Page 43 - RC_1966_04_N67

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lulroducciólI

Cediendo a instancias de varios amigos, me pro– pongo referir los hechos más interesantes de la actuación social y política que he tenido en mi país durante mi larga existencia. Estos hechos no irán en un orden estrictamente cronológico, corno sería preferible, sino que me proppngo ir exponiéndolos a medida que vengan a mi recuerdo, pero sí, quie– nes los lean, pueden tener la absoluta seguridad de que 10 aquí referido se ajusta estrictamente a la verdad. Daré principio a mi trabajo escribiendo acerca de los primeros años de mi vida.

Mis primeros afios

Nací el 11 de Mayo de 1871, en la ciudad de Acoyapa, Deparlamento de Chontales. Fueron mis padres Doña Gregaria Vargas Báez y Don Salvador Chamorro, per:l:enecientes ambos a familias de la pri– mera sociedad de sus respectivos deparlamentos, Chontales y Granada. Dos años respués de nacido, mi señora madre contrajo m~trimonio con Don Eva– risto Enríquez, a la sazón Prefecto del Deparlamento de Chontales, (Jefe Político, corno se dice ahora), y poco tiempo después el nuevo hogar se trasladó a la población de Comalapa, con el propósito de fin– carse allí. Esta es la razón ppr la cual yo figuro co– rno hijo del pueblo de Comalapa en vez que de Acoyapa, que es donde ví la primera luz del día, y donde fuí bautizado, habiendo sido mi padrino de pila Don Alejandro Reyes.

Ninguna clara noción me queda en la memoria de mis primeros años, excepto los vagos recuerdos de una vida hogareña normal y corriente en un me– dio modesto y apacible/ más sí muy bien me acuer– do de que teniendo yo corno unos diez años, mis pa– dres se trasladaron al campo y emprendieron tra–

bajos de agricul:tura en la z~na montañosa de Qui– lile, Miragua y Oluma donde plantaron un cañave– ral y montaron trapiche y pa;ila para la elaboración de panela, o dulce de rapadura.

Mi familia

CuandO hablo de mis padres me refiero al es– poso de mi madre ,como a mi papá, a quien yo por muchos años tuve' y recono<¡:í como tal. La fami– lia la componían entonces su jefe Don Evaristo, mi madre, Ramón, hijo. único del primer matrimonio de mi padrastro c9n la qUe fue su esposa, Doña Magdalena Mat ll s y ,'los. hijos ya nacidos. del hogar Enríquez-Vargas, Evaristo, Erdilia, Hermisenda y An–

drés/ más tarde nacieron José Antonio, Mariana, Gregaria y Estebanita Enríquez Vargas.

El negocio de ·la panela ::le puso malo, con 10 cual la situació:q.ec;:onomicadela familia vino muy a menos, y más' aún con la enfermedad. de Don Evaristo, a quien le sobrevinb un agudo ataque de ictericia. Todo esto nos indujo a regresar de nuevo a Comalapa, donde mis padres me pusieron en la escuela del pueblo, de la cual era profesor Don Es– teban Robleto. Como en mi casa había poco que hacer y los estudios elementales de primaria me de– jaban mucho tiempo libre, empecé a gastar frecuen– temente gran parle del día en correrías por el cam– po y los ríos vecinos, en compañía de otros escola– res de mi edad; nos entreteníamos comiendo frutas en el campo o bañándonos y pescando en las pozas de los ríos. AlgUnas veces dedicábamos todo el santo día Él está clase de correrías, cuando nos toca– ba buscar el pescado en muchas pozas y algunas veces también solía pagar muy aaro mis vagancias, pues a los castigos que me imponía mi madre se sumaban los palmetazos qu4 me daba el, profesor, con mucha gana, según llegué yo a creéi"; y digo esto porque años más tarde; cuando era perseguido por las tropas del General Zelaya debido a mis re– beldías contra su dictadura, mi antiguo maestro ayudó cuanto pudo a dichas tropas para que le– graran mi captura. Felizmente entre mis amigos ha– bía elementos conocedores de 10 que con±ra' se tramaba y en más de una ocasión sus oporlunos avisos me libraron de caer en las ±rampas y embos– cadas que me :I:endian las :!:ropas zelayis:tas y el

maestro Robleto. Viejos vecinos de Comalapa me decían que ya desde en mis días de escuela era pro– bable que D. Esteban supiese 10 que yo ignor¡;¡.ba, esto es que mi verdadero padre era un Chamorro, apellido que él odiaba por su exal±ación partidista de liberal, y por tal razón no desaprovechaba nin– guna ocasión de torturarme con sus palmetazos.

