Page 135 - RC_1966_04_N67

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zálezl y Consejeros a los dociores J. Francisco Rivas, Carlos A. Morales y Heliodoro Moreira. La Delega– ción noznbró en Corinto Secretarios a los doctores Carlos A. Morales e Hildebrando A. Castellón. Antes de seguir adelante, quiero hacer notar que por mi propia voluntad y sin presión de nadie, dí permiso l¡l varios prisioneros políticos que habían sido capturados con las annas en la mano para que fueran a presenciar las Conferencias entre los que recuerdo a los generales José María Zelaya y Car– los Castro Wassmer y al periodista Andrés Largaes– pada.

La Directiva Suprema del Partido Conservador envió a sus Delegados las necesarias instrucciones que les servirían de pautas a seguir en las discusio– nes. El doctor Manuel Pasos Arana que había sido nombrado Consejero de la Delegación Conservadora, con las luces de su claro talento de jurisconsulfo, pa– só un memorándum a los Delegados, en el que, ha– cía sabias observaciones.

En la bahía de Corinto, a bordo del crucero "Denver", se reunieron las Delegaciones el día 16

de Octubre de 1926. Después de presentadas, discu– tidas y aprobadas las credenciales de los Delegados de una y otra parle se iniciaron las Conferencias bajo la Presidencia del Encargado de Negocios, Mr. Dennis.

Cua~la'a Pasos y Espinosa R.

En estas Conferencias se distinguieron, tanto por su elocuencia corno por su claridad de pensamien– :l:o, los doc:l:ores Carlos Cuadra Pasos y Hodolfo Espi– nosa R.

El doctor Cuadra Pasos expuso corno crüerio conservador que la constitucionalidad debía de con– siderarse corno una cuestión de hecho, "ya que aun– que en Nicaragua en estos últimos siete meses ha habido dos clases de conflictos, exterior e interior, no es el primero, o sea la falta de reconocimiento de los Estados Unidos y de algunas Repúblicas de Centroamérica al Gobierno del General Chamarra, que aun ¡:¡ubsiste, materia o causa absoluta de la falta de paz, sino el conflicto interno, proveniente de divergencia de cilierio de los parlidos, cada uno de los cuales ve la constüucionalidad a su lado".

El doctor Espinosa R, por su parle, manifestó "que el problema doméstico ha producido el inter– nacional, por lo cual considera corno primer punto de discusión el restablecimiento del orden constüu– cional".

Estos fueron los puntos de vis:l:a de cada una de las Delegaciones.

Las Conferencias se desarrollaron en un am– biente de paz, y fueron un :l:orneo de inteligencia y ora:l:oria, principalrnen:l:e entre los doctores mencio– nados.

Las conferencias fracasaron por la obstinación de la Delegación liberal al mantenerse atrincherada tras el principio de la llamada "cons:l:itucionalidad".

Fracaso de las CCIlIferencias

No obstan:l:e el fracaso de las Conferencias del Denver, yo podría haber seguido luchando, seguro del triunfo de las annas conservadoras, si no hubie– ra sido que del seno del mismo Parlido Conserva– dor se estaba levantando una ola de fuede oposi– ción a mi continuación en el poder, y fue esta opo– sición la que yo temí causara una profunda división en el Parlido.

. En medio de :l:odo és:l:o estaba el Encargado de Negocios americano, Mr. Lawrence Dennis, el que fomentaba visiblemente los ánimos en contra de mi Gobierno.

Todas estas circunstancias me hicieron tornar la detenninación de depositar la Presidencia en don Adolfo Díaz, quien me dejó siempre con el mando del Ejércüo, pero los Liberales siguieron gestionando y haciendo creer a la Legación Americana que si yo me retiraba del Ejército y salía fuera del país, ellos cesarían en sus actividades revolucionarias. El Presidente Díaz me invitó una noche de tan-

tas para ir a la Legación- Americana. A esta visita fuimos, don Adolfo, el Dr. Cuadra Pasos y yo.. Realmente, yo no supe para qué era la invita– ción del Presidente Díaz sino hasta que estuvimos en la Legación y que la conversación se deslizó so– bre la necesidad de tranquilizar al país, lo que sólo se podría conseguir don mi ausencia, por lo que ,se me ofreció nombranne Ministro Plenipotenciario an–

:l:e los Gobiernos de varias naciones europeas. Fue tanta la insistencia, -especialmente de par– te del Encargado de Negocios-, que me ví precisa– do a aceptar, no sin antes adverlirles que las fuerzas del Gobierno no iban a detener a las de la Revolu– ción y que éstas entrarían a Managua a menos que el Gobierno Americano enviara Marinos a detener– los.

