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« Previous Page Table of Contents Next Page »se como soldados de la revolución y no como fuer– zas del Gobierno. Le dije, además, que hiciera una fogata y que con una frazada puesta frente a ella al lado del mar, les hiciera las mismas señales que ellos hacían.
La estratagema parece que había dado resulta– do, pues a los pocos minutos se apareció una gaso– lina, como con unos veinte hombres, intentando de– sembarcar. Cuadra me mantenía informando de to– dos los movimientos e incidentes de la operación, pues aquella fue una noche de constante alerla, pues– to que yo veía, por una parle, la posibilidad de des– truir la expedición por completo, y por otra, no se me ocultaba la realidad de que las fuerzas expedicio– narias pudieran ser superiores a las que tenía en Co– rinto, las que estaban divididas cuidando de varios puntos de la costa.
Uno de los de la gasolina se arrojó al agua y nadó por un rato hacia la costa, pero quizás por– que se cansara, o por alguna otra razón desconoci– da, se detuvo y la gasolina se le acercó y lo recogió de nuevo. La expectativa de mis hombres fue gran– de pues cualquiera que hubiera sido la reacción del que se había tirado al agua, al verse rodeado de enemigos y prisioneros de ellos, una vez que hu– biera alcanzado la costa, estaría por verse la reac– ción de los demás de sus compañeros de la gasoli– na, los que podían comenzar una acción de guerra. Pero, corno digo, el hombre fue recogido y la gaso– lina se alejó hacia el vapor, y éste, prendiendo de nuevo sus maquinarias se alejó también tras una espesa nube de humo negro.
Desembarque en Cosigüina
Como a los tres días de este incidente, -el que he confirmado en sus detalles con testigos presen– ciales, el enemigo se presentó en Cosig'Üina. Pero ya la situación para mí era diferente pues había enviado al General Roberlo !lurlado con suficientes números de tropas para impedir que prosperara, tanto la organización de la revplución en el frente interno como el desembarqqe de la invasión exter– na. El General Hurlado llevaba (lomo 600 hombres y 400 hombres iban al mando de¡ General Carlos Ri– vers Delgadillo.
El "Concón", que no erla otro el barco que ha– bía intentado el desembarque en Corinto ha– bía regresado al puerlo salvadoreño de "La Unión" donde el gobierno de El Salvador le permitió rea– bastecerse.
La conducta del Presidente de El Salvador, don Pío Romero Bosque, fue una sorpresa para mí, pues siempre habíamos conservado relaciones muy amis– tosas con el gobierno y pueblo salvadoreños, y ese cambio de actitud fue además muy extraño, por tratarse de un hombre que siempre había sido muy recto, sin embargo, los hechos me evidenciaron de que los revolucionarios COJ;ltaban con su decidido apoyo.
Culminó ese apoyo en la expedición de la lan– cha gasolinera "La Choluteca" que salió del puerlo de La Unión, cargada de revolucionarios para Cosi– g'Üina.
Esa lancha, como se sabe, arrimó a las costas de la península de CosigüiJ;la, sin precaución algu– na. Por eso fue fácil presa de las fuerzas del Gene– ral Hurlado, comandadas en ese punto por el Coro– nel Mercedes Zamora, el que la recibió con un fue– go nutrido que fue contestado por los invasores, ha– biendo resultado gravemente herido el propio Za– mora.
Mucho se ha hablado, y mucho se ha escrito, sobre las numerosas bajas que sufrió esa expedición militar revolucionaria que traía "La Choluteca" y se ha acusado injustamente al General Hurlado y al Coronel Zamora de haber cometido un bárbaro ase– sinato con dicha expedición. Nada más absurdo e ilógico que tal juicio. Aceptarlo corno bueno sería olvidar que en la guerra se e,sfásiempre expuesto a cae,r en alguna emboscada del e):lemigo si no se to. man las debidas precauciones. En este caso los cul– pables fueron los jefes de la expedición que ae arrio.
maron a las costas de CosigÜina como si estuvieran seguros de que estaban bajo su control y comple– tamente limpia de enemigos.
