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fuego a esfa parle que consideraban enemiga de los revoluoionarios.

Entre los que se distinguieron en la defensa de Chinandega se enouentran los generales Víquez, No· guera Gómez, Rivers Delgadillo, Benavente y otros aue tuvieron una actuaoión brillante, así como el General Rufino Murillo, quien en varias ocasiones desbarató los ataques que el enemigo hacía contra la plaza, capturando a varios revolucionarios y dan– do ejemplos de caballerosidad al impedir que miem– bros de su ejército fomaran venganza en algunos de los prisioneros por la pérdida de deudos que ha– bían sufrido en el mismo combate de Chinaildega. Sería muy exienso lo que yo tendría que escri– bir si me pusiera a narrar la participación que tuvo cada uno de los militares mencionados en los dife– rentes encuentros que tuvimos en aquella época acia– ga, pero tampoco puedo omitir a muchos de ellos que tuvieron brillante figuración, corno, por ejemplo, el metrallista Coronel Salvador Reyes, valiente militar, y los generales Félix Pedro Espinosa y Cleto Lorente, quienes tomaron participación activa en todos estos encuentros, sobresaliendo siempre por su valor y dis– ciplina.

No sería completa la narración de estos hechos, si omitiera mencionar, ligeramente aunque fuera, algunos de los valiosos elementos civiles que tuvie– ron una distinguida actuación en esa época, como don Ricardo López Callejas, Ministro de Hacienda de mi Gabinete, el joven Humberto Mántica, don Gus– tavo Reyes y varios otros.

La batalla de Chinandega fue de gran significa– ción para el Gobierno. Se estuvo en grave peligro de que las fuerzas del General Víquez quedaran en– trampadas y. fueran completamente aniquiladas por la revolución. La causa fue que fueron sorprendidas por un ataque que ellas no esperaban. Creyeron que las fuerzas del General Parajón, el General Cas– fro Wassmer, y el General Cabuya (Francisco Sequei– ra) estaban muy lejos del Departamento, y no se re– forzaron las fuerzas del General Víquez que no eran muy numerosas.

Salida ele Nicaragua

La noche, Cie la reunlOn de la Legación Ameri– cana, cuya fecha exacta no recuerdo, quedó defini– tivamenfe res,uelfo m.i viaje para Europa, como Re– presentante Diplomático del Gobierno de Nicaragua ante los Gobiernos de Europa, tales como, Inglaterra, Francia, Italia, Suecia y España y la entrega del po– der a don Adolfo Díaz.

En un día del mes de Diciembre fomé pasaje, junio con mi señora, en un barco que nos llevaría de Corinto a Colón, Panamá, donde tomamos un va– por de la United Fruif Company que hacía la trave– sía entre América del Sur y Europa. El viaje fue tranquilo y agradable durante los primeros días pe– ro al llegar frente a las costas de España nos azotó un fuerte chubasco por varias horas por lo que tu– vimos que desembarcar en Santander, España, para que los pasajeros se repusieran un poco del maltra– to sufrido.

En Francia

Al día siguiente continuamos nuestro viaje y llegamos al puerto francés de La Pallice, que duran– te la guerra mundial de 1914-1918 adquirió alguna importancia comercial la que ha conservado aún. Hecho el correspondiente registro aduanero conti– nuamos nuestro viaje para París, por ferrocarril, adonde llegamos ya de noche.

La primera impresión que tuvimos de la Ciudad Luz fue bastante pobre por razón de lo mal ilumi– nada que nos pareció que estaba.

Nos hospedamos en un hofel bastante cómodo y quieto pero que quedaba un poco alejado del cen– tro de la ciudad. El hotel se llamaba "El Empera– dor", pero después de algunos días nos trasladamos al hotel "Regina" que estaba más inmediato a lu– gares y centros de mayor movimiento.

