Page 132 - RC_1966_04_N67

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Renuncia de don Cal'los

An:l:es de pedirle la renuncia a don Carlos, --o de obligarlo a renunciar, si se quiere hablar con franqueza-, conversé con don Adolfo Díaz para ver si dejábamos a don Carlos en el poder, pero don Adolfo no es:l:uvo de acuerdo si no era mediante cier:l:as promesas que don Carlos debería hacer, y cuando ±Uve una conversación con éste ú1fimo sobre el par:l:icular ví que no estaba dispues:l:o a aceptar las condiciones que le pedía por lo que le dije que hablara él mismo con,don Adolfo pero que le habla· ra con toda franqueza confesándole su deseo de con· tinuar en el poder y que se arreglara con él ya que yo no tenía inconveniente en que él continuara en la PresideI?-cia. Pero como no hubo arreglo entre ambos no tuve o:l:ra disyuntiva que la de obligarlo a poner su renuncia y a tomar yo la Presidencia de la República.

Esto lo hice no obstante que pocos días ames

Mr. Eberhard:l: me mostr6 un largo cablegrama del Deparlame:n:l:o de Estado diciendo que se me advir· tiera que yo no podría ser reconocido como Presi. den:l:e porque era firmante del Tratado General de Paz y Amistad suscrifo en Washington en 1923 -al que ya hice referencia- y en el que se establecía que ningún individuo que diera un golpe de estado o que se levantara en armas en contra del poder constifuído sería reconocido como Presidente Cons– tifucional de su país. Pero yo había estado durante varios días, haciendo campaña popular para la toma de posesión de la Presidencia. y me pareció indebi– do esa adver:l:encia de última hora, que ya no estaba de acuerdo con la realidad política nacional. Por otra par:l:e, me consideraba seguro del apo– yo del Par:l:ido y pueblo conservador; como efectiva– men:l:e lo tuve. Pero la hostilidad del Depar:l:amento de Estado hacia mi Gobierno se hizo cada vez más patente hasta el punto que el Padido Liberal en– con:l:ró fácilmente apoyo para hacerme la guerra. El 16 de Enero de 1926, don Carlos Solórzano presen:l:ó su renuncia al Congreso Nacional, la que le fue aceptada por éste, habiendo después procedido a escogerme como Pre13iden:l:e Constifucional. Inme– diatamen:l:e me dediqué a organizar mi Gabinete y a hacer los cambios necesarios en las Jefaturas Po– lí:I:icas y Comandancias de Armas de los Depar:l:amen– tos de la República.

El DI'. .Juan B. Sacasa

Mientras tanto, yo veía un peligro serio en la Vice-Presidencia del doctor Juan Bautista Sacasa, y por eso quería conseguir también su renuncia a cambio del Ministerio en W,ashing:l:on, o cualquier otra cosa que él aceptara. Sin embargo. todas las

los zníos. Seguramente por esa causa, cuando mis; amigos supieron que el sucesor de don Carlos So· lórzano sería don Adolfo Díaz, me hacían presión para en lugar de don Adolfo recayera en mí la Pre· sidencia.

Al principio, no dí acogida a iales insinuacio– nes, mas, como és:l:as continuaran apoyándose prin– cipalmente en la preponderancia que don Adolfo daría al docior Carlos Cuadra Pasos, poco a poco fui

cambiando de parecer.

Sin embargo, no quise tomar la Presidencia pa· ra zní, sino pensé que el sucesor de don Carlos So– lórzano fuera mi padre don Salvador Chamarra. Como aquí en Managua había que elegir a un Senador quise entandes que el candidato fuera mi padre. Con:l:aba para llevar a feliz término es:l:a ma– niobra polí:l:ica con que don Deogracias Rivas, ami– go de mi más absolu:l:a confianza, era el que dirigía la Convención Depar:l:amental. Mas, aunque don Deogracias siempre seguía las insinuaciones que yo le hiciera, en esa ocasi6n no quiso cooperar en la elección de mi padre para Sf3nador por lo que no tu– ve otra alternativa que la de .ponerme yo mismo de candida:l:o. Así fue c6moadquirí esa posición, la que me dió la opor:l:unidad de que, cuando don Car– los presentó su renuncia al Congreso, éste me de– signara' como su sucesor.

