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:rná, avisándo!es ~e contaba con el annamento y

que bien podlan fiJar la fecha y lugar donde debe– rían recibirlos para que los panameños procedieran a formalizar el levantamiento para derrocar a su Go– bierno. Pero resu1f6 que los señores Díaz y Arias Paredes fueron a ver el armamento que en esos días había llegado y se enconfraron que las cajas que se suponían contener armas, tenían toda clase de mer– cancías, menos armas.

Lo que nunca se pudo explicar bien fue d6nde ocurrió la substracción y sustitución del armamento, porque el joven Díaz, que había hecho la compra, sosiuvo siempre que había visto con sus propios ojos la empac;:ada del ~ismo y su sa?da. e~ los ca– :rniones. Decla, ademas, que él habla vIaJado por más de un día en esos mismos camiones que con– ducían las supuestas cajas de armas que luego re– sulfaron con mercaderías varias.

Tal pérdida fue un golpe muy rudo para los amigos panameños, Díaz y Arias Paredes, lo que les hizo resolverse a abandonar el propósito de llevar la revolución armada a Panamá y a acogerse a la amnisiía que les ofrecía su Gobierno, llegando más tarde Don Domingo Díaz a ocupar la Presidencia de la República de Panamá por elección popular. Quiero hacer observar aquí que uno y o:l:ro de los mencionados señores me hicieron su confiden:l:e en esta su conspiración, a pesar de que ambos eran liberales. Don Domingo era el Jefe del Liberalismo panameño y el señor Arias Paredes, miembro pro– minen:l:e de dicha agrupación política.

Aun después de :l:an:l:os años, siempre guardo por dichos señores hondo agradecimiento por la con– fianza que demos:l:raron :l:ener en mí a pesar de mi–

li:l:ar en agrupaciones polliicas opuestas.

Viaje por México

A pesar de haber en vivido en México durante diez largos años, ±Uve muy poca oportunidad de viajar por el país debido al asma que me provocó el cambio de clima lo que me obligaba a permane– cer bajo fratamien:l:o la mayor parle del tiempo. Fuera de las ciudades inmediatas como Cuernavaca y la hisiórica Puebla, fueron muy pocos los lugares que tuve oporlunidad de visífar.

En una ocasión hicimos una gira, mi señora y yo, en compañía de doña Emilia Rappaccioli de La– cayo y su hija Yelba, por Toluca y Guadalajara, pe– ro un fuerle ataque de asma me obligó a permane– cer recluído en el hotel, por lo que no pude gozar de la gira y apenas pude apreciar la belleza de las ciudades y del campo y del precioso Lago de Cha– pala. En Puebla, sin embargo, tuve oporlunidad de conocer los lugares del histórico comba:l:e en:l:re las fuerzas del Imperio y las de la Revolución que encabezara el General Porfirio Díaz, y donde las aguerridas hues:l:es mexicanas capturaron al Empera– dor Maximiliano.

México es un país que guarda muchos :l:esoros y reliquias tan:l:o de la época anterior a la Conquista, como los que dejaron los españoles en su larga e:l:a– pa de dominio. Pero además de las grandes rique– zas indígenas y coloniales el mejor tesoro de Méxi– co es el carác:l:er de su gen:l:e, muy acogedor, siem– pre deseosa de agradar¡ y es por eso, quizás, que los que como yo buscábamos apoyo bélico, nos sentía– mos :l:an bien en México. Porque ninguna solici±Ud es rechazada y siempre hay alguna palabra de pro– mesa para el futuro cercano, que lamentablemen:l:e, nunca logra fransformarse en presente. Pero el re– volucionario no se queja de haber perdido el tiem– po, ni haber gastado su dinero en dicha espera, porque el mexicano le hace a uno agradable la esia– día en el país.

En medio de las promesas y excusas de los di– recfores políticos de México uno descubre lo que real– mente les sucede: y es que su deseo de cooprar por alguna causa justa y liberlaria, se ve truncado por el respeto que les imponen sus compromisos in:l:erna– cionales y el temor de que esas ayudas pudieran dar motivo para que ofros países alguna vez hagan lo mismo con México.