Antes de presentar mis credenciales anfe el Go– bierno Francés. visité a nuestro Ministro, don Fran-

cisco T. Medina y a su señora esposa, para que don Francisco se encargara de recabar del Ministe– rio la fecha para la ceremonia.

Una vez fijado el día me presenté anfe el Presi– dente de la República, Monsieur Gaston Doumerge, y después de leer el discurso protocolario, que el Presidente contestó con otro en términos muy en– comiásticos para Nicaragua, fuí invitado a sentarme junto al Presidente para conversar con él por un momento. Después de despedirme el Jefe del Pro– tocolo me acompañó hasta mi hotel.

Enseguida me dediqué, junto con Lastenia, a vi– sitar París. A nuestros paseos salíamos en compa– ñía, ya del señor Medina y su esposa, doña Ivonne, ya de don Vicente Rappaccioli, que andaba allá de paseo con parte de su familia, lo que nos hizo más agradable la estadía en la gran ciudad.

Visitarnos el Museo del Louvre y admiramos las obras de arte que se conservan en él. Recuerdo la grata impresión que me causó un cuadro de un viejo en el mar. El viejo va remando, más parece cansa– do al punto de agotamiento, pero su nietecito le ayu– da y así puede continuar impulsando su pequeña embarcación. Ese cuadro le muestra a uno lo que vale el tener alguna ayuda, por pequeña que sea, para el buen éxito de una empresa.

Visitamos también la tumba de Napoleón, la que me impresionó muy bien. Observé que los gran– des monumentos que se admiran en París son de la época de Napoleón.

En compañía del Ministro Medina, de don Fi– ladelfo Núñez, que entonces residía en París y del Alcalde de la ciudad, en una simpática ceremonia deposité una ofrenda floral en la tumba del Solda– do Desconocido en el Arlo del Triunfo en nombre de Nicaragua.

Algunos días después visitamos Versalles, tanto como para conocer la ciudad y sus bellos edificios de Gobierno, como para visitar la tumba de mi her– mano, Salvador Chamorro, muerto en la flor de su juventud al servicio de Francia.

Pasado un fiempo prudencial en París, pasamos a los baños de mar en Nisa, donde pasaIt10s una corta temporada. Lastenia y yo estuvimos muy contentos en ese lugar al encontrarnos con nuestros paisanos don Francisco Alvarado Granizo y don Al– berto Zelaya, quienes nos hioieron más grafa nues– tra permanencia.

A Nisa llegó de la Riviera, don Enrique Palazio con dos de sus hijas, a hacernos una visita y a invi– tarnos a pasar unos días en su casa. Le agradeci– mos su gentil invitación y su agradable visita y le prometimos pasar por su casa en nuestro viaje a Italia.

De regreso en París, donde permanecimos por algunos días más, obtuve por medio del Sr. Medina que el Ministerio de Relaciones Exteriores francés me diera la documentación necesaria para no tener dificulfades en nuestro viaje. Por ese entonces, -no sé si todavía es así-, el registro aduanero que se hace para pasar de un país a otro, se hace en el mismo ferrocarril y, por consiguiente, el pasajero no sufre la menor incomodidad, así fue que noso– tros casi no nos dimos cuenta cuando pasamos del territorio francés al territorio italiano.

Como lo teníamos prometido, al pasar por la Riviera, nos bajamos del tren para hacerle una vi– sita de dos días a nuestro amigo don Enrique Pala– zio y su familia, por la que fuimos firmemente aten– didos.

En lIalia

Enseguida continuamos nuestro VlaJe a Génova, donde pasamos unos tres días conociendo la ciudad. El Cementerio de Génova es uno de los más bellos del mundo por sus magníficos mausoleos. De Gé– nova pasamos a Milán, ciudad bellísima, cuya Cate, dral es una verdadera obra de arte. En Milán asis– timos una noche a la Scala para oír un concierto de Toscanini.

Continuando nuestro viaje llegamos, por fin, a Roma, la Ciudad Eterna. Aquí nos hospedamos en

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