Page 155 - RC_1966_04_N67

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pronunci6 un discurso en Esfelí, diciendo que si el pueblo lo pedía, el esfaba dispuesto a acatar la volun– tad del pueblo aceptando su reelecci6n.

Esto constituy6 la úllima gota que rebas6 la co– pa: la prueba irrefutable de que Soxnoza iba direc– taxnente a su reelecci6n faltando a su palabra y a su coxnproxniso, con xnenosprecio de lo paC±ado con el Partido Conservador.

Abril de 1954

. Era indudable que contra el aplastante xnazo de la reelecci6n presidencial no existía ningún xne– dio legal que pudiera detenerla y por eso yo exnpe– cé a convencerxne que había sido un error ese Acuer– do Político con el Gral. Soxnoza, que él lo estaba violando y lo seguiría violando, por lo cual creí que

YR el Parlido Conservador no tenía ningún coxnpro– xniso y así lo dije públicaxnenie en un discurso, el dia de xni cuxnpleaños en 1953 en "La Moca" ha– cienda de los señores Rappaccíoli en las cercanías de Diriaxnba. Algunos nicaragüenses, tanto afilia– dos al Parlido Conservador coxno al Parlido Liberal y hasta algunos xniexnbros de la Guardia Nacional, quisieron, con valor y osadía, detener esa reelecci6n del Gral. Soxnoza y de ahí provinieron los sucesos del 3 y 4 de Abril de 1954.

~or d~1 Gral. So~oza

Pero yo creo que fue un error del General So– xnoza el haber trastrocado esa conspiraci6n política, haciéndola aparecer coxno un atentado personal contra él. Fue el propio General Soxnoza el que lanz6 a todos los áxnbitos del país, y aun fuera de Nicarag\,la, la noticia de que se había querido co– xneter un atentado contra su persona, cosa que a na– die antes se le había ocurrido. Por eso yo creo que el xnás grande error político de Soxnoza fue haber echado a rodar esta versi6n, porque esta versi6n que– d6 flotando en todo el pueblo nicaragüense, fué él que hizo que en las mentes de algunos opositores se les ocurriera esa idea y la posibilidad de un aten– tado personal contra él, y seguraxnente, esto es una conjetura xnía, pero xnuy 16gica y consecuente, que esa, idea difundida fuera de Nicaragua fue la que gerxnm6 en la xnente de L6pez Pérez la infención de ejecutar ese ateniado.

El Gral. Soxnoza en lugar de satisfacerse en el caxnpo polliico con el fracaso de la conjuraci6n y de poder deducir alguna provec;:hosa experiencia so– bre los xnotivos de ese movimiellto que intentaba un caxnbio de gobierno, con reacci6n primaria irrefle– xiva, con apetito precipitado, buscó sin sagacidad política, la medicina contraria a ese descontento po~

pular, dando rienda suelta a unas Reforxnas Consti– tucionales, las cuales establecieron la indefinida re– elección presidencial, corlando de esta manera el úllixno rayo de esperanza de la ciudadanía desafec– Ía al régixnen de gobierno imperante. Agobiada la oposición por el EsÍado de Sitio y por las muerles, persecuciones y confiscaciones, eSÍas Reforxnas Cons– titucionales de 1955 no pudieron ser legales. Esas Reforxnas Constitucionales, por añadiduda, acaba– ron de desnaturalizar la institución de los Munici– pios; puesto que en lugar de seguir el derrotero de la xnisxna Constifución conseguido por el Partido Con– servador hacia su coxnpleta auionoInÍa y elección po– pular, con retroceso de esta aspiración y al revés de este propósito, ataron xnás fuertexnenie los Munici– pios a la vinculación del Poder Ejecutivo añadién– dole otros xniexnbros noxnbrados por el Ejecutivo, y dejando solo uno para la xninoría hasta converlir– los en sixnples dependencias del gobierno central, y terxninando por completo su herencia tradicional y su prixni±ivo sentido coxnunal.

