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ora posible concebir que pudiese existir un Presidente que no se llamase General Zelaya. Recuerdo que en cierta OCClsion en que atendía estudios medios, pregunté

ci mis Profesores como se haría si el General Zelaya mo– ría, pero se me mando a callar y durante el resto del año escolar jamás se me vo!vio a preguntar nada. Hago estos recuerdos porque se necesita conocer cual era el estado mental de la poblacion. Claro es, que quienes en aquel entonces eran mayores, pueden haber tenido otros conceptos, pero para quienes salíamos de aquella escuela, la idea de sucesicn presidencial era inconcebi– ble. Cuando oíamos hablar d0 una revoludon, jamás entendimos su rozon y cuando se leía en los cCllles un Bando, promulgando un nuevo Decreto o ley, nunca se nos owrrio pensar que pudiera ser ilegal o inconstitucio– nal o que quien lo había firmado, careda, de poder para hacerlo. Era la obediencia de la mente sometida. Así era como estaba el ambiente de entonces, y así era el orden de los pensamientos de la juventud de aquellos años.

La Revolucion de OcTubre de 1909, llamada también Revo!udon de la Costa, produjo un serio impacto en la intelectuCJliclad de NiCClragua y desde en aquel entonces volvio a hablarse de lo que son las instituciones ciudada– nas ,se planteo el problema d~ la defensa del poder civil frente C! los (drope!los de la fuerza y los hombres que in.. tegrabcm los Poderes Públicos, necesariamente tuvieron

que ocuparse de tales problemCls, y de darles resalucion con ICl agilidad y habilidt1a que son y cleben ser atributos propios de los verdaderos hombres de Estado. En la consideradon y solucion de ttl!es problemas la voz del General Emiliano Chamorro siempre se dejo oír y siempre fue escuchado y atendido. Podrta pcr.sarse que el pen– samiento del General Chamorro era obedecido, debido a su preponderante jerarquía militar, pero en verdad las

COSClS no eran así.

Hablar elel hombre versado en los negocios del Es– tado, no significa referirse a un hon,bre especializado en disciplinas gubernamentales, ni implica tampoco que se trate necesariar'l1ente de un universitario. Mucho menos puede significar que sea un hombre que dé! ordenes de tipo militar que deban obedecerse obligatoriamente. Ser estCilclista taml)oco es gobernar, como hoy se dice, me– cliante Detretos u Ordenes. Cualquiera que sea el orden tle la actividad humana en que un hombre se desenvuel– ve, debe conocer y dominar la materia de su actividad y

así el Médico debe saber medicina, el Abogado debe sa– ber leyes, el Filarmonico debe conocer ele Música. De igual modo, quien sea Estadista, debe saber de los ne– gocios del Estado, pero ese conocimiento no debe ser solo en fOl'ma abstracta y de sentido doctrinario, sino que tiene que ser de un orden práctico, que ponga dominio com– pleto sobre los cmtecedel1tes y los hechos de cada caso, sino que también lo sea en ralacian con el elemento o factor humano. Esto Heva a la conclusian de que un es– tadista no es ni puede ser un simple Mandan, ni un teori– co o profesor que dicte lecciones, sino que debe ser todo eso y además ser un sicol090 para conocer a cada ineli– viduo y un verdadero sociologo para prever la reaccion colectiva sobre cada medida que se adopte.

En el caso de Emiliano Chamorro, sea por estudio, sea por experiencia, sea por dedicacion o don innato, conocía a fondo el espíritu, las reacciones o los fines

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ocultos de cada hombre y por eso su espíritu de seleccion humana fue admirable y todo su gran éxito radico en esa virtud, ya que sabía poner a cada hombre en el verda– dero lugar que le correspondía, todo con el resuhado de que quien era designado, podía prestar el máximo de su capacidad y de su habilidad.

Junto con ese grave espíritu de seleccion, el General Chamarro supo dar a cada quien el espíritu de su propia responsabilidad, actitud conforme a la cual. cada hombre debía asumir en el puesto que se le confiaba la respon– sabilidad de su propio deber. El Gobernante retenía siempre la Jerarquía Administrativa, en virtud de la cual tenía el derecho de revocer o cambiar cualquier resolu– don de los inferiores, y que llegara a su conocimiento por recurso legal. En aquel régimen, cada funcionario, cada oficia!, cada empleado desempeñaba sus funciones ajus– tándose a las leyes que, entonces como hoy, les fijaban sus atribuciones, pero ningún Superior se inmiscuía o Clbsorvía los deberes de sus inferiores y si alguien llegaba donde un Superior pidiendo algo de la jurisdiccion del inferior, el Superior siempre se abstuvo de comentar, sino que indicaba al interesado a donde tenía que comparecer.

En el caso del General Chamorro quien no solo por haber sido Presidente de la República sino por su sobresaliente personalidad, era digno merecedor de que aun sus más ieves deseos fueran acatados como ordenes, la verdad es

que ¡améIS se adentro en el radio de accion de ninguno de sus inferiores, pues más bien respaldo y solidifico la po– sidon de cada uno de éllos.

El General Chamarro siempre que estuvo en posi– cion civil de mando, - concreto sus instrucciones en el sentido de que todos y cada uno cumplieran con las leyes, lo. cual es una expresion tan sencilla que su significado es igual a decir que todos deben reconocer que cada ciu– dadcmo, cada individuo tiene derecho y que esos dere– chps les deben ser respetados bajo toda condiciono Ese respeto a los derechos ciudadanos es lo que estrictamen– te se llama civismo y esa virtud fue altamente cultivada por el General Chamorro.

Cuando el General Chamarro organizo su Gabinete de mando lo hizo buscando entre sus correligionarios a aquellos que no solo por su personalidad, sino por su

sClber y por su habilidad eran elementos destacados del cOl'lservatismo. Cada uno de éllos recibio junto con su designadon la autoridad más completa para ejercer sus cargos y así éllos fueron Ministros y Secretarios que toma– ban como taJes sus propias decisiones, dentro del linea– miento general de la política del Gobierno. Aquellos hombres fueron: Dr. RClfael Cabrera, Dr. Salvador Gue– nero Nlontalvéin, Martín Benard, Dr. Alfonso Solorzano, Toméis Masís, Diego M. Chamorro, Juan José Zavala, Dr. Emilio A!varez.

Los hombres que cito no fueron escogidos al azar, no fueron seleccionados por parentesco, ni por decir pCllabrCIs y discursos gratos al oído, fueron puestos en aquellos lugares porque el General Chamorro supo distinguirlos por su honradez, por su capacidad, por su dignidad y por su rectitud moral. Todas las épocas pro– ducen hombres semejantes pero la grandeza del Gober– nante está en conocerlos y sentirse libre de colocarlos en el lugar que merecen. El General Chamorro jamás tras– paso la línea de las atribuciones de sus Ministros y esa regla hizo que siempre fuesen respetados los derechos hu-

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