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relaciones, así como también con don Amadeo So– lórz ano Y su familia, con el Dr. Gustavo Jerez, nota– ble médico nicaragüense de gran renombre en aque– lla ciudad en su especialidad de oídos y garganta, con el Dr. Ramón Solórzano, quien ha friunfado en

su profesión de abogado y goza de bastante buena

for:tun~, y con d~m José Arana, casado con una her– mosa Joven meXlcana.

Gestiolles illúliles ,. . .

A mi llegada a MeX1CO estaba eJerclendo la Pre– sidencia de la República, el General Lázaro Cárde– nas luego ascendió al mismo cargo el Licenciado Ge:n:eral don Manuel Avila Camacho, y a mi salida la estaba ejerciendo el Licenciado don Miguel Ale– mán Ante los tres hice varias gestiones para con– seguir su apoyo material y moral a fin de realizar una fuerle revolución para terminar con el gobierno opresor del General Somoza García, mas aunque al-unas veces me hicieron ofrecimientos halagüeños

~unca ví que los tales ofrecimientos se materializa– ran. La verd~~ es que México, aunque aparent!'" seguir una políhca opuesta a la de los Estados Unl– dos en realidad no hace ofra cosa que enfilarse en la polí±ica norleamericana en sus relaciones con es– tos países.

En México se encuentra uno con ciudadanos de todos los paises de Latinoamérica que han salido de sus pafrias por no estar de acuerdo con la polí– tica de sus gobiernos y aunque en México nunca consiguen apoyo para luchar contra ellos, son sin embargo, hábilmente mantenidos con esperanzas que nunca se realizan.

Durante mi larga es:l:adía en la República Mexi– cana tuve oporlunidad de observar que el mexicano es muy corlés y, aun puede decirse, generoso con los extranjeros que llegan a su país, y tienen, ade– más, el don de hacerse estimar por los que a su fie– rra llegan.

Estando en México se suscUó una discusión so– bre la vigencia del Tra:l:ado Chamorro-Bryan y en esa ocasión yo hice públicas declaraciones de que la intención de Nicaragua y la mía -como firman– te de ese Tratado- había sido de que el Callal fue– se construído y no de que no se consfruyera, y pues– to que ya habían pasado muchos años y no se sabía si los Es:l:ados Unidos estuviesen ges:l:ando planes pa– ra llevar a cabo esos trabajos, lo justo sería pedir la abrogación del Tratado.

Con esa idea en mente dirigí un mensaje al Pre– siden:l:e Franklin D. Roosevel:t, en el que le manifes– taba que la idea de nues:l:ro Gobierno al firmar ese Tra:l:ado era de que lo hacía en un Tratado posilivo y no uno negativo, mas mi mensaje no tuvo respues– :ta alguna, quizás porque yo no tenía ninguna re– presentación oficial.

Alianza oposilora

Desde antes de resolver mi salida de México tu– ve el propósi:!:o de buscar un entendimiento con el Parlido Liberal Independiente, con el objeto de lan– zar un candida:l:o de oposición al candidato oficial, así es que, tanto en mis escritos, como en conversa– ciones privadas, manifesté frecuen:l:emente ese prO' pósito mío.

Después de algunos años de permanecer en el exilio, supe que el foragido Wilson -el que había aten:l:ado en contra mía y fue la causa de la muerle de mi sobrina Adeli±a- había sido llamado a ocu– par su puesto en la Eternidad. Aunque la noticia no ~ue motivo especial de alegría para mí, ni factor declsivo para mi regreso, no debo negar que me dió alguna franquilidad.

Lo que verdaderamente me movió al regreso fUe el saber que el General Somoza García conÍÍnua– ba en la costumbre de reelegirse después de cada período presidencial.

, Una vez convencido de que mi estadía en Mé– X1CO no tenía ya objeto político alguno, pues que

~dos mis esfuerzos habían quedado en nada,. y te– nlendo diez años de estar fuera de mi patria, re– solvimos, mi esposa y yo, regresar para ver si dan-

do nuesfro apoyo a,un candidato liberal podrla éste triunfar y así conseguir una vida democráfica y

franquila.

