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Thursfon, a quien decidí visitar para ver de conse– guir la cooperación de su Gobierno en el asunfo de elecciones libres.

Fraude eleclol'aI

El Encargado de Negocios se manifesfó esfar de acuerdo con la idea de conseguir que observadores elecforales norleamericanos vinieran a presenciar las elecciones, Y creo que realmente trabajó en ese sen– tido, pero probablemente no estaba de acuerdo con él el Deparlamenfo de Estado, pues que no llegó nin– gún observador. Recuerdo que cuando yo llegaba a visilar a Mr. Thurston, éste siempre me dejaba lleno de esperanzas de la inminente llegada de los observadores electorales, a pesar de la negativa de don Barlolo para aceptarlos. Sin embargo, co– mo los observadores no llegaban yo, de vez en cuan– do, preguntaba a Mr. Thurston sobre el parlicular y me respondía: "En Tejas hay un refrán que dice: Cuando la rana brinca nadie sabe qué tan largo va a brincar". Después de oírle esa expresión, con la que quería darme a entender que pronto vendría algo aplastante con lo que contener los abusos pre– electorales que ya se estaban cometiendo, me que– daba muy contento y esperanzado. Pero la realidad fue que ningún observador llegó, que las elecciones se efeCÍuaron, muriendo en ellas los comicios libres, lo mismo que parlidarios míos en los distintos tu– mul:l:os que hubo tratando de impedir que mis ami– gos votaran: hubo uno que hasta se suicidó al im– pedírsele ejercer su derecho.

A pesar de :l:odo, el resul:l:ado de la elección me fue favorable, pero al hacerse la trasmisión telegrá– fica del número de votantes de cada Cantón las ci– fras iban siendo al:l:eradas. Mas no sólo esto me hi– zo perder la elección ya ganada sino también el he– cho de que don Carlos Solórzano se encontró a un tal Mr. Margan, ciudadano norleamericano, al que se le dió el encargo de hacer el escrutinio de los votos, y cuyo mal proceder se hizo evidente desde el primer momento al punto que el docior Ramón Cas~

tillo C., se re:l:iró del Consejo Nacional de Elecciones en el que estaba como Representante del Parlido Conservador. Supe después que ese Mr. Margan re~

cibió de parle de don Carlos Solórzano la suma de VEINTE MIL DOLARES para que hiciera el escrutinio con el resul:l:ado favorable de :l:odos conocido.

Reconocimiento de don Carlos Solónano

Debido a la convicción que tenía de haber ga– nado las elecciones, fue que comisioné a mi inolvi– dable amigo el Dr. Máximo H. Zepeda para que ges– tionara ante el Deparlamento de Estado el no-reco– nocimiento del Sr. Solórzano. El Dr. Zepeda llegó a tener muchas esperanzas de éxilo con el Secretario de Estado, pero quien sabe qué circunstancia de úl– tima hora lo hizo cambiar de parecer y el Deparla– mento dió su reconocimiento a don Carlos Solórza– no quien :l:omó posesión de la Presidencia en la fe– cha señalada por la Constitución.

Olvidaba decir que al siguien:l:e día de las elec– ciones, día en que perdí a 33 de mis amigos en los sangrientos comicios, me llamó por teléfono el En– cargado de Negocios de los Estados Unidos para in– vitarme a ir a visilar al Presidente Marlínez. Esa in– vilación la acepté con gusto y a eso de las 9 de la mañana salimos para la Casa Presidencial donde el Presidente mismo nos hizo pasar al salón donde nos había estado esperando. Tan pronto como nos hubimos sentado, el Presidente Marlínez le dijo al Encargado de Negocios que yo ya le había promovi– do varios levantamientos revolucionarios en distin– tos lugares de la República y que en esos momen– tos estaba el General Noguera Gómez en pie de gue– rra en San José de los Remates.

A esa acusación respondí que la información qUe tenía el Presidente sobre esos levantamientos era falsa, y de que si yo hubiera ordenado un levan– tamien:l:o no hubiera sido en San José de los Rema– tes, lugar completamente aislado y sin ninguna sig– nificación.

