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« Previous Page Table of Contents Next Page »pudieran conversar con más confianza y escoger a la pers~ma que había de ser el, sucesor, puesto que el Padldo Conservador aceptana a cualquiera que
gozar~ de bue~a rep~aci9n en ~l país.. Les insinué, ademas, que Sl quenan les envlaba a don Federico Sac;=tsa, he: rmano del Pre;sidente, que estaba en el salan conflguo para que el les ayudara a solucionar el problema. Ellos aceptaron mi sugerencia y me pidieron se los enviara.
Al salir yo del salón de la conferencia le avisé a don Federico, quien entró al salón y yo me quedé con el doc~or Carlos A. Morales y otros que no re–
cu~z:do, qUlenes me prel;funtaron que cómo iban las pláflcas. yo les c;:onteste, con. toda sinceridad, que me :parecla que lban muy blen y que no pasaría medla hora Sln llegar a un acuerdo sobre el candi– dato.
Mas al cabo de unas dos horas de ansiosa es– pera saliS' don Federico para decirnos que aquello estaba mas enredado que nunca y sin solución posi– ble. Y agr~,gó: "Ya S~moza ~e retiró, así es que nos– otros tamblen nos retiramos; Y saliInos todos pa– ra nuestras casas.
Rebeldía ele Somoza
A poco rato de haber llegado, el doctor Sacasa I!le llamó par;=t> comu,nicarme que Somoza había sa– hdo para Lean llevandose un pelotón crecido de Guardias Nacionales para apoderarse del Fortín y preguntarme qué podía hacer en ese caso. ' Con la noticia del viaje de Somoza en carácter de rebelado contra el Presidente Sacasa estuvieron llegando a mi casa amigos, del Presidente y míos, tanto conservadores corno hberales interesados en conocer la verdadera situación. '
En una Junta de Notables de ambos Parlidos se resolv~ó designf!lr al docior Leonardo Argüello co– rno cf!ln<;hdato naclonal en la esperanza que su nom– bre SlrVlera de bandera en León para evitar que So– moza se ~poderara de la ciudad y del Fodín de Aco–
s~sco. Sln embargo, cuando llegó el momento de solo, dar una orden para la destrucción de Somoza medlante ~na .lucha arm~d!'l' me dí cuenta de que las comunlCaClOnes telefonlcas del doctor Crisanto Sac;:asa, en nombre del ~residente, con la ciudad de Lean no er~ con el obJeto de iniciar la resistencia a Sotyloza Slno el de salvar a su hermano el Mayor Ramon Sacasa que estaba de Jefe en el Fortín. Y lo ,que realment,e sucedi? fUe que Somoza llegó a Lean, se apoc;lero ~e la clUdad y de la fodaleza sin la menor reslstencla y en la mayor tranquilidad. Rememorando estos acontecimientos cabe pre– guntar, ,que f,ue lo que pasó en la conferencia de Ca– sa Presldenclal entre don Federico Sacasa y el Ge– n,e;ral Somoza? Debe ha~er ocurrido algo que contra– no mucho a don Fedenco, pues nunca le volvió a hal;>!ar al General S0n;t0za, X éste por su pade, des– pues. d!'l esa c~nferencla saho determinado a realizar su VlaJe a Lean, de donde volvió corno triunfador disp';lesto a deponer al ~residente Sacasa, a quie~
efecflv~mente depuso e hlZO salir del país en el mes de Juma de 1936.
, ~on motivo ,de estos Sucesos varios prominentes políflcos, tanto hberales corno conservadores se asi– laron en la Embajada de México. Entre ello; se en– contraba el docior Rodolfo Espinosa R., Vice-Presi– d.ente ?e la República, f!l qui~n correspondía la Pre– sldencla por la renuncla eXlgida al doctor Sacasa, por lo que el General Somoza envió varios emisarios para. ve,r, de cC;lnseguir su renuncia, la que por fin c<;>nslgulo medla.~te el pago de una fuerle suma de dlnero. Nora, hlJa del Dr. Espinosa, tuvo mucho que ver en esos arreglos.