Ragreso a Nicaragua

Decidido nuesfro viaje, avisamos a nuesfros amigos de Nicaragua y éstos nos prepararon en Ma– nagua un recibimiento apoteósico muy difícil de igualar. Fue ése, en verdad, el recibimiento políti– co más grande que se recuerda en Nicaragua. Seguramente por las emociones del m.om.ento, la inmensa aglomeración de gente, el cambio de clima y la hora meridiana calurosa, me produjo, al llegar del aereopuerlo a la Plaza de la República, un des– vanecimiento tal que parecía me iba a ser fatal, por lo que fuí llevado a la Catedral donde se iba a ofi– ciar un solemne Te Deum por nuestro feliz arribo al país. Sabedores el Excelentísimo Señor Arzobis– po, Monseñor González y Robleto y los sacerdotes que le acompañaban del accidente que me ocurría instaron a las personas que me rodeaban para que se aparlaran y me permitieran respirar aire fresco, y uno de ellos trajo un poco de vino de consagrar el que me ofreció con mucha solicilud y el que yo :l:omé. A poco rato logré recuperarme y continuar en la manifestación hasta llegar a la casa que nos tenían preparada, que no es otra sino la que actual– m.ente ocupa don Emilio Meléndez, en la intersec– ción de la 4~ Avenida y la 5~ Calle N. O.

Candidalura de Aguado

Una vez en Managua llevé a cabo el propósilo que había madurado en México de apoyar la can– didatura de un candidato liberal el que había de ser escogido por m.í de una lista que m.e presenta– rían los Liberales Independientes y después que hu– bimos firmado un Convenio en el que uno y otro Parlido, el Conservador y el Liberal, estipulaban las condiciones en que entraban a formar parle de una álianza política.

Varios nombres se barajaron, todos de personas de reconocida honorabilidad, para buscar entre ellos al candidato de los parlidos históricos. Se escogió al Dr. Enoc Aguado, prominente liberal, abogado de indiscutible probidad profesional y miembro muy apreciado en los círculos políticos y sociales. La candidatura del Dr. Aguado obtuvo una muy buena acogida y en propaganda de la misma reco– rrimos con éxi:!:o casi todo el país. Yo acom.pañé ál Dr. Aguado a varias parles y siempre m.antuvimos relaciones muy cordiales.

Tuve oporlunidad, como digo, de acompañar

8:1 Dr. Ag,uado a vario;:; Deparlamentos en giras polí– hcas y slempre quede completamente satisfecho de su agradable compañía y de su conducta y valor

personale~" aún en l?s casos de peligro como el que nos sucedlO cuando lbamos a entrar en la ciudad de Nandaime, donde se nos tenía preparada una :turba que se nos lanzó encima, y de la que nos pudimos librar gracias a la presencia de ánimo del Dr. Agua– do.

El candidato que se nos opuso, no fue esta vez el General Somoza, sino el Dr. Leonardo Argüello, el que no obstante de gozar de alguna simpatía en el país, por razón de su posición como candida– to oficial perdió mucho de esa simpatía, y el día de

l~ elección sus filas estuvieron vacías de votantes. SlIl embargo, en el escrutinio que se hizo salió vic– torioso por una inmensa mayoría, aunque después

e~ mismo, ~eneral So~?za se mofaba;,de esa mayo– na y callflcaba de ndlcula la v6taclon del Dr. Ar– güello.

Por fin llegamos al día de la elección, en que desde m.uy temprano se vio la superioridad numé– rica de la oposición, en que el pueblo estaba depo– silando sus votos a favor de la candidatura Aguado. A mi me correspondió ir a depositar el mío en el Cantón de la Número Uno y llegué en el mismo mo– mento en que el General Somoza García llegaba a depositar el suyo a favor de su candidato, el Dr. Leonardo Argüello. J;:ra evidente la diferencia de una y otra fila, la de votantes Aguadistas y la de

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