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rosa y constante. Su persona era expresion de dignidad, sin altivez; su presencia en toclas partes inspiraba respeto; donde llegaba se imponía no solo por s'u personalidad, el ejemplo de su conducta y el prestigio de su nombre, sino también por su cultura y finos modales de caballero que le dieron fisonomía propia a su condicion de luchador. Su cons~cmcia en la lucha brota en toclos los actos ele su vida que consagro a lo que él creyo un remedio pa– ra la salud de la Patria. Seguir su vida de lucha es como lJi'etender seguir la ruta del viento o el huracán que pasa, vuelve, se retira, acomete o se pierde con el ruido del trueno en leas l'l1ontclñas distantes... Su constancia po– demos resumi~la así: conspiraciones, viajes, enlaces, mensajes, fatigas, tormen~as, esperas, impaciencias, combates, lI:onos, destierro, silencio, partidas, pesar, inco– modidad, mares, huídas, ausencias, ciudades, trenes, victorias, proclamas, afanes, trabajos, cmhelos... toclo con una sola finalidad ... la Patria ... la Libertad. Podríamos aplicarle el pensamiento del apostol Mar– tí: "El hombre que clama vale más que el que suplica; el que insiste hace pensar al que otorga. Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan.

Hasta los déspotas si son hidalgos gustan del sincero y

enérgico lenguaje que de la tímida y vacilante tentativa". Su larga existencia le permitio superar la época ro– mántica del caudillaje' y penetrar con la aureola de sus victorias en los episodios subsiguientes de la política na– donal y la política interna de su Partido. Su constancia en la lucha se concreto finalmente, al deseo de fortalecer a su partido y unificar sus filas. La muerte fue la única que pudo impedir la realizacion de sus propositos. Sus últimos pensamientos fueron para ese Partido. La muer– te la recibia como fue en su vida: como un caballero cristhmo y valiente, y como dijo el apostol Martí, "sin dolor, como una caída suave y una sonrisa". Su última voluntad de unificacion es un mensaje que debemos cum– plir pero interpretándola en armonía con sus virtudes de procer, es decir, con elevados propositos, con dignidad, y sobre todo con respeto a su memoria y al honor del Par– tido Conservador, para que éste continúe la obra del caudillo que él expreso en el Epitafio de su tumba, como un Mensaje eterno a las generaciones futuras, dice:

"Siempre en la Brecha por su Pueblo".

EMIIJANO CHAMORRO: MULTIFACETICO

ADOLFO CALERO OROZCO

Conocí de cerca al Gelleral Chamorra, tuve amplia oportunidad de clpreciar sus virtudes cívicas, su natural bondadoso, su clesint"wés e integridad. Lo admiré mu– cho, fuí leal partidario suyo, como conservador y como ciudadano; gocé su deferente amistad personal. Al es– cribir ahora acerca de él, trataré de hacerlo sin apasiona– mienS'o, procurando enfocar (llgunas de sus actuaciones de manero sobria e im¡.mrcial. Tarea difícil ésta, si con– sideramos que la pel'sollalidad del General Chamorro 11e nel muchas páginas de la historia de NicaraguZ'l y que frecuentemente le correspondía actuar en períodos de gran agitadon y que sus adversarios lo combatieron sin descanso, recurriendo pCiro ello a todas las armas, inclu– sive las vedadas, porque bien sobíc;m que era Emiliano Chamorro el más constante e infatigable, el más valeroso y prestigiado adalid ele la rebeldía contra la dictadura del General ZelaY::I, hasta la victoria de la Revolucion de Octubre, y el hombre de mayor arrastre popular en Nica– ragua Cintes y después de la mencionada revoluciono

Como una prenda de mi empeño de imparcialidad, quiero empezar admitiendo que si bien la prolongada pClrtidpocion elel General Chamarro en la vida política y militar de NicOl'agua, (que empezo, según él mismo al– guna vez me lo elijo, en la batalla del "Obreje", gue– rreando bajo las ordenes del propio General Zelaya, cuando los conservadores le ofrecieron su apoyo contra el ala de los leoneses el año 96), fue ejemplar, afortu– nada e inspirada por el amor patrio hasta 1925, los errores de ese año fatídico se levantan historicamente acusadores contra la actuacion del Caudillo, en una su– cesion de desaciertos que fueron causa precisa de la caída del Partido Conservador y que igualmente, si bien de mo"

do indirecto, ocasionaron a la nacion múltiples y doloro– sas calamidades.

En descargo suyo sea dicho que no fue solamente un error del General Chamorro, sino del entero partido, que con raras excepciones, (cito entre éstas a los doctores Car– los Cuadra Pasos, Rosendo Chamorro y Alejandro César) se pronuncio abierta y ruidosamente por la eliminadon del Presidente don Carlos Solorano, por la purga de la Corte Suprema de Justicia y por tantos otros yerros, que por otra parte ahora resulta muy fácil execrar, pues la con– dena casi siempre es hija del fracaso.

y valga también la ocas ion para recordar que no fueron ni la reoccion ni la protesta armada del Partido Liberal, bajo la afortunada bandera de la constituciona– lidad, los factores que finalmente echaron del Campo de Marte al General Chamorro: fue la presion ostensible y permanente de la Legacion de los Estados Unidos. Cuan– do el general finalmente accedio a entregar la presidencia a don Adolfo Díaz y a alejarse él mismo de Nicaragua, quedo firmada la decapitacion del gobierno de facto y la derrota del ejército verde, descabezado ese día. Cuan– elo el tren especial que llevo al General Chamorra a Co– rinto, rumbo al exilio, regresaba a Managua, volvio cargado de rifles de soldados desertores de las plazas de Occidente, que se habían dado cuenta "de la expulsion del Cabo", y la campaña no les interesaba más. Yo hice el viaje de ida y vuelta de tal tren.

Esta justificada fe en la capacidad del Caudillo para debelar cualquiera revuelta, fue la que cego a los "nota– bles" conservadores que entre exaltados vítores populares se pronunciaron por la toma del poder y la eliminacion

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