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Luis fuera Diputado en el Congreso Nacional. Que su hijo Tachito estaba estudiando para militar y que su hijo Luis no había propiamente terminado nin– guna carrera, por lo cual él deseaba muy ardiente– mente meterlo en la política, enviándolo al Congreso, puesto que su hijo Luis no mostraba inclinaciones políticas, corno era su deseo. Yo mantuve mi nega– tiva por más de cinco veces que recibí esta insinua– ción por medio de los intermediarios. Una noche se apareció en mi casa de habitación el Dr. Jesús Sán– chez, 1ya fallecido), después de las diez de la noche, hora en que yo estaba ya para acostarme. Llegó con un recado especial del Gral. Somoza: que él, co– rno un favor personal, invocando razones persona– les de familia para su hijo Luis, y en virlud del Acuerdo de Fraternidad Nacional que habíamos sus– crito, le permitiese que su mencionado hijo Luis fue– se al Congreso corno Diputado. Yo estaba muy can– sado después de todas las faenas de esos días tan atareados y tuve la debilidad de acceder al ruego del Gral. Som.oza después de haberme negado ante– riormente, corno lo había hecho por más de cinco veces a ello. Estoy escribiendo mis Memorias y ten– go que ser veraz y fiel con los hechos, a pesar de que ellos involucren algunas flaquezas y debilida– des humanas, corno la que acabo de relatar. Muchas veces he llegado a pensar de ('fue si yo me hubiera mantenido en la firmeza de mi ne– gativa para no cambiar esa disposición constitucio– nal, la cual era parle de nuestro sistema de Gobier– no por más de un siglo, a la muerle del General Somoza no hubiera sido posible que lo sucediera su hijo Luis, y otro curso hubiera tornado el desarrollo de la historia de Nicaragua. Yo no quiero rehuir la parle de responsabilidad que me corresponde en los errores com.etidos, errores que digo con entera fran– queza fueron cometidos con entera buena fe, en la creencia absoluta de que después del Gral. Somoza el poder pasaría al Parlido Conservador. Yo llegué a creer que este era un verdadero deseo del Gral. Somoza, y no solamente deseo, sino que estaba li– gado a su conveniencia personal y económica. A pe– sar de que yo nunca le dije, ni m.enos le garanticé nada respecto a su capital, él estaba en la creencia absoluta de que el Parlido Conservador no era capaz de confiscarle sus propiedades, si llegaba al poder, en virlud de la vía que él le estaba facilitando.

Reconocimiento del eRo¡' cometido

En el curso de mi autobiografía, no una vez, sino muchas veces he dicho que he cometido errores en mi vida polí~ica. Y quiero dejar cons– tancia aquí de que esta vez lne equivoqué, y me equivoqué fundame¡;lialm.en±e. Con la mejor buena fe del mundo. Tan±o porque la salud del Gral. So– moza no estaba tan quebrantada corno él mismo y sus médicos lo creían, corno porque los aconteci– mientos posteriores me llevaron a la convicción de que había cometido un error ya que Somoza no cum– plía sus promesas. Después del discurso r'l",l Gral. Somoza en Estelí comprendí el error que habia co– metido. Así lo confesé un día que celebran

lOS mi cumpleaños en la hacienda del Dr. Buenaventura Rappaccioli en cuya ocasión prometí comenzar a re– pararlo. En efecto, mandé llamar a Pablo Leal cuyas actividades en Costa Rica conocía e inicié la C;,..,n;u– ra de 1954 con todos los dem.ás, corno 10 explicaré más adelante.