Escisión del Padido Cons2I'VadOl'

Todavía en 1925 es:l:aba muy viva la escisi6n en el Par:l:ido Conservador, escisión que se había creado entre los amigos del docior Carlos Cuadra Pasos y

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So16rzano, quien me dijo que pasaría por el Banco uUirnando la transacci6n.

Enfiendo, sin embargo, que don Carlos no fue el Banco y que más bien desisti6 del proyecio, por– que otro día que estaba con él de visifa me inform6 que s6lo iba a reclaznar la sm:na de treinia znil c6r– dabas y zne dijo que él creía que yo los podía sa– car del Ministerio de la Guerra como pago del pre– supuesto del Ejércifo y que me entendiera para eso con don Adán Cárdenas que era su Ministro de Ha– cienda.

De la oficina del Presidente pasé a la del Minis– tro Cárdenas a tratar del asunto y don Adán no pre– sent6 dificultad alguna para entregarme la Orden Ministerial por la sm:na de treinta mil c6rdobas. Una vez que hice efectiva la Orden y que se me entreg6 el dinero 10 llevé al Presidente Solórzano, quien des– pués de recibirlo subió al piso alto de su casa para guardarlo. Cuando bajó de nuevo es±Uvimos conver– sando por un momento más y luego zne despedí del él.

Enseguida pasé a la casa de don Adolfo Díaz para referirle lo ocurrido, y allí me encontré con mi tío don Rosendo Chamorro, quien se extrañó mucho al saber que don Carlos, su cuñado reclamara los gasios de la campaña electoral, pero no expres6 comentario alguno.

Varios días más tarde estuve a visifar al Presi– den:l:e Solórzano. Lo enconiré un poco con:l:rariado porque mi iío Rosendo había es:l:ado a ver a su cu– ñado, don Federico Solórzano, hermano de don Car– los, y que don Federico le había dicho que don Carlos, había vendido su liber:l:ad por treinta mil cór– dabas y que le había llegado a visitar muy enojado, por todo lo cual había resuello no exigir nada y devolverme el dinero recibido.

Nada podía hacer yo para calmar el disgus:l:o de don Carlos sino acep:l:ar la devolución del dinero y rein:l:egrarlo al Gobierno, pero pasaron varios días y don Carlos no me entregaba el dinero, probable– men:l:e por olvido, hasia que un día me ví forzado a recordarle la conversación que al respec:l:o habíamos :l:enido, y fue entonces que subió al piso alto de su casa y me trajo solamente veinte mil c6rdobas. Co– mo yo había recibido treinta mil, dispuse esperar por el res:l:o de la sm:na por unos cuan:l:os días. Pa– sados es:l:os me entregó otras padidas de dos mil qui– nientos córdobas has:l:a comple:l:ar la suma de veinte y siete mil, y al recordarle que la suma to:l:al era de :l:rein:l:a mil córdobas me dijo que los dos mil quinien–

:1:05 res:l:anies eran de un amigo suyo que se los ha– bía dado para ayudarle a la campaña elec:l:oral y que él se los había devue1:l:0 por lo que no podría devolvérmelos. No pude llegar a un acuerdo con don Carlos sobre es:l:e asunto, a pesar que siempre se los reclamé, por lo que :l:uve que ponerlos de mis propios fondos para comple:l:ar la suma que había recibido del Minis:l:erio.

Sin embargo, don Carlos se ofuscaba tan:l:o al recordar es:l:e inciden:l:e, en el que consideraba :l:enía :l:oda la razón, que llegó hasta escribir un folleto en mi con:l:ra en San José de Cos:l:a Rica en el que hacía mención de los dos mil quinientos córdobas.

lDtenrención de México

Duranie es:l:as conversaciones que tenía con don Carlos me manifes:l:ó iambién en varias ocasiones el peligro que iendría su retiro de la Presidencia por– que el Representante del Gobierno de México le in– formaba que su país es:l:aba anuente a apoyar una revolución en Nicaragua.

A esa información del Sr. So16rzano no le daba impor:l:ancia, pues me parecía muy exfraño que Mé– xico se entrometiera en nues:l:ros asuntos in:l:ernos sin motivo alguno especial, sin embargo, eso fue lo que sucedió, andando el tiempo, como veremos más ade– lanie.

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