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« Previous Page Table of Contents Next Page »datos civilistas del Conservatismo. Hubo un gran esta– dista dentro de esas filas, el Doctor Carlos Cuadra Pasos, jurista, internacionalista, parlamentario, cuya vida politi– ca presidencial se vio frustrada porque el Gral. Chamorro se le cruzo siempre en el camino. Con amargura, pero con gran realismo de la vida nicaragüense, el Doctor Cua– dra PasoS declaro muchas veces que el pueblo conserva– dor, a quien le gustaba la figura caudillesca de Chamorro, le había ganado siempre la partida a la hora del enfren– tamiento político. El cuadrismo y el chamorrismo no se entendieron tlunca, y quizá por eso es que el Doctor Car– los Cuadra Pasos tuvo que propiciar Pactos acomodaticios para que las minorías conservadoras se infiltraran en la cosa pública. De allí surgio la plaga del zancudismo que se está tratando de fumigar ahora.
Pero en eso de Pactos con el adversario tradicional tampoco estuvo exento de pecado el Caudillo desapare– cido. En 1950, después de haber hecho una alianza for– mal con el Partido Liberal Independiente para combatir, denodamente al régimen dictatorial del Presidente Somo– za G., de la noche a la mañana, se entendio con éste y suscribieron el llamado Pacto de los 2 Generales, que
~ustenta la actual Constitucion y mantiene el Paralelismo Historico .
En sus Memorias Chamorro dijo que así quiso ase– gurar la alternabiUdad del mando público, pero en 1954, Somoza lo acuso de haber participado en el complot del 4 de Abril, de ese año, fraguado en la quinta Chula Vista. En dichas m,emorias trato Chamorro de justificarse mani– festando que el propio Somoza había roto el Pacto de los Generales al anunCiar pretensiones reeleccionistas en su discurso en Estelí. Hubo proceso ante el Congreso para desaforarlo, y luego fue amnistiado tras un confinamien– to en Bluefields.
Según fuentes fidedignas, en una entrevista bastante reciente que el General Chamorro sostuvo con el ex– Presidente don Luis Somoza Debayle en Managua, le ma– nifesto a ésté que él nada tuvo que ver con la muerte del General Somaza en Septiembre de 1956. Entonces, como la gran mayoría de la oposicion nicaragüense, fue some– tido a interrogatorios militares.
Quizá el General Chamorro fue el único político nica– ragüense que salio al exilio protegido por la bandera de las Barras y de las Estrellas: eso sucedio a raíz del derro– camiento del Gobierno efímero del Doctor Leonardo Ar– güello a manos del General Somoza Garda, Chamorro fue perseguido y se escondio en la casa de su deudo el médico norteamericano Clarence Burgheim, quien vivía frente a la antigua Embajada aledaña al Parque Central. El Encargado de Negocios de entonces, Maurice Berbaum, acogio a Chamorro en la Embajada y lo llevo al campo de aviacion para salir exilado. Los Estados Unidos no le brindaron reconocimiento al Gobierno provisional de don Benjamín Lacayo Sacasa, a quien Somoza había situ~do
en lugar del de Argüello, y así protegieron a Chamorro,
pese a que no son firmantes de la Convencian de La Ha– bana sobre Asilo Político.
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Emiliano Chamorro pasará a la historia como un funcionario muy discutido, y no hay dudas que, no ha– biendo estudiado para Presidente, cometio múltiples erro– res durante su extraordinaria vida pública. Pero tiene a su haber, ahora que ha bajado a la tumba, un reconoci– miento unánime, jamás se enriquecio con las arcas del Estado, que pertenecen a la ciudadanía; dejo un capital modesto, consistente principalmente en la Hacienda San– ta Lastenia, al otro lado del Lago de Managua, nunca ocupo casa propia y cuando enviudo de su primera espo– sa, doña Lastenia Henríquez, la gran compañera de sus triunfos y de sus amarguras en la política veleidosa, vivio un tiempo solo en el ambiente familiar de la Pension Ro– mero, donde en 1963 decidio contraer nupcias con la da– ma que lo acompaño solícitam(\nte hasta que expiro el último aliento, doña Mercedes RQdríguez.
Como consecuencia de la llamada Guerra de Mena, en la cual los liberales leoneses se aliaron con el General Luis Mena, contra el Gobierno de Adolfo Díaz, el General Cllamorro fue el principal respaldo militar de Díaz para dominar la situacion con la ayuda final de 10$ marinos estadounidenses; así fue como el General hcndurer'> Ma– nuel Duran fue enviado a Lean a ocupar milifariTIen~e la plaza donde cometio desafu~ros; los leoneses se levan– taron en armas y derrotaron al General Duron y sus tro– pas, causando también su muerte. En aquel entonces el grito en boga era: iViva Lean, Muera Chamorro!; de igual mallera ocurrio en 1925, cuc:mao dio el golpe de estado contra el Gobierno de Solorzano y Secesa. Las tropas chamorristas convirtieron a Lean en un verdadero Cuartel
'J los jefes y la soldadesca cometieron tocla clase de ultra– jes, inclusi.ve confra el Convento de las Monjas de La Asuncion; el pueblo de Leon reacciono en pro de la Cons– titucionalidad, y Castro Wassmer, Parajon y otros líderes militares se alzaron en armas hasta dar en tierra con el Gobierno de fado iniciado por el General Chamorro.
Otro de los grandes errores del General Chamorro, por su calidad de hombre de acdon militar, fue el haber dado un Golpe de Estado al Gobierno conservador de don Carlos Solorzano Clcto violento 'lOe a la postre causo la caída hasta la fecha del Conserlfatismo. Chamorro se subio a let Loma el 25 de Odubre de 1925 y se hizo dueño y señor del país, desplazando a Solorz(lno de la Presi– dencia y persiguiendo al vice-Presidente Liberal Doctor Juan Bautista Sacasa. Su error llego al extremo de en– tronizarse en la presidencia después de haber tratado de poner a su propio padre. Pero el propio General Cha– morro había sido suscriptor en 1923, en Washington, de los segundos PClcfos Centroamericanos, que excluían el reconocimiento a Gobiernos surgidos de Coup de Etat. El caso suyo era clásico y Estados Unidos retiraron al Minis– tro Eberhard y dejaron en Nicaragua al Encargado de Negocios, Lawrence Dennis, perentoriando a Chamorro que depositara en don Adolfo Díaz, persona grata a la Casa Blanca; Chamorro se mantuvo terco en la Presiden– cia, hasta que Sacesa llego a Puerto Cabezas con el apo–
yo de las armas de México que llegaron triunfantes hasta 'ripitapa, donde se sello la Paz del Espino Negro con la garantía de elecciones libres, supervigiladas por marinos norteamericanos, que fueron ganadas por el General Moncada.
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