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« Previous Page Table of Contents Next Page »de don Carlos 5010rzano, en célebre reunion efectuada en la casa del General Chamarra, esquina opuesta a la hoy ocupada por Joyería "La Princesa". Y en realidad, todo brote de revuelta, en el Atlántico, en el Pacífico o en el interior del país, fue prontamente liquidado por el ejército de Chamorro, a pesar de que los constitucionalistas con· tabcm con el apoyo efectivo de armas y dinero mexicanos
'l con la evidente bendicion de la Legacion de los Estados Unidos, cuyo Encargado de Negocios no tenía pelillos en la lengua para alentar a los adversarios del gobierno. Tan meridiana y hostil era la actitud de este personaje, que el Dr. Ramon Solorzano Reñazco, en una ocasion aconsejo al General Chamorro "embachar a Dennis y ex– pulsarlo del país, para caer como hombre, ya que todos modos habría de caer". A tales propuestas, el General Chomorro, hombre poco amigo de extenderse en comen– tarios, se limitaba a entrecerrar los ojos ya sonreír.
Aclaro que de esta y otras cosas me di cuenta yo porque a la llegada del General a Corinto, a bordo de un barco de guerra americano, a raíz de la muerte del Pre– sidente Dr. Diego Manuel Chamorro, yo fuí designado por él, allá mismo en Corinto, secretario particular suyo, cargo que gua/'dé hasta que unas tantas semanas después del historico 25 de Octubre, asumio la presidencia el General.
Mi asociacion con el General Chamorro en la ocasion apuntada y en toda otra oportunidad, me permitia apre– ciar, como antes he dicho, sus múltiples cualidades; las que le valieron su elevacion a la categoría de caudillo indiscutible, sostenida a través de su larga vida en con– diciones afortunadas o adversas, y otras tantas más. Entre las primeras yo destacaría su valentía y su humil– dad: en el vivac y fuera de él, Chamarra sabía confun– dirse con sus soldados y compartir las penalidades y peligros con ellos, como un compañero de armas, sin perder su condicion de jefe respetado y querido; a la hora de las balas, ahí estaba el general participando del peli– gro con asombrosa serenidad.
El Cabo, lo llamaba la gente con cariño casi filial y muchos de los veteranos de sus contiendas contra la dic– tadura liberal referían anécdotas interesantísimas, en las cuales se perfilaba un Emiliano Chamorro sereno siempre y siempre solícito con el subalterno. Por eso los hombres querían en toda ocasion salir bajo su mando directo, "porque el Cabo no dejaba perecer a nadie" y en las ge– neraciones que se desenvolvieron durante la época de las revoluciones de Emiliano, numerosos veteranos se ufa– naban de haber estado con él en tales o cuales episodios.
Otra privilegiada condicion del General Chamorro que mucho contribuyo el mantenerlo auroleado de popu– laridad era su asombrosa memoria: fisonomías, nombres propios, fechas, todo quedaba grabado en la mente de este hombre. Años podían pasar sin que el general se encontrara con alguno de sus viejos soldados, pero cuan– do llegaba la oportunidad lo saludaba por su nombre, hacía referencia "a la noche aquella de El Recreo", a "la trinchera que asaltaste en Tisma", o al "calenturon que te escapo de matar en las Lomas del Colorado". Esto fascinaba al veterano: -"El general se acuerda de to– do!" y la extraordinaria memoria del hombre, hasta le
permitía "sacar" parentelas; una gentil amiga mio refie– re que estando en Matagalpa por breves días el General Chamorro, llego a visitarlo mucha gente, entre otros una muchacha bastante joven que solamente llegaba a cono– cer al Caudillo, y que al acercarse ella, el general, amable siempre de modo especial con los humildes, mirándola fijamente, le pregunto: -"Hijá. qué sos vos de Pedro Antonio Rugama?" Y la jovencita, asombrada, le con– testo: -"Ay, general, era mi abuelito, y se murio hace dos años", tras lo cual rompio a llorar. Chamorro lamento la muerte, que ignoraba, de su viejo amigo y a la muchacha le hizo un obsequio y la abrazo. Reconoz– camos que al Caudillo le gusto mucho abrazar a sus ad– miradoras.
Tocante a su integridad y desinterés, no es necesario insistir porque les son reconocidos por propios y extraños. Tras una vida de trabajo, ajena a lujos y ostentaciones, de largas temporadas de trabajo en el campo y tras un doble ejercicio de la presidencia, Chamorro, experto ga– nadero, agricultor laborioso, dejo un cClfJHal bastante modesto y su nombre no anduvo nunca mezclado en trusts ni en altas combinaciones de finanzas. Y su res– peto a los bienes ajenos jamás le permitía forzar sobre nadie compras ni ventas objetables, pero ni siquiera sos– pechosas. Cuando la primera guerra mundial, siendo él Presidente de la República, Nicaragua se vio precisada a declararle la guerra a los Poderes Centrales, pero no hubo en el hombre ningún deseo de causar daño a los nacio– nales de los países "enemigos" y se opuso decididamente a confiscaciones, o subastas, u otros manejos que signi– ficaran pérdida de sus bienes para los súbditos de los países con quienes Nicaragua "estaba en guerra". Esto conmovio profundamente a la gente así tratada y le valio al General Chamorro gratitud y más respeto de muchos.
La benevolencia con que el Caudillo trato siempre a los adversarios vencidos o tomados prisioneros y su re– chazo a toda actitud que significara crueldad o innecesa– rio rigor, fueron condiciones que siempre lo distinguieron.
Durante su primera administracion, comenzada en
1917, todo fue paz y prosperidad y con la excepcion de D. Juan Ramon Avilés y algún otro, que pasaron breves días en la Peni, no hubo reos políticos ni persecuciones. Acontecio que Juan Ramon Avilés escribio en "La Noticia" un artículo en que incitaba a la rebelion a fuerzas arma– das de Nicaragua enviadas en expedicion a la frontera de Honduras, en una de las agitaciones ocasionadas por el Laudo, que tantas hubo; el artículo se le hizo clavo a mi recordado amigo Juan Ramon y el Fiscal de Guerra lo acuso. Cuando el periodista llevaba unos días de cár– cel, don José María Castrillo, Director de "El Comercio" y hombre que a nadie visitaba, fue Cl ver al Presidente, General Chamorro. -"Vengo a pedirle la libertad de ese muchacho, Juan Ramon Avilés", dijo D. Chema, y salio de la entrevista con la orden de libertad en su bolsillo.
y a lo largo de estos mismos renglones, yo había oído al General lamentar que se siguiera repitiendo la falsedad de que él había mandado matar al General Benjamín Zeledon, cuando este militar desocupo El Coyo– tepe, en 1912. Así que cuando el escritor y periodista
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