Sin em.bargo, a mi juicio aquella com.ponenda política sacó al Parlido de la postración en que lo encontré, a mi regreso de México, cuando el terror a la guardia había acallado hasta el grito de los vi.;, vas a Chamarra para recuperar, al menos, las relati– vas seguridades en que todavía se desenvuelve en el presente.

lLa Jefatura del Partido

Pero volviendo al hilo de la historia, quiero ex– presar que después dé suscrito el Acuerdo de 1950,

sabiendo que el Parlido Conservador iba a ir a una elección, empecé a repasar las filas del Parlido Con– servador para buscar a la mejor persona que pudie-

ra ser ese candidato en las elecciones venideras. Al

buscar ese candidato pensaba en dos cosas: en que el Parlido Conservador debía dar una sensación de renovación y de novedad presentando a un hombre que no hubiese tenido mucha figuración política en los sucesos anteriores, también tenía en mi mente empezar a buscar un sucesor para la dirección del Parlido Conservador, porque yo ya me sentía sin las suficientes energías para seguir ejerciendo esa jefa– tura. Mi situación económica estaba maltrecha y

quería aparlarm.e de la dirección política para dedi– carme a rehacer mi situación económica, que tanto había padecido por mi largo exilio.

Tenía yo entonces 80 años de edad o esfaba pró– xim.o a cumplirlos y era lógico pensar que no po– día sobrevivir una década m.ás corno la D;"ina Providencia me lo ha concedido. Así que estaba pensando en buscar alguna persona rrue pudiese ío– rnar la dirección del Parlido Conservador en esos mom.entos tan difíciles, cuando estaba fuera del po– der, y en el momento de un Acuerdo Político, cuan– do en la firme creencia de que el Gral. Somoza iba a desaparecer del escenario político de Nicaragua debido a su enfermedad.

Empecé a repasar las filas del Parlido Conserva– dor. No quiero decir públicamente todos los nom– bres que en rnis noches de desvelo se me pasaron una y aira vez por mi mente. Pensé en uno de los dos hermanos Rappaccioli. Buenaventura u Horacio, el último ya desaparecido, que habían sido siempre fuerles paladines del Parlido Conservador. Tam– bién en esa revisión de valores del Parlidd me de– tuve muchas noches pensando en Emilio Chamarra Benard, a quien yo había conocido desde jovencito y sabía que se había creado en la adversidad de su fam.ilia, por las persecuciones de Zelaya, que en su infancia había aprendido a pasar pobrezas' y hasta miserias, junto con su familia, hasta el punto de te–

ner que irse a vivir a la hacienda "Las Mercedes" en Nandain1.e, por no tener bienes suficientes para mantener una casa en Granada. Sin embargo, Emi– lio Chamarra Benard, a pesar de haber pasado por todas esas vicisitudes y nlÍserias en su niñez y en su primera juventud, se había formado en el trabajo, en su perseverancia y en su tesón, mediante una disciplina formidable, hasta llegar a ocupar una po– sición económica envidiable en todo Nicaragua. .8s– tuve observando y meditando mucho sobre el pro– ceso que había pasado Emilio desde su infancia y corno debido a sus cualidades, a su perseverancia y a su carácter había podido triunfar en la vida. Y creí, corno sigo creyendo ahora, que estas cualida– des de Emilio eran perfectamente aplicables a la política y que al llegar a tener él una posición de esa naturaleza dentro del Parlido Conservador po– día llegar a hacerlo triunfar y a sobreponerse a todas las vicisitudes, com.o lo había hecho en su vi– da privada.

Don EmiUo Cham:orro Sanare!

Em.ilio Chamarra Benard es un hombre de gran honestidad que entonces gozaba, y sigue gozando todavía, de grandes simpatías socialF.!s y políticas y que tiene un carácier firme de fondo y moderado en sus aciuaciones. Todas esas cualidades y ante– cedentes me hicieron resolverme para proponerle a él que fuera el candidato del Parlido Conservador. En las primeras ocasiones que conversé con él y que le propuse esa candidatura, siempre me la rehusó y me insinuaba que tratara de pensar en al– gunos otros conservadores que fueran más apropia– dos que él, según su parecer, y que en cuanto a la ayuda económica él estaba dispuesto a hacer cual– quier sacrificio en beneficio del Partido Conservador. Recuerdo bien que a petición de él hicimos juntos un viaje a Diriamba para hablar con los Sres. Rappa– ccioli a fin de que uno de los dos ellos, ya sea el Dr. Buenaventura Rappaccioli o su hermano Horacio aceptasen esa candidatura y Emilio llegó a ofrecer– les en mi presencia que contaran con toda la ayuda económica de él, al igual que si se tratase de su propia candidafura. Los dos hermanos Rappaccioli

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