Mi negada a Managua

Por mi parle, puedo asegurar que no fue sino hasÍa el año de 1885 que yo empecé a darme cuen– Ía de la exisÍencia de parlidos políticos en Nicara– gua, pues a pesar de que mi padrastro era un leal conservador, en casa poco o nada Se hablaba de esia clase de asunÍos, y por eso carecía de cualquier inclinación política, cuando salí de Comalapa, para venir a vivir con mi verdadero padre, Don Salvador Chamorro, que enÍonces residía en Managua. Fue uno de los primeros días de Julio del citado año 1885, cuando habiendo llegado a casa un poco tar– de, por causa de mis vagabundeos, mi madre me encerró en un aposento, me llamó severamente la atención por mi falta y un raÍa después, cuando me creyó ya sereno, me habló así: "Nunca antes te ha~

bía dicho que EvarisÍo, mi esposo, no es en realidad

±U padre, pues antes de casarme con él, yo ya te Íenía. Tu verdadero padre se llama Salvador Cha– marra vive en Managua y ha mandado a buscarle. Quiero que te vayas a vivir con él, para educarle mejor. .. Yo creo que debes irle; allá él te va a poner en un buen colegio, te va a dar su nombre y una buena educación. Allá van a hacer de tí un hombre útil a la sociedad. El mulero que vino a vender sal trajo la carla de ±U padre y cQn él pue– des irte a Managua ... " Yo me eInocioné mucho y aunque ya tenía catorce años, lloré como un chi– quillo. Cuando mis hermanos supieron de mi viaje, también lloraron. Dos días después, ±ras una despe– dida llena de lágrimas y sentimiento, salí de Co– malE\pa con gran ±risieza en mi alma y recuerdo que el 5 de Julio de 1885, tras largas jornadas por los caminos de aquellos tiempos, entraba a mi nue– va casa en esta ciudad de Managua. Mi padre me recibió muy cariñosamente. Bien recuerdo que a continuación me llevó ante su esposa, y que le dijo, "Aquí te 10 doy para que 10 críes a la par de nueS– tros hijos, como me 10 has ofrecido". La esposa de mi papá, es decir. mi madrastra,. era Doña Domin– ga Chamarra de Chamarra; una señora alfa, blanda;

más bien robusta que delgada, de distinguida pré– sencia y de carácter severo. Me acogió y me crió con maternal cariño y a decir verqad, de ella .sólo tengo gratos recuerdos y ninguna queja. Siempre fue solícita, buscaba el modo de complaaerme, de ayudarme y cuando alguna dificultad se me presen– taba, trataba de allanarla para mi bien. Asimismo mis hermanos Chamarra Chamarra: en los colegios, en la vida hogareña y social, nos tratábamos con frafernal afecto.

Igual puedo decir del esposo de mi madre, Don EvarisÍo Enríquez, cuyo paÍernal afecto me mantuvo por los años que conviví con él, teniéndolo corno a mi papá; 10 mismo he de decir en relación con Ra– món Enríquez Mafus y los Enríquez Vargas: que fue– ron hermanos ejemplares, y que siempre nos ligó el fraiernal afecto desde nuestros primeros años. Como dije anteriormente, llegué el cinco de Ju– lio del año mil ochocientos ochenÍa y cinco a esta ciudad, época en que ya había un movimiento pe– lítico electoral para sustituir al Presidente Doctor Adárl Cárdenas, que gobernaba el país entonces. Con motivo de la proximidad de diclias elecciones, la casa de mi padre era muy visitada por los políti– cos de la ciudad y aun del resto de la República/ y así fuí poco a poco enterándome .de los asumas políticos, de la vida y actividades del Partido Con– servador y de la preeminencia que en ese Partido tenía la familia Chamorro, de la que mi padre era un miembro sobresaliente no sólo por su posición de familia sino también por su capital que en ese entonces ya era fuerle.

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