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no acepfaron fal proposición, y por su parle ambos se esforzaron en convencer a Emilio para que él fuera el candidato del Partido Conservador, por sus múliiples cualidades.

Pasó algún tiempo antes de que don Emilio Chamorro Benard aceptase ser el candidato del Par– tido Conservador, hasta que al fin por medio de al– gunos amigos le hice saber que así lo demandaban los intereses del Partido Conservador: y fue por es– ta razón que aceptó ser el Candidato para las Elec– ciones de 1950. Una vez confada con su acepfación, se reunió la Gran Convención del Parlido Conserva– dor enesfa ciudad de Managua y la candidatura de Emilio Chamorro Benard fue acepfada con gran entusiasmo por foda la ciudadanía conservadora. De todas parles del país me llovieron mensajes de feli– cifación por la acerlada escogencia que de él se ha– bía hecho.

El 23 de Abril de 1950 se verificó en Granada la primera proclamación oficial de su candidafura y en esa primera proclamación dijo Emilio Chamo– rro Benard algunas ideas que fue después desarro– llando a través de foda su campaña candidafural. Emilio Chamarra Benard recorrió todas las ca– pifales de los Deparlamenfos de Nicaragua. Recuer– do haber esfado con él en las manifesfaciones po– pulares de Estelí, Jinotega, Boaco, Chontales, Rivas, Masaya y Managua. En fodas ellas se nofaba un enfusiasmo fervienfe y una popularidad arrollado– ra de Emilio Chamorro Benard.

Gus±aba mucho al pueblo de Nicaragua su ma– nera de decir las cosas con franqueza y con valor. Cuando se llevó a efecto la manifestación de Managua, que coincidió con el día primero de Ma– yo de 1950, el Parlido Conservador logró hacer una demostración de fuerza en esta Capital que nunca antes había sido superada. Fueron muchísimas las cuadras de calles que ocuparon el desfile de esa ma– nifestación y cuando culminó en la plaza de la Re– pública, frente al Palacio Nacional, la Catedral y el Club de Managua tuvo un remate brillante y mag– nífico. Toda la muchedumbre logró llenar por com– pleto no solamente la Plaza de la República, sino también las calles circundantes.

Desde entonces para esta parle ha corrido co· mo una voz pública que la Plaza de la República solamente puede ser llenada por dos fuerzas: por las fuerzas católicas de Nicaragua y por el Parlido Conservador de Nicaragua. Cuando el Parlido Libe– ral ha hecho sus manifestaciones en Managua y sus concentraciones en la Plaza de la República, desde en ±iempos de la vida del General Somoza, nunca ha logrado llenar esa Plaza en la forma que lo ha hecho el Partido Conservador.

Esa enorme manifestación de fuerza del Parti– do Conservador hizo temer al General Somoza por el resultado de sus elecciones, a pesar de que él controlaba la maquinaria eledoral, y desde enton– ces se dedicó muy especialmente a entorpecer en al– guna u otra forma la liberlad de propaganda que había dejado correr hasta 'entonces, empezaron a circular las amenazas de lo que sucedería el día de las elecciones y por último ocurrió a la famosa MAG– NIFICA con lo que halagaba a los votantes para ha– cerlos ceder a favor del Gobierno en lugar de que vofaran por Chamorro Benard.

Las elecciones

Se llegó el día de la elección, que fue el 21 de Mayo de 1950. Y el resultado ya estaba previsto de antemano en las últimas pocas semanas antes de la elección. Esa elección nos dejó la impresión de que no había que pensar más en libertad elec– toral mientras el General Somoza controlara toda la maquinaria de las elecciones, pero como esa elec– ción había sido el resultado de un Convenio firma– do entre los dos Partidos, tanto por el General Somo– za como por mí como Plenipotenciario de ambos Parlidos, creí que era necesario no violentar los áni– mos y aceptar las consecuencias de un Acuerdo Po– lítico que habíamos ,celebrado entre el General So– moza y yo. Con esto quería dar una prueba de mi

