Page 29 - RC_1966_04_N67

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liberal O. Hernán Robleto, ayudante del General Zeledon en la ocasion de su lamentable muerte, publico en su diario "Flecha", una autorizada relacion de 105 hechos, absolviendo a Chamorro de la absurda imputacion, basa– da en un telegrama apocrifo, le mostré al general el artículo en la primera oportunidad. Y como gozo el hombre! Desde entonces guardo para Hernán Robleto, un profundo reconocimiento. Con don Hernán, excelen– te amigo mío, comenté alguna vez estas cosas y le dije de la gratitud del General Chamorra por su desinteresada aclaracion; su comentario fue muy sencillo: "El General Chamorro, caudillo conservador, no es ni fue nunca per– sonaje de mis simpatías, pero lo valiente no quita lo cor– tés: la muerte del General Zeledon, en combate menor, ocurrio tal cual yo la he referido como testigo presencial de los hechos. El General Chamorro no tiene que agra– decerme por haber dicho yo la verdad".

Naturalmente, serán los historiadores quienes habrán de pronunciar el fallo final en relacion con la vida y obra del General Emiliano Chamorro, dos veces presidente de Nicaragua, llamado el último caudillo de América. Su larga vida, su prolongada actuacion política, lo candente y peliagudo de los problemas que le correspondio afron– tar, serán factores que el historiografo deberá tener en cuenta al analizar sus actuaciones, pues no es lo mismo el breve paso de un personaje meteorico que la permanencia de un nonagenario a quien le correspondio una presencia continua en la agitada escena de la vida nicaragüense.

Para corresponder a la amable invitacion de don Joaquín Zavala, y también para realizar un aporte de la obra de los biografos del General Chamorro, es que pre– sento estas cuartillas; he tratado de ajustarme a mi más leal criterio en relacion con el personaje, aunque alardes de imparcialidad no los haría en este caso, yo que difícil– mente me podría quitar los lentes del devoto afedo que desde niño guardé al General Chamorro, y que con los años crecio, ni tampoco olvidar el privllegio que tuve de ser designado por él mismo como su secretario particular en 1923, que me ofrecio la oportunidad de estar cerca de él en diversas circunstancias, lo cual cimento aún más tal afedo. Siempre lo vi aduar con ecuanimidad, cariñoso con el humilde, tolerante con el impertinente, consecuente con el amigo, y altivo en las ocasiones en que había de ser altivo.

Tenía veintitrés años cuando me encargué de su ofi– cina; en verdad nunca participé en los cenáculos de la alta política, pero como gozaba de su confianza y la co– rrespondencia corría a mi cargo, siempre tuve informacio– nes de primera mano. Ni se me pedían consejos ni tra– taba yo de darlos, pero cuando algunas personas en quienes yo creía, de las que se mantenían en contacto con el jefe, me recomendaban que había que hacer ver al Caudillo esto o aquello, aprovechaba las oportunidades en que él me preguntaba "qué se dice por ahí", para

tratar de meter alguna cuñita, conforme el criterio de aquellos que a mí me parecían más leales o autorizados. Sin embargo, creo que fuí discreto y sin duda, leal.

y al recordar ahora aquellos lejanos días, y otros en que tuve ocasiones de asociacion con el General, lo veo siempre, más que todo, sereno. Esa sería para mí la condicion destacada del gran nicaragüense. Una sola vez entro a la oficina visiblemente agitado, tanto que yo me tomé de libertad de preguntarle qué pasaba. Bre– ve fue su respuesta: -"Bartolo acaba de declararme reo. En Casa Presidencial, me dijo: General Chamorro, tiene Ud. la ciudad por cárcel". Se refería al Presidente D. BClrtolomé Martínez, su antiguo e incondicional partidario, con quien las relaciones habían venido poniéndose cada vez más tensas. Ese fue el momento del rompimiento definitivo, si bien desde muchos días antes habían dejado de salir de la residencia del General, los nombramientos administrativos y militares para servir en el gobierno. Para mí, esos convulsivos días que precedieron y sucedie– ron al rompimiento Chamorro Martínez, tuvieron bastante que ver en la actitud que el general tomo después y que culminaron con la eliminacion del ya para entonces Presidente D. Carlos Solorzano.

Tocante a la participacion de la Legacion de los Estados Unidos, incuestionablemente operando con ins– trucciones de Washington, para la destruccion del Caudi– llo y su gobierno de fado, cabe observar que el hombre, advertido demasiado tarde de que él mismo había ofre– cido el flanco, no guardo ningún encono y que poco des– pués, igual que en ocasiones más recientes, recomendo en privado y en público, "que el Partido Conservador en ninguna ocas ion debía descuidar su tradicional política de amistad y leal cooperadon con el pueblo y gobierno de los Estados Unidos de América". -

No podría cerrar estas cuartiUas sin tocar un poco al "General Chamorro, legendario", esto es, al concepto que de él se formara la mente de una buena parte del pueblo, especialmente entre el campesinado, que le atribuía entre otros dones extraordinarios, el de la ubicuidad y el de la invulnerabilidad con las balas en los combates; es poco sabido, que una vez, según tengo entendido, el general fue herido de bala en una batalla, aunque no grave– mente.

Esta cuasi brujería atribuído por alguna gente al General Chamarra, aún privaba cuando él fallecio y po– dían oirse comentarios atingentes durante sus extraordi– narios funerales, cuando a pesar de los discursos, una enorme cantidad de gente, notablemente elementos po– pulares, lo acompañaron hasta su última morada. Oí entonces a un viejo de caites y sombrero de palma que decía a sus compañeros, "y Uds. creen que el general se va a quedar toda la vida en ese hoyo? Qué va, her– mano! Cuando a ese hombre le dé la gana de salirse, pues se sale de aUi".

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