Nuevamente en Nicaragua

Una vez nuevamente en el país comencé a ira– bajar con mis amigos a fin de alentar el ánimo de– caído del Partido Conservador. Como se avecina– ban las elecciones presidenciales de 1950 y el clima político de entonces era similitar al que prevalece ahora y denlro del Parlido Conservador que produjo una efervescencia de eniusiasmo parecido al ac:l:ual bajo la personalidad del Dr. Fernando Agüero, deseo hacer referencia a las ac:l:ividades que entonces de– sarrollé.

En enero de 1950 vino de Costa Rica donde re– sidía desde hacía muchos años, el Dr. Roberlo Gu– tiérrez Silva, solicífándome una credencial para ser– vir de in:termediario en cierlas pláticas que él pen– saba entablar con el Gral. Somoza para ver de con– seguir garaniías para una campaña elecioral. Ad– verlí al Dr. Gutiérrez Silva que nuesfra condición pa– ra llegar a un arreglo de nuesiras divergencias po– líticas con el régimen era a base de elecciones li– bres, jusias y honestas.

Declaré a La Prensa entonces que todos los ni– caragüenses debían iener la.' plena seguridad que el Parlido Conservador no hana nada que no fuese encaminado a lograr la liberlad elecforal y que noso– tros es:l:ábamos dispuestos a lograrla y que quería– mos que fuese una realidad puesto que, además de esiar consignada esa liberlad elecforal en los Trata– dos Iniernacionales recieniemente firmados, era al– go esencial en toda Democracia. Agregaba, tam– bién, que teníamos fe y confianza en que se haría justicia al Pueblo Nicaragüense si la Organización de Esiados Americanos fuese una cosa :l:angible que dejara de esiar sirviendo únicamente de vehículo de propaganda.

No dudé en dar mis credenciales al Dr. Gutié– rrez Silva, quien habiéndose enfrevistado con el Gral. Somoza recibió un rechazo de parle de és:l:e de mis exigencias de elecciones libres supervigiladas por la OEA. "

En vista de esa acfifud yo pensé en iniciar una campaña denfro del Parlido Conservador, campaña que comencé el 20 de enero de 1950 en un banquete en la ciudad de Masaya.

Una comisión iniegrada por los señores don Si– meón Cajina, Dr. Hernaldo Zúniga Padilla, Dr. Her– nán Jarquín, don Augusto Cermeño h., don Amoldo Lacayo Maison, don Tranquilino Urbina, y don Al– berlo Tifier, visitó mi casa anunciándome oficialmen– te un banquete que es:l:aba siendo preparado con un en:l:usiasmo que esiaba implaniando un récord en el Deparlamen:l:o de Masaya. . El día fijado parlí por el tren de la mañana y

fuí recibido en la Es:l:ación por una muchedumbre de inditos, viejecitas, hombres maduros y jóvenes, amigos iodos.

Visité la casa del Dr. Zúniga Padilla, del Coro– nel Reñazco, de don Rutilio Miranda y de don Ra– món Buzano, iodos viejos amigos míos.

En casa de don Ramón Buzano tuve oporluni– dad de dirigirme a la gen:l:e allí congregada y dije: "Todos usiedes saben que el Parlido Conservador es el Parlido del Orden, y por establecer ese Orden he– mos alentado la conciliaci6n nacional. Pero ial có– mo esiá el panorama político he llegado a la iris:l:e conclusión de que habla el Gral. Somoza a base de que sea él el Presidenie de la República. Es de– cir quiere una conciliación en beneficio propio ex– clusivamenie" .

Duran:l:e esa reunión en casa de Buzano tuve oporlunidad de presenciar escenas que me impresio– naron por su sencillez. Vi, por ejemplo, a un viejo amigo campesino que llevaba al cuello un pañuelo de colores vivos que yo le había obsequiado hacía varios años. Ofros entusiasias correligionarios se

~cercaban y me ponían sus f¡ombreros de palma so– bre mi cabeza descubierla. En todos se noiaba un verdadero frenesí de en±Usiasmo.

En Masaya

Fue en la casa de doña Amalía viuda de Tiffar donde se sirvió el banquete. Allí ±Uve oporlunidad

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