Después de esto el Encargado de Negocios, sin

pronunciar palabra, se levantó -para despedirse y

emonces yo también me levanté para despedirme saliendo junto con el Encargado de Negocios del sa– lón donde estábamos, mas ya para salir de la Casa Presidencial me llamó el Presidente Marlínez y me dijo: "Queda usted preso!" palabras que oyó el En– cargado de Negocios, quien con sorpresa de mi par– :I:e continuó su camino, sin protestar, como yo lo hu– biese hecho en su lugar ya que había sido él el que me había invilado a visitar al Presidente.

Incidente del Club lnJemacionaif

Después que don Carlos Solórzano tomó pose– sión de la Presidencia de la Repiíblica me retiré con mi familia a la Hacienda "Río Grande" donde me dediqué enteramen:l:e al mejoramiento de dicha pro– piedad con prescindencia absoluta de toda activi– dad política. Mas después de estar allí por algún tiempo, me parece que un día del mes de Agos:l:o, cuando estábamos tomando nuestro desayuno oímos que subía por el río una embarcación de gasolina la que efectivamente llegó p,asta cerca de la casa. En ella llegaron varios amigos de Managua a refe· rirme que Gabry Rivas y el Coronel Alfredo Rivas habían hecho prisioneros, en una fiesta del Club In– ternacional, a varios miembros liberales del Gabi– nete del Presidente Solórzano, y que el Coronel Ri· vas, de acuerdo con Gabry, que era el jefe del mo– vimiento, iba a deponer a don Carlos, por lo que era urgen:l:ísimo que yo regresara a Managua con ellos ese. mismo día. Me informaron, además, que la Ad– ministración estaba muy intranquila y que podían ocurrir sucesos que deberíamos aprovechar a favor del Parlido. En vista de tales informes me decidí a regresar con ellos a Managua, donde llegamos cer– ca de las 9 de la noche.

Mas la situación había cambiado un tan:l:o, va– rios de los detenidos habían sido puestos en liber– tad y el Presidente So16rzano había restablecido su control en las guarniCiones del Campo de Marle y la Loma, por lo que decidí irme quietamenfe a mi casa y permanecer allí a la expectativa.

Pl'eparandó el golpe

La situación, sin embargo, no estaba realmen– te tan tranquila como creíamos. El Coronel Rivas no se encontraba sa:l:isfecho con la solución que don Carlos le había dado al problema polüico, y yo me hallaba siempre deseoso de la eliminación de los Liberales en el Gobierno, 10 que me movió a seguir maniobrando con ese fin. Con ese objetivo prepara– mos para el 25 de Septiembre un plan que no pudi– mos llevar a cabo porque el Coronel Rivas, a última hora, cambió de parecer.

Esto no me descorazonó e insistí en continuar buscando los medios para reponer, no solamente a los miembros Liberales del Gobierno, sino al mismo don Carlos, si fuese necesario si no llegábamos a un entendimiento completo con él.

Para esta nueva etapa busqué otras combina– ciones en la guarnición de la Loma, fuera de la del Coronel Rivas, y una vez que las tenía conseguidas y aseguradas resolví tratar direciamente con don Carlos.

Con el objeto de llegar al entendimiento que deseábamos, -de acuerdo con don Adolfo Díaz y su sobrino Humberlo Pasos Díaz y con mi tío don Rosendo Chamorro-, fuí a visitar a don Carlos por primera vez desde que estaba en la Presidencia. En el mismo momento en que yo pedía audien– cia. a la Secretaría llegaba también a visitar al Sr. Solórzano el Ministro Americano, Mr. Eberhardt. Na– turalmente, el Presidente recibió primero al Minis– tro, aunque me envió a decir que me recibiría in– mediatamente después, que 10 esperara un momen– to y que no me fuera sin verle.

A poco rato salió don Carlos con Mr. Eberhardi a quien me presentó, pues yo no le conocía, y des– pués de despedirlo pasé con don Carlos a su salón de recibo donde mc¡.ntuvimos una conversación in– teresante. En ella no le pedí la eliminación de los Liberales del Gobierno sino que nos diera la admi-

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