Entre los xnúlliples represiones que ejerci6 el Gobierno de Soxnoza contra los sublevados en la in– tentona de conspiración xnerece destacarse en primer plano, por su enorxnidad y consecuencias sin igual la muerte de trece detenidos políticos, por lo xnenos, sin forxna ni figura de juicio. Personas de toda vera– cidad vieron a los ultimados, déspués de capturados, en poder de las auioridades, sin que hubiesen pere-

cido en ninguna refriega de fuerzas contendientes arxnadas. Esta clase de procedixnientos contra pri– sioneros, y xnás prisioneros políticos cuya responsa_ bilidad en xnanera alguna axnerita semejanie desa– guisado, quedan grabados en la conciencia general por generaciones, coxno los faxnosaxnenie aciagos sucesos de la isla "La Pelona" acaecidos hace xnás de un siglo, en el alborear de la Independencia, que dejaron mdeleble a la posteridad un capítulo negro de nuestra historia. El Partido Liberal se ufana en proclaxnar entre sus presuntuosos prograxnas de ideas abstraC±as, como uno de sus dogxnas, la inviolabili– dad de la vida huxnana y aparece siexnpre coxno acá– rrixno impugnador de la pena de xnuerle, pero es lo cierlo que cada vez que está en el xnando la prác– tica incesaniexnente, sin sentencia, a xnansalva, con xnétodos vergonzosos, no coxno pena, sino coxno abu– so incalificable; en cambio, el Parlido Conservador, que sostiene la doC±rina de la pena capital, nunca recurrió al expediente de aplicarla a escondidas, en conlra de la ley; y la dictan y ejecutan, dentro del orden, los Tribunales ordinarios de la Justicia.

Represalias

Con motivo de los sucesos del 3 y 4 de abril de 1954, la Cámara de Diputados inició proceso por el delito de rebelión contra el Diputado don Raúl Ara– na Montalván, contra el Senador don Abel Gallard y contra xní que ejercía las funciones de Senador Vi– talicio coxno ex-Presidente de la República.

Fueron nuestros acusadores en la Cámara los re– conocidos Diputados oficialistas y adictos al régixnen dinástico, dociores Manuel F. Zurita, Elí Tablada Sa– lís y don Arturo Cerna.

Los defensores, por nuestra parle, fueron los connotados y brillantes abogados DoC±ores Carlos Cuadra Pasos y Joaquín Vigil, cuya xnagnífica defen– sa de altura filosófica, histórica y jurídica, xnereció las alabanzas de la Cámara del Senado que actuaba coxno Jurado y de la selecta barra ciudadana que asistió a los debates de aquel proceso.

El verediC±o, por razón de la xnayoría somocis– ta de la Cámara, fue, naturalxnente, condenatorio, recibiendo la repulsa del público asistenÍe.

Durante la secuela del proceso, y desde su ini– ciación, tuve coxno asesores personales, a los dacio– res Exnilio Alvarez Lejarza, José Antonio Artiles y Manuel José Morales Cruz, siendo el doctor Artiles quien presentaba los escritos firxnados por xní. Cuando los Coxnisionados del Senado llegaron a mi casa de habitación, a toxnarxne una declara– ción, xne sometieron a un largo interrogatorio de 33 preguntas, m.alintencionadas unas y pertinentes otras, habiendo sido asesorado para contestarlas por los se– ñores asesores arriba xnencionados.

La Corle Suprexna de Justicia dictó senÍencia en la cual condenó a 8 años de relegación en la ciudad de Bluefields a los señores Fernando Abel Gallard y Raúl Arana Montalván y a xní.

Confinamiento

Coxno consecuencia del jUicio injusto a que fuí soxneiido por la Cámara del Senado, fuí sentenciado a confinaxniento en la ciudad de Bluefields. Pero al poco tiexnpo noté que las condiciones clixnatéricas de aquella ciudad xne estaban afeciando gravexnen– te la salud. Una vez que algunos xnédicos, axnigos xníos, se enteraron de mi situación, se forxnó lo que pudiera llaxnarse una "junta de xnédicos" encabeza– da por el Docior Vícior Manuel Picasso, junta que llegó a Bluefields a visitarxne y a darse cuenta exac– ta del estado de xni salud, especia1xnente de xni cró– nico xnalestar cardíaco. Esos xnédicos constataron xni xnala condición y a su regreso a la Capital, se

la expusieron al General Soxnoza García quien, con muy buena voluntad, accedió y dispuso mi recon– centraci6n a Granada.

Trasladado a Granada

Fui trasladado, pues, por la Guardia Nacional, en un avión de Lanica, primero a la ciudad de Ma– nagua, e inmediatamente después, el xnisrno día de mi llegada, a la ciudad de Granada.

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