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Inmóvil, el cuerpo guarnecido por los galardo– nes negro y oro del uniforme diplomático, su rostro resalta, corvo, rapaz.

iEs su propia mascarilla de cuero!

Un tinte cianótico yace tras la piel, dura piel re– puiada por 94 años de sol, llano y viento, como si la muerte precipitadamente hubiera amasado pólvora y barro para vestirlo, desde dentro, con sus verdade– ras sustancias. O quizá sea ya la desnudez final, de tierra que apresura poro por poro su túmulo de polvo.

Los oiillos entrecerrados se agotaron definitiva– mente y ahora los amortaian párpados de bronce. La boca, voluntariosa, silenció toda queja distendiendo un enigmático desdén. La nariz se afila en águila: pico de ave de presa, uña de gente de guerra. El cráneo, calvo y moreno, es un dolmen chontaleño. Al momento de la agonía, esta .cabezCII rebelde no quiso doblegarse y se arroi6 "'acia .atrás, hacia un imposi– ble desafío, para redinar~1 perfil sólo ante las almo.. hadillas mortuorias. ,-

Así descansa un guerrero, petrificado en ídolo.

MARIO CAJINA-VEGA