Npsotros no andamos acusando al enemigo por hechos absolutamente iguales a lo ocurrido en Co– sigüina. No acusarnos a los liberales por la ma– tanza que nos hicieron en las emboscadas en que . caímos en el Río Escondido en esa misma época, en las que nos mataron más de 80 hombres, entre ellos al Alcalde de ciudad Rama, un señor Loáisiga, ni acusarnos a los liberales de asesinos por la muerle, en Fruta de Pan, del malogrado joven militar Gene– ral Humberlo Pasos Díaz. Tales hechos, son hechos crueles, inhumanos si se quiere, pero son resultadp de los ardides de la guerra, y a nadie se le puede tildar de asesino por tales ocurrencias.
Después de lo sucedido con "La Choluteca", hay que mencionar, también, el encuentro que tuvieron otras fuerzas revolucionarias con las del conocido General Carlos Rivers Delgadillo en cuyo encuentro pereció la mayor parle de la caballería que llevaba el Coronel Chabela Fernández y otros jefes principa– les de las fuerzas invasoras.
Todos estos encuentros fueron de lamen:l:arse en cuanto a las pérdidas de vida que ocasionaron, pe– ro por otra parle, fueron motivos de celebración por– que dieron el triunfo a las armas del Gobierno, des– baratando .l:I.sí, de esta manera, las fuerzas que los revolucionarios habían enviado en "El Cancón", que– dando así la costa del Pacífico libre de enemigos.
León y Chinandega
Entre tanto, en León, donde estaba de Goberna– dor Militar el General José Francisco Sáenz, y en Chinandega, el entonces Coronel Diego Vargas Abaunza, alarmados por el espíritu revolucionario que prevalecía en el elemento obrero, y temerosos de. un asalto por sorpresa a los cuarleles que estaban a su cargo, pensaron coarlar el peligro privando de la liberlad a muchos de ellos.
No queriendo esos militares mencionados tener en sus respectivos Deparlamentos a esos prisione– ros, me los enviaban a Managua para que yo los in– ternara en la Penitenciaría. Pero estos reos, una vez en Managua, me pedían su liberlad, me asegu– raban que ellos eran gentes pacíficas, carentes del espíritu revolucionario de que. eran acusados. Yo entonces los ponía en liberlad y los devolvía a sus casas, donde eran nuevamente hechos prisioneros y nuevamente enviados a Managua, con el mismo re– sultado de obtener su libertad. Mas esta segunda vez no regresaban a sus Deparlamentos sino que buscaban los medios. de incorporarse a la revolución.
y así fue cómo se engrosaron las filas de Parajón y Castro Wassmer.
Como debe recordarse, el General Alfredo No– guera Gómez, uno de los militares más valien:l:es que ha tenido Nicaragua, fue el encargado de una expe– dición militar al Deparlamento de León para lim– piar ese Deparlamento de revolucionarios. Por un error, explicable solamente por su audacia, el Gene– ral Noguera Gómez se metió a la zona de Telica, sin tomar las precauciones que aquellos lugares exi– gían. Así fue que su columna cayó en una embos– cada que el General Parajón le puso en el lugar lla– mado "Las Grietas", donde lo más granado de los militares conservadores que iban en aquella colum– na, cayeron muerlos o heridos.
De las fuerzas que llevaba el General Noguera Gómez salió ilesa apenas una pequeña parle, la cual llevó a la ciudad de Chinandega, que ya estaba siendo atacada por fuerzas muy superiores de la re– volución, las que habían encerrado a las reducidas fuerzas del General Barlolomé Víquez, en el cuarlel e Iglesia de aquella plaza.
BalaIla de Chinanchga
En la batalla de Chinandega se distinguieron va– rios de los jefes conservadores que defendían la ciu– dad.
Los atacantes de la plaza, que habían reducido a los defensores a una parla de la ciudad, pusieron
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