidad que Rosirán asistiera a la pri– lLl-era tanda y yo a la segunda. Un día que estaba desocupado me fuí a la oira clase donde es:l:aba Ros– irán y fue grande mi sorpresa verlo ocupando un puesto en la "huesera" de su clase, que era la últi– ma banca a la que el profesor no le pres:l:aba nin– guna atención. En ese día tocaba una lección in– ±eresante y me propuse escuchar atentan,ente y fi–

jarme en las preguntas y repreguntas del Profesor que eran el fuerle del Maestro Cajina. Así es que cuando en n,i clase se desarrolló la misma lección, yo ya tenía experiencia adquirida en la clase de Rosirán y cuando alguno de los es±udianies consi– derado como bueno era requerido por Cajinita y fa– llaba, yo me ofrecía para contestar. Al principio no me hacía caso alguno pero al fin cayó en la cuenta y me llamó a contestar, sorprendiénelose no poco por mis aceriadas respuestas y él me observa– ba de pies a cabeza, asombrado.

Para terminar con este capítulo de mi vida de Colegial, recuerdo que antes de mi examen de Ba– chillerato fuí por dos meses Profesor de historia de la Primera Sección de mi clase. De la segunda era Miguel Cuadra Pasos. Ambos merecimos felicHe– ciones de los examinadores y del Profesorado. Así es como muchos títulos o notas de los exámenes de historia llevan mi firma como profesor.

Me parece que me Bachilleré en Ciencias y Le– fras y como Ingeniero Topógrafo en 1889 en ese mismo Colegio. .

Durante mi permanencia en el Colegio de Gra– nada pasaba los Domingos y días de asueto en la Biblioteca de los Chamorro ampliando n,is conoci– mientos y leyendo libros de historia. Las Guerras Púnicas, las Guerras Médicas, Alejandro Magno, Aníbal, etc., me airaían sobremanera. Los historia– dores César Cantú y Lafuente me eran familiares. Durante ese tiempo Alejandro Zavala era mi amigo má,s íntimo por su cará,ct¡¡¡r campechano y bromea– dor y Juan Paulino Roelríguez me ±rafó siempre con esp¡¡¡cia.l estima.

El 28 de abril de 1893

No fue sino hasta al 28 de Abril de 1893 que

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