Uno .de los acompañantes del General Somoza, un tal VYllson, a su regreso de León llegó a mi casa
acom~anado. de otros d?s individuos, a pregunta; por ml, mamfestando abledamente que querían ma– tarme. Felizmente pa;a Wilson, yo no me encontra–
b~ en c!'lsa, aungue Sl es~aban en ella mi esposa y ml sobnna la Srita. Adelita Enríquez, quien salió a la pueda al llamac;lo de aquellos foragidos. Corno ella se negara a deJarlos entrar y a darles alguna in-
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con su promesa de que l~s auforidades no interven– drían.
La muerte de Sanclino
La confianza que yo había puesto en el doctor Sacasa estaba fundada en que yo le había prest.ado muy buen servicio <;l0ntribuyendo con mis. amlgos n el Congreso antenor para que se concedlera am–
~isfía a todos los que habían intervenido en la muer– te del General Sandino y miembros de su Estado Mayor hecho que ocurrió en esta capital la noche del 21'de Febrero de 1934, al salir Sandino y los su– yoS de la Casa Presidencial donde habían ido para asistir a un banquete que el Presidente Sacasa ha– bía dado en su honor.
Firmemente creo que el doctor Sacasa no tuvo ninguna responsabilidad en ese acio criminal y que toda la responsabilidad recae en el Jefe Director de la Guardia Nacional ~';le fue e~ que planeó el ~echo
con varios de sus oflclales. Sln embargo, yo lnter– vine para que en el Congreso pasara la ley de am– nistía para todos los que habían cometido delitos políticos o comune~ conexos. Y así fue ~0z.n0 la Guar– dia Nacional quedo completamente eXlmlda de toda responsabilidad en el asesinato del General Sandi– no Esto lo hice para evitar la anarquía y conser–
va~ la paz nacional.
:El Gener¡d Somoza
El centro del movimiento político era la residen– cia del General Somoza García en el Campo de Mar– te. Ese movimiento aumentaba cada día más y s~s
amigos le presionaban para que lanzara su candl– datura, y el mismo General no era ajeno a esas in– quietudes.
En vista de esa situación el Padido Conserva– dor quiso aclarar su posición e invitó al Padido Li– beral Nacionalista para discutir la posibilidad de llevar a las urnas electorales a un candidato nacio– nal. Ambos padidos estuvieron de acuerdo en que una solución satisfactoria sería la de apoyar a un Liberal corno candidato, liberal que satisficiera al Conservatismo. El que mayor probabilidades tenía era el doctor Leonardo Argüello. Sin embargo, na– da se quiso resolver sin antes oír al General Somoza. En una conversación con el General Somoza se resolvió que tanto él, corno el Presidente Sacasa y yo deberíamos sostener una conferencia para resol– ve;
de inmediato quien debería ser el candidato que sucedería al docior Sacasa. Por este hecho ya se con– vertía al General Somoza en el Gran Elector. Fijada la fecha de la conferencia nos reunirnos los mencionados Sacasa, Somoza y yo en Casa Pre– sidencial y puesto el asunto a discusión el General Somoza propuso al General Rigobedo Reyes. Enton– ces le manifesté que el Partido Conservador no ve– ría con gusto que yo aceptara a un militar corno candidato para suceder al docior Sacasa, no por– que nosotros tuviéramos aversión alguna contra los militares, sino porque el pueblo iba a pensar que ese candidato nos había sido impuesto por él y que por ese motivo le pedía que mejor propusiera a un civil. Entonces propuso al dociar Carlos Brenes Jar– quín, de Masaya, y a don José Benito Ramírez, re– sidente en Managua. Los dos me parecieron élcep– tables.
Yo esperaba que el docior Sacasa hiciera algu– na manifestación, ya fuese a favor o en contra de dichos señores. Lo único que hizo fUe manifestar las cualidades que para él debería tener la perso– na que le había de suceder, a lo que Somoza me dijo que el docior Sacasa se refería al dociar Corde– ro Reyes y que a éste él, Somoza, no lo aceptaría nunca, y así se lo dijo al doctor Sacasa.
Cuando estaba en este estado la conversación y en vista de que el General Somoza ya había desis– tido del General Reyes y de sí mismo y de que el Presidente Sacasa estaba aun indeciso sobre el can– didato que había de sucederle, pensé que era me– jor dejarlos solos para que hablaran con más liber– tad y franqueza corno entre sobrino y tío. Y así les pedí que me permitieran retirarme para que ellos
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