Page 158 - RC_1966_04_N67

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Era. un bonito- reloj que 'm-e pre~aba mucha ufilida<:l. tlero que desde enlonces qued6 en poder de lfl Guar– dia Nacionfll, cuya oficina nunca me devolvi6 nada de lo que me quitaron ni yo lo he' reclamadp. En II:L Compañia "A" me meneron en una celda cerrada h,erméncameJ;1te cuya pueda de entrada te– riía un cari6n .grueso entre los barrotes de Il'\ahera que no s~.· veía n.ada que pasara en el exterior. Yo no podía,puelil, darme cuenta de lo que pasaba por el pasad,i;io que quedaba enfrente de la puerla de

mi celda, apenas podía oír los pasos de los que tran– sitaran" por allí.

En la cel~l;l, por todo mobiliario, había un i:::afre bajo, de. l;derro, sin nada que cubriera el alambre del coldh6Ii, ni una almohada, ni nada. Ese era mi dormitorio. . '

Para servicio sanitario me aprovechaba de una lata vacía de kerosine. En los primeros días de estar allí me llevaban, algunas veces, papel higiéníco pero después' dejaron de hacerlo, y a pesar de que se lo pedía con .insistencia a los guardias que esta– ban de turno, era imposible que me hicieran caso y que atendieJ:'an a mi solicitud. No tenía, pues, ni papel higi~nico, ni un peri6dico, ni un pedazo de pa– pel cualquiera. ' Verme en aquellas condiciones me hacía sufrir mucho. Pero felizmente había llevado mi saco y este flaco tenía muy buenos forros y en– tonces perHll9' que los forros de mi saco me podían servir, y 4é~de entonces me puse a hacerlos pedazos y de e$o' Itl~ valía para mi higiene. Mas corno la prisi6n 'se prolongaba, en los úlfimos días tenía que lavar aquellos pedazos de trapo usados en el agua que yo: mismo producía, ponerlos a orear para se– carse y; usarlos nuevamente. Era aquella una ope– raci6n"':verdaderamente desagradable.

CondiCiones ID&ahwnanas

Cuando ya llevaba más de dos meses de estar preso en aquellas condiciones, los pantalones y los calzoncillo!!, así corno la camisa y camisola, estaban completamente' rotos.

No logré nunca tener comunicaci6n con mi fa-– milia, a pesar ',de que yo les decía a los Guardias: "Hablen uste4es~ por Dios, El sus jefes, háganlo por ustedes;:misrcios, ya no por mí, porque a ustedes les debiera 'dar vergüenza tenerme corno me tienen y permitir que ande corno ando". Más ellos se queda-ban callados y. no me respondían. . Corno los Guardias nunca me dirigían la pala– bra, opté yo tainbién por no decirles nada, de ma– nera que por algún tiempo pasé sin hablar, sin leer nunca, sin anteojos, sin nada.

En cuap.:l:o a la comida, era la comida ordinaria de un preso cualquiera. Frijoles, arroz, y a veces, un poquito de carne y un pocillo de café negro. Ese era el a4nuerzo. Lo mismo, más o menos en la no– che, y p~r la mañana gallo pinto,. esto es, arroz frío

re~e1focon frijoles y torlilla.

Naturalmente, después cJ.e cerca de tres meses de estar en aquella situaci6n, mi salud, precaria ya por mi edad, se fue deteriorando aun más. No sen– lia, sin ei:nbargo, ningún malestar extraordinario. Un ena que é!1taba de pie a la puerla tratando de oír la voz de alguna persona conocida, sentí un fuer– te maréo y tuve' que asirme de los barrotes de la puerla para no <¡aer. No me alarm6 aquello, pero a los pocos días. me volvi6 a repetir, esta segunda vez con. mayor ~erza, y entonces me ví precisado a decirle al gua~~ia que me llevaba el almuerzo, lo que me pasaba. :'Aunque no me contestara, segura– mente reporió lo que yo le había dicho a sus su–

p~riores, porque al día siguiente lleg6 el Doctor Ale– jandJ"o Sequeira Rívas a visüarrne.