sinceridad y de mi buena fe en el cumplimiento de este Convenio, a pesar de que ya entonces creía que había fallado a un punto fundamental el General Somoza. Creí conveniente que el Partido Conser– vador ocupara y aceptara la participación de las minorías conforme esos convenios, esperando que el evento sobre la salud del General Somoza pudiera ser una circunstancia favorable para el Parlido Con– servador, ocupando esas minorías. El candidato per– didoso, Emilio Chamorro Benard, obtenía el puesto de Senador en el Congreso Nacional. Pero Emilio no quería aceptar ir al Congreso y otra vez vino la lucha por convencerlo de que la conveniencia del Partido Conservador le demandaba este sacrificio. Aceptó mediante un compromiso hacerse presente en las primeras sesiones y después retirarse para dejar ocupando su lugar al Senador Suplente de las Mino. rías don Abel Gallard.

Ya para entonces comenzaban a bosquejarse las primeras manifestaciones del incumplimiento de

parle del General Somoza de 10 que creí al principio que podía llegar a significar una nueva etapa en la vida polifica nicaragüense. Pero cada vez por una u otra circunstancia, pequeñeces al principio, pero que después fueron creciendo poco a poco iba lle– gando contra mi voluntad al convencimiento de que el General Somoza no estaba en disposición de cum– plir un Convenio de Arreglo entre los dos Partidos Polüicos de Nicaragua.

Ruptura del Convenio

Como ya lo dejé expresado antes, el día 3 de Abril de 1950 el Gral. Somoza y yo, en representación de los Partidos his±Óricos de Nicaragua, celebramos un Convenia Polüico con el objeto de buscar una nueva orientación política con tendencias a una me– jor convivencia nacional, y ese compromiso no fue suscrifo en ninguna forma de solemnidad legal de contrato, sino que simplemente pusimos nuestras fir– mas al Proyecto íntegro que pasó luego a ser el De– creto Legisla±ivo de 15 de Abril de 1950, convocan– do a una Consiliuyente y señalando las paufas prin– cipales de la nueva Constifución y las normas para una elección presidencial y de Dipufados y Sena– dores.

Efecfuadas las elecciones de Auforidades Supre– mas en Mayo de 1950 y después de promulgada la Constifución Política en Noviembre de ese mismo año, ese ensayo político concertado quedó sintefi– zado, en sustancia, a un compromiso recíproco de ambos Parlidos His:l:óricos para convivir al amparo de los postulados de esa Carla Fundamental conve– nidos de común acuerdo. De esta manera, el Conve– nio Polí±ico de 1950 contenía dos fases de una mis– ma transacción: la escrita, plasmada en los precep– tos de la Constitución Política convenida en común, y la parte no escrita ,el compromiso base de toda la operación, mediante el cual el Parlido Liberal quedó obligado a mantener el imperio de las ga– ran:l:ías y libertades concertadas de común acuerdo, y a su vez, el Parlido Conservador se obligó a fun– cionar y desarrollar sus actividades políticas, bajo esas garanfías y liberlades esfipuladas, pacíficamen–

te, sin recurrir a ningún aeta de violencia. Con esto, ambos Partidos anhelaban sosfener la paz de la Re– pública.

Pero apenas iniciada esa nueva polllica de con– vivencia nacional ya se hicieron sentir ciertas desa– venencias por las varias interpretaciones torcidas que se le dieron al cumplimiento de algunas disposi– ciones cons:l:ifucionales por aquella de las parles, el Parlido Liberal, que tenía a su disposición la fuerza mayorifaria de los vo:l:os en el Congreso Nacional y la voluntad de decisión en el Poder Ejecu±ivo. En– tre éllas, las que más merecen la pena destacarse fueron, por parle de la mayoría liberal en las Cá– maras Legisla±ivas, el rechazo del Proyecfo de Ley para reglamentar el voto efectivo de la mujer nica– ragüense en los sufragios, inicia±iva de Dipufados conservadores de conformidad con el arlículo 33 de la Consiliución y por parle del Poder Ejecu±ivo, la destitución de ires Alcaldes Municipales conservado-

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