Todo sucedió tal corno se los adverlí, y yo 10 hice, no porque fuera un vidente, o cosa por el esti– lo, sino porque estaba seguro de la confianza que el Ejércüo tenía en mi dirección y jefatura, las que inspiraban a los aguerridos soldados conservadores a luchar con denuedo y fe en el triunfo.

Sacasa en Pu,erlo Cabezas

Corno :l:odos sabernos, con la retirada del poder de don Carlos Solórzano y la salida del doctor Sa– casa del país, vino la revolución poco después, pri– meramente, con el asalto de la Sucursal del Banco Nacional de Nicaragua en Bluefields, por Beltrán Sandoval y otros ya mencionados.

Aniquilado ese movimiento de Sandoval, vino después el movimiento revolucionario encabezado por el doctor Juan Bautista Sacasa, movimiento que estaba apoyado decididamente por el Gobierno del General Plutarco Elías Calles, de México. El Dr. Sa– casa estableció la sede de su Gobierno en Puerlo Ca– bezas con el Dr. Leonardo Argüello, corno Ministro de Gobernación; el Dr. Rodolfo Espinosa R, Minis– irC? ?e Relacion~s Exteriores, el Dr. Arturo Orlega, Mlnlstro de Haclenda; el Dr. Onofre Sandoval Mi– nistro de Fomento; el Dr. Modesto Armijo, Mi~istro

de Instrucción Pública; y el Dr. Manuel Cordero Re– yes, Secretario Privado. Llegaron taznbién con él para servir diversas Subsecretarías y como colabora– dores, los siguientes: doctores Jerónimo Ramírez Brown, Antonio Flores Vega, Arluro Baca, Ramiro Gárnez, don Hernán RabIeta y don Ofilio Argüello. Las fuerzas norleamericanas de desembarco que estaban estacionadas en Puerlo Cabezas, comand.a– das por los oficiales: L. B. Bischoff, Teniente Coman– dante, E. C. Robbins, Teniente Primero, U.S.M.C., y los Clases A. Cunningham, M. R Pa:l::l:erson, W. E. Te– rry y F. S. Wither, Pagador, no dieron la menor de señal de hostilidad hacia el doctor Sacasa, antes bien se parlaron muy cordiales, tanto con él como con sus acompañantes.

El Concón

El contingente annado de la revolución fue en– viac;lo a l~s cC?stas del Pacífico en el vapor "Cancón". Se lntento pnmero desembarcar, corno he dicho an– tes en el lugar que hoy se conoce corno Puerlo So–

mo~a, llan:tado entonces El Tamarindo, pero como yo habla envmdo al General Benavente para que deshi– ciera todo intento de desembarque, el "Concón" no se presentó allí sino que se fue a intentar desembar– car en la Bahía de Corinto.

Una noche de tantas, cuya fecha no recuerdo, fuí desperlado, cO,m? él la una de la mañana, por

u~a llamada telefoIl,lca urgente que me hacía el Te– nlente de la Constabularia, Carlos Cuadra Downing, que estaba acantonado con un pequeño nÚInero en Paso Caballos, en un punto donde ahora existe un balneario llamado "Bella Vista". El joven Cuadra me infonnaba que tenía enfrente, en alta mar, pero no muy lejos de la costa, un barco con las luces apagadas pero que se distinguía bien a los reflejos de la luna, y que estaba haciendo señales misterio– sas con un fuerle reflector eléctrico.

Le dí instrucciones a Cuadra para que se disfra– zaran, él y los suyos, quitándose el unifonne y vis– tiendo ropas civiles para que el enemigo los toma-

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