Al ilospllal MiIiIaI'

Después del, somero examen que me hizo el doc– tor, me dijo qUe me encontraba bastante mal, pere> que iba ~ pr09urar.someterrne a un buen iratami~J;1­

to y efectivamente estuvo recetándome y' rnedicinán– dome po;r,'" alg'ú1'lds días, y corno probablemente hE!.– blara con los alfos jefes del Cornando de la Guardia , y.

les hiciera ver la, conveniencia de trasladarme a

un Jugar mejor, me trasladaron al Hospüfl! .Milliar de la Guardia Nacional.

Alli me ubicaron en una pieza del hospüal, y me daban mE;ljo;r alimentaci6n, mejores cuidados, más no me permitían hablar con nadie. Ni aun el mismo Doctor Be:rmúdez' IEgberlo, Coronel G. N.I que es el Jefe del Hospüal Militar, si hablaba con– migo no se atrevía a hacerlo solo, pues cuando 10 hacía Eliempre era con un Guardia que oía todo 10 que decíamos. Supongo que había alguna orden que prohibía el que se rne hablara a solas.

Va exll'aiao incidente

Antes de continuar mi narraci6n quiero hacer referencia a un extraño incidente que ocurrió cuan– do aun estaba en la celda de la Compañía A, a los pocos días de' haber llegado allí.

Sucedi6 que una noche de tantas, temprano de la noche, oí, desde el oiro lado de la pared contra la cual estaba el catre donde dormía, unos golpes y una voz que decía. "Me está escuchando?". Yo no respondí. De nuevo dijo 1<;1. voz por dos o ires veces: "Me está escuchando?". ;Luego oí la' voz de una ni– ñüa que decía algo que no pude entender, más como temía que fuera alguna trampa que quisiesen po– nerme para ver si yo contestaba, opté por no pro– nunciar pE¡1abra, ni dar:me por entendido. Sin em– bargo, habiendo pasado corno unos diez minutos, tuve curiosidad en averiguar en qué consistía aql.le– 110, y entonces yo también comencé a golpear la pa– red en la rnisrna forma en que había sido golpeada antes, pero nadie contest6 a mis golpes. Nunca vol– vió a suceder aquello.

Supe rnás tarde, cuando ya estaba en liberlad, que lo que querían comunicarme era 10 que había ocurrido al General Somoza García después de los sucesos del 21 de Septiembre y que lo probable era que rna habrían de fusilar y que si yo' deseaba po– d.x:ian facililarme los medios de escaparme de la pri– Slon.

Al saber esto, comprendí que había sido mejor el no haber puesto atenci6n alguna a aquellas seña– 'les, porque quizás me hubieran dado deseos de es– caparme, y posiblernente hubiera perecido en el in–

tento.

Sobre este particular deseo hacer notar que siern– pre he sido opuesto a los escapes de prisiones. Yo nunca me he escapado de una prisión en las que tantas veces he esiado durante mi azarosa vida polí– pca. No me escapé, por ejemplo, cuando en tiernpos

'de Zelaya venía de Bluefields hecho prisionero des– pués de la aborlada revolución del General Juan

;R~lo Reyes, a pesar de que en San Juan del Norle sé me presentaron todas las facilidades para hacerlo. Yo tengo ciarla aversi6n personal a eScapar de una prisi6n.

Ral'O lI'alamienlo médico

Volviendo a rni narración de los días en que es– :tuve en el Hospital Militar diré que :todos los días me daban medicamentos yme hacían exámenes per– sonales y de laboratorio. Yo observaba, sin embar– go, que estaba :tomando muchas drogas.

Un día de tantos un sirviente del Hospital 10gr6 decirme que él era amigo mío porque su madre ha–

b~a sido empleada de mi casa y quería advertirme que estaban poniendo drogas en mi comida y que en 10 de adelante él rne iba a señalar, de rnanera disiYnulada, cuáles platos debía comer y cuáles rio.

y así fue que en muchas ocasiones, cuando rne lle– 1Jaba las viandas, me hacía indicaciones que rne da. ban a entender de cuales platos no debía pJ:'obar bo– cado.

Naturalmente aquello se volvió un martirio pa– ra mí, pues algunas veces no llegaba el Inismo sir– ;viente y entonces yo no sabía cuál de los platos con–

',*~nía la droga que rne pudiera producir daños y en esos casos optaba por no comer del todo.

Aquella intranquilidad a la hora de las comidas me molestaba grandemep.te y el pensar que podrían envenenarme ~e volvi6 ~a especie de obsesi6n. De c:Iue e,se era prop6sito al acJ.ministrarrne tanta dro-

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